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El anuncio de López Obrador del rompimiento de relaciones diplomáticas con Ecuador marca un punto de inflexión en la política exterior de México. Desde 1979, el país no había interrumpido un vínculo de esa naturaleza con otra nación. En los últimos años, romper relaciones no había sido una práctica común por parte de México. En el siglo XIX, Benito Juárez suspendió nexos con los países que reconocieron al Imperio de Maximiliano. En el XX, el gobierno cortó vínculos con la Unión Soviética en 1930 por promover ideología comunista; con España en 1936 en el marco de su Guerra Civil; con Reino Unido en 1938 luego de la expropiación petrolera; con Alemania, Japón e Italia en 1941 después del ataque a Pearl Harbor; con Guatemala en 1958 luego de que aviones guatemaltecos dispararan contra embarcaciones mexicanas en el Pacífico; en 1974 con Chile después del golpe de Estado contra Salvador Allende y en 1979 con Nicaragua debido a la dictadura de Somoza. Pero en los últimos 45 años el país no había recurrido a esa práctica. El reciente anuncio fue un tanto sorpresivo porque México se caracteriza por proyectar relaciones amistosas con América Latina y es reconocido por la defensa de la paz. Además, el presidente López Obrador había planteado tener relaciones amistosas con los países latinoamericanos y apegarse al principio de No Intervención.

Previo al rompimiento con Ecuador, México se había involucrado en algunas crisis diplomáticas con algunos países latinoamericanos. En el sexenio de Vicente Fox, México expulsó al embajador Cubano en 2004 y más tarde ocurrió un incidente similar con Venezuela, pero no se cortaron las relaciones. En ambos casos, el nivel de interacción pasó de Embajador a encargado de negocios. En la presente administración, Bolivia y Perú habían declarado personas non gratas a embajadores mexicanos y fueron retirados. Incluso, Perú anunció la misma figura contra el presidente López Obrador. Pero en ambos casos no hubo un rompimiento tajante de relaciones.

Por otra parte, México ha sido un actor generoso en la práctica de otorgar asilo diplomático a perseguidos políticos. Por ejemplo, el país acogió a León Trotski en los años treinta y a un número importante de españoles que huían de la guerra civil en esa nación. En los años sesenta y setenta, México recibió a cientos de asilados sudamericanos luego de los golpes de Estado militares en esos países. Incluso López Obrador concedió esa figura a Evo Morales y se la ofreció a Pedro Castillo, expresidentes de Bolivia y Perú respectivamente. En parte, el origen de la crisis diplomática entre Ecuador y México fue por el haber tenido como huésped desde diciembre del 2023 a Jorge Glas, ex vicepresidente del Ecuador, acusado de actos de corrupción.

Desde inicios del 2024, el gobierno ecuatoriano solicitó al de México la entrega de Glas para que pudiera cumplir su condena puesto que ya tenía una sentencia. Como la SRE se negó y López Obrador realizó críticas al gobierno del presidente ecuatoriano Daniel Noboa, entonces la Cancillería ecuatoriana declaró persona non grata a la embajadora mexicana Raquel Serur. En respuesta, el gobierno mexicano otorgó el asilo político a Jorge Glas. Ante el temor por una posible fuga, el gobierno ecuatoriano decidió ingresar por la fuerza a la embajada de México en Quito para detener a Glas. El hecho constituyó una flagrante violación a la Convención de Viena de Relaciones Diplomáticas. A la letra, el documento establece en su artículo 22 que “los locales de la misión son inviolables. Los agentes del Estado receptor no podrán penetrar en ellos sin consentimiento del jefe de la misión”. El incidente estableció un precedente negativo en las interacciones interamericanas. En respuesta a esta acción, el presidente López Obrador decidió romper relaciones diplomáticas con Ecuador. La medida representó un hito en la política exterior de México, pero era consistente con la acción tomada por Ecuador.

Aunque México tenía otras opciones, el rompimiento de relaciones era la decisión adecuada por la gravedad del hecho. Las posibles alternativas que la SRE tenía -sin la necesidad de romper por completo el vínculo- eran: 1) enviar una nota de protesta al gobierno de Ecuador; 2) retirar al embajador de Ecuador en México; 3) presentar el caso ante la OEA; 4) demandar a Ecuador ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de la ONU; 5) romper relaciones diplomáticas, pero mantener las consulares. La primera opción era demasiado suave desde el punto de vista de la política exterior y podía ser poco efectiva. La segunda era viable, pero no de alto impacto. La tercera es adecuada porque la OEA sirve para dirimir las diferencias entre los miembros. La cuarta es la mejor alternativa sin necesidad de romper relaciones diplomáticas. La quinta opción podría ser factible para no dejar desprotegida a la comunidad mexicana en Ecuador y no afectar la relación económica y de turismo entre ambos países.

En concreto, una adecuada decisión era combinar algunas de las alternativas mencionadas; por ejemplo: presentar el caso ante la OEA, demandar a Ecuador en la CIJ y mantener las relaciones consulares. Sin embargo, el rompimiento fue la decisión que se tomó debido a la gravedad del hecho. Pero también es importante tomar en cuenta el contexto interno. En parte, AMLO tomó esa decisión por razones de política interna. La defensa de la soberanía fortalece su base de apoyo popular. Sus seguidores lo ven como el presidente que defiende la soberanía de la nación. Además, la medida ayuda a MORENA y a Claudia Sheinbaum para la campaña electoral porque fortalece la posición de México en el exterior y al interior. Por ejemplo, había un consenso amplio entre la opinión pública mexicana. Incluso, la candidata de oposición, Xóchitl Gálvez, apoyó la decisión. Además, la mayoría de las naciones latinoamericanas condenaron el hecho y mostraron solidaridad a México. La ONU, la OEA, la Unión Europea también condenaron la violación al Derecho Internacional. Asimismo, Estados Unidos y Canadá mostraron molestia por la acción de Ecuador.

No toda la opinión pública apoyó la medida de López Obrador. Algunos criticaron que México otorgara asilo político a un delincuente. En la misma lógica, había una opinión de que las declaraciones de AMLO –criticando al gobierno de Ecuador– representaban una violación al principio de No Intervención y ello era la causa de la crisis diplomática entre ambos países. Es decir, desde esta perspectiva, México también tenía culpa de que el conflicto haya escalada hasta el rompimiento de relaciones diplomáticas.

No toda la opinión pública apoyó la medida de López Obrador. Algunos criticaron que México otorgara asilo político a un delincuente.

Efectivamente, la Convención de Caracas sobre el Asilo Diplomático de 1954 establece que un gobierno no puede otorgar asilo político a una persona que tenga una sentencia condenatoria. Pero el mismo instrumento establece que “corresponde al Estado asilante la calificación de la naturaleza del delito o de los motivos de la persecución”. Es decir, México estaba aplicando este criterio y decidió darle el asilo a Glas. Por lo tanto, existe una divergencia en este punto. Para Ecuador, México no podía otorgar el asilo porque se trataba de un delincuente con sentencia. Sin embargo, para México, Glas es un perseguido político y, por lo tanto, tiene derecho al asilo. Lo más adecuado era que Ecuador no invadiera la embajada, no otorgara el salvoconducto a Glas y presentara el caso ante la CIJ para que esta instancia decidiera si se trataba de un delincuente o un perseguido político.

¿Qué factores explican el escalamiento de la crisis entre estos dos países -el asalto a la embajada y el rompimiento de relaciones-? Para entender estas decisiones, es necesario primero conocer el contexto en Ecuador. En primer lugar, Daniel Noboa es un presidente joven con poca experiencia en la política. Es un empresario de derecha que llegó a la presidencia cuando el anterior mandatario estableció la “muerte cruzada”, que es un mecanismo que implica la posibilidad de destituir al presidente de Ecuador y disolver la Asamblea Nacional. En este contexto, Noboa está cubriendo el periodo que ocupaba el anterior presidente y debe dejar el cargo en 2025 para convocar a nuevas elecciones. Además, hace algunos meses, el Ecuador vivió una fuerte etapa de inseguridad cuando algunos reos tomaron cárceles y tuvieron de rehenes a los custodios. El narcotráfico, ligado a los carteles mexicanos, se ha incrementado en ese país. Incluso, el año pasado fue asesinado un candidato presidencial. Ante esta situación, el presidente Noboa necesitaba de acciones fuertes para consolidar su poder y ganar legitimidad. Sin embargo, algunos grupos al interior de Ecuador han criticado la invasión a la embajada mexicana y están pidiendo su renuncia por su incapacidad de gobernar. El partido de oposición critica a la canciller por su falta de experiencia diplomática y a la ministra encargada del operativo, quien es de origen mexicana. Tanto el presidente como la canciller han justificado la acción con base en la posibilidad de la fuga de Glas; la consideración de que era un delincuente sentenciado y que la solicitud de asilo era ilegal; y a la defensa de la dignidad de Ecuador.

Por otro lado, en México, el presidente López Obrador ha desarrollado una política exterior hacia América Latina inconsistente. Si los gobiernos son afines a su ideología, entonces hay un trato amable. Pero si son contrarios a su forma de pensar, entonces critica a esos gobiernos, lo que constituye una violación al principio de No Intervención en los asuntos internos de otro país. Es decir, el presidente aplica los principios de manera discrecional. Por otra parte, el presidente ha nombrado embajadores en América Latina sin experiencia diplomática, lo que abona a generar conflicto en algunos casos. Las declaraciones de AMLO, muchas veces improvisadas, no abonan a mantener relaciones estables con los gobiernos de derecha en América Latina. En esta administración tres embajadores fueron declarados personas non gratas, lo que representa una falla en la estrategia de política exterior.

Por otro lado, en México, el presidente López Obrador ha desarrollado una política exterior hacia América Latina inconsistente.

Las consecuencias del rompimiento de relaciones diplomáticas son amplias y negativas. Por ejemplo, los nacionales de cada país no contarán con protección diplomática. En el futuro próximo, será difícil conseguir visas para viajar y el comercio entre ambos países se puede reducir. Ecuador estaba explorando la posibilidad de incorporarse a la Alianza del Pacífico. Con lo ocurrido, esa opción se cancela. Por lo tanto, el fortalecimiento de la integración latinoamericana puede encontrar obstáculos. La invasión a la embajada y el rompimiento de relaciones pueden afectar las relaciones interamericanas y generar polarización en la región. Es probable que la cooperación para la lucha contra el narcotráfico entre México y Ecuador se detenga. Las posibles soluciones conjuntas a la migración de latinoamericanos a Estados Unidos pueden encontrar obstáculos si el incidente genera divisiones. El prestigio de Ecuador en la región puede verse afectado por la clara violación al derecho internacional. Tal vez no todos los países apoyen a México, pero van a defender el principio de la inviolabilidad de una embajada.

En resumen, ambas partes contribuyeron a la escalada del conflicto. Tanto Ecuador como México tomaron decisiones equivocadas. Sin embargo, nada justifica que un país atropelle una embajada y viole uno de los principios más respetados del derecho internacional. Por lo tanto, la decisión de México de romper relaciones diplomáticas con Ecuador está justificada por la gravedad de lo ocurrido.

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Estudiar el Derecho Internacional es una parte sustantiva de las relaciones internacionales, con mayúsculas y minúsculas. En efecto, el mundo antiguo y moderno se ha organizado por medio de leyes que permiten la coexistencia pacífica y la solución de controversias. Por siglos, los antiguos reinos y ciudades contemplaron un conjunto de normas jurídicas para regular sus relaciones, y actualmente, los Estados-Nación y los organismos internacionales como sujetos del Derecho internacional también buscan los mecanismos para la coexistencia pacífica. Recordemos el Tratado de Kadesh suscrito en 1259 a. C. entre el antiguo Egipto y los hititas como el primer tratado de paz de la historia. En el devenir de la humanidad encontramos numerosos conflictos, a gran escala y de baja intensidad. Esta conducta la teoría del realismo la analiza como la base de un mundo anárquico. Sin embargo, las teorías del liberalismo y del idealismo encuentran en la naturaleza humana elementos benignos que pueden propiciar la cooperación y darle una salida consensuada a los desacuerdos internacionales.

Efectivamente, esta cooperación la encontramos en las bases del Derecho Internacional y la posibilidad de que las comunidades humanas encuentren los elementos adecuados para la justicia. Comparativamente, el Derecho Internacional se divide en dos áreas: el público y el privado. El primero, son las normas jurídicas que regulan las relaciones entre Estados y organismos internacionales. El segundo, son las relaciones entre el Estado y los particulares. No obstante, en el público ya se incluye al individuo cuando éste forma parte de la protección de los Derechos Humanos, tema con el que esta obra empieza. Pero según algunos juristas como Antonio Truyol y Serra, el Derecho Internacional debería llamarse 'Derecho Interestatal' debido a que no solo las naciones tienen relaciones jurídicas, sino sobre todo los Estados.

En todo caso, la denominación del adjetivo 'internacional' forma parte de la costumbre entre los Estados. Hablando de la costumbre, además de las fuentes materiales, ésta forma parte de las fuentes formales del Derecho Internacional, junto con los tratados, los principios generales del derecho, la jurisprudencia, la doctrina y las resoluciones de organismos internacionales. Estos elementos conforman el ordenamiento jurídico a los cuales los Estados y las organizaciones internacionales pueden recurrir en caso de litigio o controversias. Una parte fundamental del arreglo pacífico entre las entidades nacionales son los tratados, que se definen como 'todo acuerdo celebrado por escrito entre dos o más sujetos de Derecho Internacional', siendo la Carta de las Naciones Unidas, firmada en 1945, el tratado internacional más importante de la historia.

En ese sentido, el Derecho Internacional Público se divide en diferentes áreas. Con el adjetivo 'internacional', entre ellas tenemos al Derecho Aéreo, Derecho del Mar, Derecho Marítimo, Derecho Comercial, Derecho Humanitario, Derecho de los Niños, Derecho de las Mujeres y Derecho de los Tratados. Así, como parte central de este libro los editores incluyeron los Derechos Humanos, Derecho de la Migración, Derecho Ambiental, Derecho Económico y Constitucional. Asimismo, el texto abarca Derecho del Espacio Ultraterrestre y Derecho de la Paz, Derecho Diplomático y Consular, Derecho del Deporte y Derecho Universal a la Salud. Por esa razón, el libro lleva por título Derecho Internacional Contemporáneo. Temas selectos. En su clásico libro de Derecho Internacional Público, Modesto Seara Vázquez, eminente jurista internacional, establece que todas las ramas del derecho evolucionaron con los cambios de la sociedad, particularmente el Derecho Internacional. Esto es debido a que la sociedad internacional es la base social del derecho y ésta cambia rápidamente. Por lo tanto, las ramas del derecho internacional se tienen que adaptar a los hechos, puesto que primero está el 'hecho' y luego el 'derecho'.

Este libro se concentra básicamente en algunas áreas selectas del Derecho Internacional para resaltar la importancia en la época actual. Entonces, el aspecto central del texto es el jurídico, pero con algunas variables económicas, políticas, históricas, ambientales y sociales como apoyo intelectual. En ese contexto, el objetivo general del libro es contribuir a la literatura jurídica de orden internacional en México y América Latina. Además, también esperamos que esta obra abone a la reflexión sobre los temas que aquejan a la sociedad internacional y regional desde la perspectiva del Derecho Internacional como área nodal de las relaciones internacionales.

El libro se divide en seis partes. En la primera, Derecho Internacional y Derechos Humanos, el primer capítulo escrito por Laura Alicia Camarillo Govea junto con Gershom Uriel López Aquino, exploran el Sistema Universal de los Derechos Humanos, donde analizan los antecedentes, integración, mecanismos y funcionamiento del sistema universal de protección de derechos humanos, enfatizando en el trabajo desarrollado por los órganos creados en virtud de tratados, mejor conocidos como comités. El segundo capítulo, Elizabeth Nataly Rosas Rábago aborda la protección de los Derechos Humanos en el Sistema Interamericano. En su contribución, la autora tiene como objetivo analizar al Sistema Interamericano de Derechos Humanos (SIDH) como uno de los sistemas de promoción y protección de estos derechos, dedicado de manera específica a conocer los casos de presuntas violaciones en el continente americano. El tercer capítulo escrito por Melvin Uziel Porras Reynoso aborda los Tratados y jurisprudencia internacionales en materia de Derechos Humanos. El autor tiene por objeto estudiar a los tratados internacionales en materia de derechos humanos y a la jurisprudencia internacional emitida por la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), y su aplicación en el derecho interno para garantizar la protección de derechos humanos, ejemplificándolo con el sistema jurídico mexicano.

La segunda parte del libro, denominada Derecho Internacional de la migración, se compone de tres capítulos. El capítulo cuatro a cargo de Adriana Sletza Ortega Ramírez y Melvin Uziel Porras Reynoso aborda el Derecho Internacional de las migraciones. En su estudio los autores tienen el propósito de ofrecer una visión general del Derecho Internacional (DI) aplicable en materia migratoria. El capítulo cinco es escrito por Lucero de Jesús Ruiz Guzmán con el tema el migrante ambiental, vulnerabilidad, justicia y derecho. La autora tiene por objetivo analizar cómo al percibir a la migración ambiental desde la perspectiva de la seguridad nacional se atenta contra la dignidad y seguridad humana del migrante ambiental. El capítulo seis denominado Derecho Internacional en la Migración: Una vista hacia la asistencia y protección consular mexicana es escrito por Belén Elizabeth Licona Romero y Carlos Eduardo Hernández Vives. Este capítulo aborda el derecho internacional desde la asistencia y la protección consular mexicana.

La tercera parte del libro, Derecho Internacional y América Latina, empieza con el capítulo siete, a cargo de Carlos Gabriel Argüelles Arredondo, Karla Verónica Félix Jaramillo y Rafael Velázquez Flores, quienes abordan el tema una década de la Alianza del Pacífico: perspectivas desde el Derecho Económico Internacional. En su intervención los autores tienen el objetivo de explicar el desarrollo de la Alianza del Pacífico (AP) desde la perspectiva del Derecho Económico Internacional (DEI). Asimismo, el capítulo ocho escrito por Walid Tijerina y Salvador Gerardo González Cruz analiza la conexión entre la Globalización y el nuevo constitucionalismo en América Latina.

La cuarta parte del volumen se concentra en el Derecho Internacional del Espacio y el armamentismo. En el capítulo nueve, Juan Carlos Velázquez Elizarrarás toca el tema retos del Derecho del Espacio Ultraterrestre frente al surgimiento y consolidación de nuevas potencias espaciales en la posguerra fría, donde explora la historia del Derecho Internacional del espacio y su aplicación en la época de posguerra fría y cómo se aplica este derecho en la actualidad. El capítulo diez a cargo de María Antonieta Jáquez Huacuja y Joshua Torres Sandoval se enfoca al Tratado sobre la prohibición de las armas nucleares su significado y tendencias. En su texto, los autores mencionan que las acciones de desarme y la no proliferación nucleares deben darse con prontitud de cumplimiento de compromisos y tener obligaciones en la materia.

La quinta sección de esta obra se denomina Derecho Internacional, política y diplomacia, con el capítulo once titulado el derecho vs. la política en el escenario internacional contemporáneo: el caso de Ucrania, a cargo de David Jamile Sarquís Ramírez. El autor tiene el propósito de reflexionar de manera crítica sobre las implicaciones de este proceso, especialmente en lo referente a la relación que existe entre la política y el derecho en el ámbito internacional. El capítulo doce, escrito por Pedro González Olvera, se orienta al Derecho Diplomático y la inmunidad diplomática en el siglo XXI. En su análisis, el autor hace una revisión jurídica, histórica y contemporánea de la figura de la inmunidad diplomática en las relaciones entre Estados.

La última parte del libro, la sexta sección aborda la conexión del Derecho Internacional con la salud y el deporte. En el capítulo trece, James Graham habla del puente entre el Derecho Internacional y el deporte, donde reflexiona sobre cómo el deporte internacional está ligado estrechamente con el 'derecho de gentes'. El capítulo catorce cierra el libro con el tema de los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS) y el derecho universal a la salud, a cargo de Carmelo Cattafi e Iliana Rodríguez Santibáñez. El objetivo de los autores es, a través del método descriptivo y analítico, demostrar por qué razones hay dificultades para lograr a plenitud el derecho humano a la salud y cómo los ODS, aun sin ser vinculantes, trazan metas suficientes para que los Estados puedan disminuir las desigualdades en esta materia, y conceder vigencia entre otros principios, al de la universalidad del derecho humano a la salud.

Quisiéramos expresar nuestra especial gratitud a todos los autores que aceptaron colaborar en esta obra, pues sin su gran contribución científica el documento no habría sido posible. A la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Baja California (UABC) por el apoyo brindado para la elaboración de este libro. También, a la Asociación Mexicana de Estudios Internacionales (AMEI) y a sus expresidentes, en particular al Embajador Pedro González Olvera y a la presidenta en funciones Dra. Adriana Sletza Ortega Ramírez, así como al Secretario General de la misma asociación, Mtro. Isaac Flores Delgado, por su apoyo editorial. Un agradecimiento del Dr. Rafael Velázquez Flores del Centro de Enseñanza y Análisis de la Política Exterior de México (CESPEM), por las facilidades para la impresión de la obra. Al Dr. Alberto Lozano Vázquez, director del Instituto de Estudios Internacionales 'Isidro Fabela' de la Universidad del Mar, por sus sugerencias para la organización del contenido del libro. Finalmente, estamos conscientes que en un volumen no se pueden abarcar todos los tipos de Derecho Internacional. Sin embargo, los autores y editores abrigamos la esperanza de que habrá algunos que, al leer las temáticas jurídicas abordadas en este trabajo, encontrarán la inspiración necesaria para consagrarse al antiguamente llamado 'Derecho de Gentes' e investigar más para contribuir a la paz y al bienestar del género humano.

En términos generales, la relación entre México y Estados Unidos ha estado caracterizada por una cooperación estrecha, particularmente después de la Segunda Guerra Mundial. De hecho, ya en la década de 1930, Franklin D. Roosevelt había inaugurado la "Política del Buen Vecino". En este sentido, el Dr. Jorge Schiavon señala que esta política abogaba inicialmente por la no intervención de los Estados Unidos en los asuntos internos de otros países, pretendiendo que esta directriz de política exterior tuviera un alcance global. No obstante, la aplicación de la "Política del Buen Vecino" se restringió y delimitó exclusivamente al continente americano.

En el marco de dicha política, las significativas reformas de carácter revolucionario en México no suscitaron una respuesta de naturaleza radical por parte de su vecino del norte. En su lugar, la posición de EE. UU. fue más bien diplomática. Además, la Segunda Guerra Mundial propició una serie de acuerdos que robustecieron la capacidad de negociación del Estado mexicano frente a los Estados Unidos, ampliando su margen de maniobra para incrementar su autonomía relativa en el sistema internacional.

En sintesís, y suscribiendo la tesis del Dr. Schiavon, la cooperación con los Estados Unidos se produce en el marco de lo que él denomina "cortina de humo". Esto implica que los Estados Unidos toleran las formas autoritarias de los gobiernos mexicanos siempre y cuando México asegure la seguridad de la frontera compartida. Este concepto destaca que la cooperación bilateral se desarrolla bajo ciertas condiciones predeterminadas que, a la vez, reflejan la compleja interacción entre las dos naciones.

La tesis central de este análisis sostiene que las condiciones políticas internas de cada país pueden disolver la tradicional "cortina de humo", dando lugar a la política exterior de tit for tat que hemos presenciado recientemente. Este cambio ha sido evidente en las declaraciones del presidente AMLO, quien ha llamado a la comunidad mexicana en el exterior a no votar por el Partido Republicano. Esta posición ha provocado respuestas de los congresistas estadounidenses, quienes han incrementado la retórica antiinmigrante y han trasladado completamente la responsabilidad de la seguridad en la frontera sur al Estado mexicano. De no cumplirse estos requerimientos, amenazan con tomar medidas agresivas e intervenir por medio de las fuerzas armadas estadounidenses para combatir el tráfico de fentanilo.

Es notable el llamado de AMLO a la comunidad de mexicanos residentes en el extranjero a abstenerse de votar por el Partido Republicano.

Estas circunstancias se enmarcan en un contexto global donde los gobiernos populistas están ejerciendo presiones cada vez más invasivas sobre las instituciones democráticas y liberales. El triunfo electoral de figuras como Trump o el propio Andrés Manuel López Obrador son resultado de decisiones populares respaldadas por mayorías abrumadoras, mismas que han expresado un descontento generalizado con el llamado establishment y las élites políticas tradicionales. Este masivo respaldo popular ha debilitado las capacidades institucionales e instituido nuevos modelos y esquemas de hacer política. Estos nuevos paradigmas están encarnados por un líder o un outsider que promete el regreso a una época dorada y olvidada de grandeza, sintetizado en eslogans como "Make America Great Again" de Trump, o "la Cuarta Transformación" de AMLO. En conjunto, estos cambios en la política interna y externa están reconfigurando la relación entre México y los Estados Unidos.

En este contexto global de auge populista, un rasgo común emerge en los estilos de hacer política de estos líderes: la tendencia a socavar la credibilidad de las instituciones y de la autoridad científica o técnica, así como a descalificar a los opositores. Las narrativas juegan un papel central en este proceso y la administración política se transforma en una batalla continua por ganar y mantener adeptos, mientras se intenta desacreditar y silenciar a las voces críticas.

Esta dinámica introduce un factor crítico en la ecuación: la política de las emociones. Apelando a decisiones populares, pero a menudo imprudentes, estos líderes pueden capitalizar el descontento general y catalizar el cambio. Sin embargo, las consecuencias de estas decisiones en el largo plazo son aún imprevisibles, especialmente en lo que respecta a las relaciones interestatales.

En esta línea de análisis, es notable el llamado de AMLO a la comunidad de mexicanos residentes en el extranjero a abstenerse de votar por el Partido Republicano. Este hecho cobra relevancia especialmente en el marco de las elecciones de 2024 en ambos países, donde se vislumbra la posibilidad de un resurgimiento de las tensiones con el gobierno de Trump, o incluso con Ron DeSantis, otro aspirante a la presidencia. Ambos candidatos republicanos se caracterizan por promover una retórica antiinmigrante y un estilo de confrontación marcado.

La cuestión clave con respecto a la iniciativa de la cancillería mexicana de activar la red consular para informar a la comunidad mexicana y "defender a México" gira en torno al uso de la política exterior mexicana como instrumento para influir en el voto de la diáspora mexicana y ejercer presión a través de la diplomacia pública. De tal manera, resulta pertinente determinar la influencia del voto mexicano en las elecciones estadounidenses, considerando su sistema electoral basado en la asignación de electores por estado. Según Jorge Santibañez del "Mexa Institute", el voto mexicano es relevante en Texas y Arizona, donde los votantes mexicanos representan alrededor del 30% y constituyen el 90% del voto hispano.

No obstante, las comunidades mexicanas en el exterior no son homogéneas. Tomemos Texas como ejemplo. A pesar de tener un origen étnico común, no todas las personas se identifican como "latinas" o "mexico-americanas". El condado de Zapata, con un 94% de población de origen latino es un caso clave: el 98% se identifica como de raza "blanca" y en 2016 votaron mayoritariamente por el Partido Republicano, por primera vez en 100 años. Muchos habitantes de origen mexicano o hispano en Texas, con varias generaciones viviendo allí, se identifican como "Tejanos", reafirmando la idea de que no cruzaron la frontera, sino que "la frontera los cruzó a ellos".

Según las estadísticas del Pew Research Center, aunque los candidatos demócratas gozan de una preferencia del 58% entre los mexicanos con derecho a voto en los Estados Unidos, la administración de Biden es vista con desaprobación por un 52% de este grupo. Este nivel de descontento es incluso mayor entre la comunidad hispana en general, donde la desaprobación alcanza el 54%.

Por otro lado, una mayoría de la comunidad hispana (80%) coincide en que la economía es el tema que más influye en su decisión de voto. Asimismo, un estudio realizado por la Americas Society Council of Americas muestra que una porción significativa de los votantes latinos considera a los republicanos más capaces de gestionar asuntos económicos relevantes, como la inflación y el empleo. Esto refleja la importancia que tiene la estabilidad y prosperidad económica para los hispanos en Estados Unidos, acentuada por los retos adicionales que enfrentan debido a las difíciles condiciones en sus países de origen.

Estas estadísticas ilustran la complejidad del voto latino y propician interrogantes en lugar de plantear una hipótesis definitiva sobre la tendencia del mismo. En lugar de asumir una dirección clara del voto latino, podríamos cuestionarnos si es conveniente o incluso posible influir en el voto de los mexicanos registrados para votar en Estados Unidos. Al considerar varios factores, como su influencia relativa, la conformidad con nuestros principios de política exterior y la dificultad de alcanzar un consenso dada la falta de homogeneidad, debemos reconocer que los intereses de los mexicanos en el extranjero están fuertemente vinculados a la estabilidad y el bienestar de sus hogares en Estados Unidos.

Finalmente, es esencial considerar que las declaraciones de AMLO parecen ser menos una acción de política exterior calculada y más un recurso retórico para mantener la aprobación de sus seguidores. En efecto, estos comentarios provocativos y escandalosos podrían ser utilizados por DeSantis o Trump para revirar a AMLO y reforzar la narrativa del "peligro latino" que ha avivado sentimientos xenófobos en varias regiones de Estados Unidos. Esto tiene una repercusión directa en la comunidad mexicana residente en el extranjero. Por ejemplo, el FBI reportó un aumento del 21% en los crímenes de odio contra hispanos/latinos en 2018, correlacionado con los constantes ataques de Donald Trump.

Teniendo en cuenta los efectos potencialmente dañinos de las acciones y comentarios de AMLO, junto con los de líderes como Trump y DeSantis, vemos cómo estos pueden exacerbar las tensiones y alimentar una hostilidad creciente hacia los latinos en Estados Unidos, como lo demuestra el aumento en los crímenes de odio.

En conclusión, los estilos de liderazgo de figuras políticas como Trump y AMLO están cambiando no sólo la dinámica política interna, sino también las relaciones internacionales. La relación entre México y Estados Unidos, que históricamente ha estado marcada por la política de la "cortina de humo", parece estar evolucionando hacia una postura más de "ojo por ojo" o tit for tat. Esta tendencia subraya una profunda transformación en la dinámica de cooperación bilateral, lo que podría tener repercusiones significativas para el futuro de ambos países y para la comunidad de origen mexicano que reside en Estados Unidos.

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Las normas de protocolo y los procedimientos de ceremonial en su esencia van más allá de las reglas de urbanidad, de las buenas maneras o del comportamiento social común, aunque pretenden lo mismo: el respeto que nos debemos unos a los otros. La vida acelerada que se vive en nuestros días no ha permitido que las buenas maneras de comunicación de política internacional sean analizadas y muchos menos estudiadas. El sistema internacional actualmente tiene un arraigo histórico con los conceptos de protocolo y ceremonial en cualquiera de sus ramas de estudio, que en el caso de la rama diplomática y consular ha sido parte ferviente para la política exterior de los Estados-nación con un lenguaje no verbal que permite el análisis de las relaciones diplomáticas y consulares entre Estados sin necesidad de mencionar una sola palabra. Varios de los conceptos que emanan del protocolo y el ceremonial demuestran que, después de las Convenciones de Viena de Relaciones Diplomáticas y Consulares respectivamente, los dos conceptos mencionados tuvieron que adaptarse y ser flexibles, pero mucho tiempo antes la buena voluntad de las monarquías, imperios y civilizaciones, ya existían tales actividades protocolares y sobre todo del ceremonial, desde acomodo de autoridades, hasta el reflejo de los primeros pendones (antecedente directo de una bandera).

El protocolo y ceremonial diplomático-consular son formas eficientes de entablar el dialogo entre dos o más Estados-nación y son conceptos derivados de la diplomacia y resultan importantes en el estudio de precedencia, presidencia, vexilología o visitas de Estado oficiales, etcétera. La forma más adecuada de mostrar que los Estados-nación tienen la contemplación de mantener relaciones diplomáticos y consulares es por medio en un principio por las visitas de Estados oficiales o no oficiales, en donde se deja en claro el deseo que tiene el anfitrión para mantener vínculos económicos, sociales, culturales, políticos con su contra parte que tiempo más adelante se refleje como inversiones o acuerdos entre ambas partes. Aunque ha sido históricamente hablando el protocolo y ceremonial diplomático una parte medular entre los Estados-nación, conforme el sistema internacional se fue adentrando en la historia contemporánea surgieron nuevas formas de convivencia entre los Estados en lo que conlleva al trabajo por un protocolo.

Sin embargo, es necesario reconocer la necesidad de actualizar las prácticas del ceremonial para incluir nuevos actores que dan dinámica a la agenda internacional actual, así como áreas de reciente aparición en la agenda internaciónal, como la atención a connacionales en otros Estados y la equidad de genero. En este sentido, el protocolo y ceremonial que hacía referencia al tan famoso manual de Carreño, ya no es funcional en los tiempos modernos. Como lo menciona Aníbal Gotelli, “los conceptos de protocolo y ceremonial siempre atienden a la flexibilidad de los tiempos de la propia humanidad, no se puede hablar de un protocolo y ceremonial rígido y añejo para la relación entre Estados Nación, se debe innovar para dar el debido respeto a todas las culturas del planeta tierra”. Por ende, si se mantiene diplomáticamente y consularmente un manual de protocolo y ceremonial de antaño lo que provocaremos serán malos entendidos en la comunicación no verbal.

El protocolo y ceremonial que hacía referencia al tan famoso manual de Carreño ya no es funcional en los tiempos modernos.

Como definición, el término protocolo deriva del bajo latín protocollum y esté del bajo griego protocollon y etimológicamente de protos primero y kollan encolar, pegar; cuyo significado refiere o significa, la primera hoja encolada o pegada de una serie de documentos donde aparecen los registros de congresos diplomáticos, conferencias y otras actividades de los enviados al extranjero. Por su parte, Foderé consideraba el protocolo como el código de la cortesía internacional en pleno siglo XVIII, o en el siglo XX Jean Serres, codificó las reglas que rigen al ceremonial, que tienen por objeto dar a cada cual, de quienes participan, las prerrogativas o privilegios. Una visión más contemporánea la da José Antonio Urbina al mencionar que el protocolo es una disciplina que, con realismo, técnica y arte, determina las estructuras o formas bajo las cuales se desarrolla una actividad humana pluripersonal e importante; cuyo objeto de su eficaz realización y, en último lugar lograr la convivencia. Asimismo, el doctor Carlos Fuente Lafuente afirma que es un conjunto de normas y técnicas mediante las cuales se regulan y planean los actos promulgados por las instituciones públicas, entidades privadas y por las personas, se establece un orden y desarrollo y se instalan a los invitados y símbolos; y por otro, la profesión que se ocupa de la organización de los actos que afectan a las instituciones, entidades y personas, además de la aplicación de normas y tradiciones vigentes en este campo y de su ceremonial.

Por otro lado, el ceremonial, su definición más acertada para el rumbo del presente documento lo menciona Raúl Valdés Aguilar quien lo define como el conjunto de usos y formas de cortesía que se emplean entre los Estados en los actos públicos (ceremonias); además de ser el código o formulario de las convenciones públicas. Por otro lado, Adolfo de Urquiza, en su Tratado de Ceremonial Público, menciona que es “el conjunto de fórmulas en que se exterioriza la vida de relación de los Estados”.

En la práctica, a menudo se confunden estos términos y se les considera sinónimos entre sí; sin embargo, como hemos visto, su contenido varía, por lo que es conveniente dejar clara la diferencia entre ambos. El protocolo contiene la normatividad establecida tanto en el ámbito nacional como internacional, que sirve para regular el desarrollo del ceremonial. El ceremonial está constituido por la práctica, es decir, por los usos, las costumbres y las tradiciones que, reguladas por el protocolo, y son seguidas en la realización de cualquier acto público o privado.
El mundo moderno exige que todos los organismos internacionales, Estados-nación, estados subnacionales y gobiernos locales aprendan sobre las nuevas formas de hacer relaciones internacionales, o en su debido caso política exterior, en razón del protocolo y ceremonial diplomático y consular. La globalización trajo consigo una conexión inmediata con cualquier parte del mundo, y la cooperación entre los Estados se encuentra al orden del día, en donde las visitas de turistas extranjeros o su atención a connacionales, como también de visitas oficiales de homólogos de presidentes municipales o gobernadores de estados federativos.

Conviene diferenciar al Derecho Diplomático de la política exterior y de la diplomacia propiamente dicha, con las cuales, sin embargo, está indisolublemente ligado. Mientras que la política exterior es el conjunto de posiciones y acciones que adopta un Estado en su relación con otros Estados o en el seno de organismos internacionales con la finalidad de preservar la cooperación por medio del protocolo y ceremonial diplomático muchas de las ocasiones atienden del mismo modo lo consular, si bien la diplomacia es el arte de poner apropiadamente en práctica esa política exterior tanto la rama diplomática como consular ha sido partícipe de la paradiplomacia, en donde destacamos gran presencia internacional de estados federativos y municipios, ya sea por posición geográfica o por flujo turístico pero el tema internacional se encuentra a la orden del día.

En cuanto a la diplomacia, es la ciencia de los intereses y relaciones de unas naciones con otras. Exige el uso constante de la astucia, la cortesía, las buenas maneras, el tacto y la habilidad para negociar. También, en ambas persiguen fines relacionados con los asuntos de gobierno y los negocios del Estado. Quizá la única diferencia reside en que la política es un conjunto de actividades dirigidas a los asuntos internos del gobierno y el Estado, mientas que la diplomacia es un conjunto de actividades políticas centradas en las relaciones internacionales de un Estado y su gobierno. Ahora bien, desde la perspectiva del poder y la adecuación de medios y fines, debemos considerar de qué instrumentos se sirve un sujeto o una sociedad para condicionar el comportamiento de otros sujetos u otras sociedades. El individuo y los Estados deben ser más cautelosos y no siempre recurrir al uso de la ley ni de la fuerza física para imponer su imperio y obtener ventaja sobre sus pares. Aparece así la diplomacia como el arte supremo de la negociación pacífica y la consecución de las ventajas y los efectos deseados.
A lo largo del siglo XX, cuando la revolución tecnológica, el impacto de los medios de comunicación masiva, la electrónica satelital y el ingreso en las relaciones internacionales de una serie de factores nuevos y condicionantes, del cual el más importante es la lucha por la ideología, se ha vuelto cada vez más adecuada la transferencia de las funciones clásicas de la diplomacia de la esfera la actividad política. Frente a la irrupción de la diplomacia política, también llamada open diplomacy.

En conclusión, después de este bosquejo histórico del protocolo y ceremonial diplomático-consular, además de la definición de cada uno de estos conceptos y la relación que mantienen entre ellos, sobre la atención del estudio de más internacionalistas en el tema, nos percatamos de la enorme importancia que tiene tanto para las relaciones internacionales de los gobiernos nacionales como locales. Con esto surgen nuevas formas de perspectiva del protocolo y ceremonial desde los aspectos diplomáticos y consulares. Todo ello funciona conforme avanzamos en el estudio de la historia de la humanidad como la honorabilidad y la credibilidad ha funcionado desde el entendimiento entre los Estados, así como en las relaciones de municipios y estados federativos con el mundo.

Ahora bien, en la perspectiva académica tales conceptos se interpretan como una forma autentica de solamente práctica de los aspectos diplomáticos, pero si se analiza podremos encontrar sustento de metodología de la investigación que nos puede funcionar dando solo algunos ejemplos con datos cuantitativos que reflejan que solamente diez universidades en la República Mexicana imparten alguna materia en relación al estudio del protocolo y ceremonial diplomático-consular, muchas de ellas en la Ciudad de México, y solamente en dos universidades en el resto del país, si nos adentramos en el tema de investigaciones solamente existen dos en el tema de protocolo diplomático de mediados del siglo pasado, cuando el protocolo y el ceremonial no eran flexibles.

Ahora con la globalización tales conceptos han evolucionado y se han ido adaptando a las nuevas realidades que enfrenta el sistema internacional. Es necesario ver al protocolo y el ceremonial diplomático-consular como un objeto de estudio sustentable que darán más campos de investigación y sobre todo más oportunidades de empleabilidad a futuros internacionalistas tanto en la práctica como en la investigación, así como de los estados federativos y gobiernos municipales atender este tipo de situación, y generar agendas de desarrollo en temas de protocolo y ceremonial atendidas en su totalidad, dando con esto un mensaje final en donde recordemos que México en su historia ha mantenido unos de los mejores trabajos de protocolo y ceremonial a nivel internacional, así como dentro de la misma nación.

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Mucho se ha comentado sobre las consecuencias económicas de la pandemia de COVID-19. Los Estados deben buscar estrategias en los niveles doméstico e internacional para incentivar el desarrollo económico. En este sentido, la diplomacia económica resulta una herramienta de política exterior muy adecuada para procurar beneficios económicos para el país.

Pero, ¿qué es la diplomacia económica? Tradicionalmente, la diplomacia es la herramienta por excelencia de la política exterior. A través de ella, los Estados gestionan sus interacciones con otros Estados. La diplomacia tradicional se diferencia de la diplomacia económica en el sentido de que, mientras la primera se enfoca en asuntos políticos mayores, la segunda se concentra en las exportaciones e importaciones, la inversión extranjera directa (IED) y la colaboración con otros actores económicos internacionales.

La diplomacia económica cuenta con distintos mecanismos propios, como los viajes oficiales del ejecutivo, de las misiones diplomáticas o de las entidades gubernamentales, para promover las relaciones comerciales; el establecimiento de oficinas o agencias especializadas para asuntos económicos, o la representación en reuniones con cuerpos diplomáticos de organismos que manejan las reglas y acuerdos comerciales y de inversión. En el marco de lo que se conoce como “nuevas diplomacias”, la diplomacia económica se encuentra dentro de las actividades que realizan las entidades del sector público.

Pigman (2010), en su libro Contemporary Diplomacy, distingue dos funciones esenciales de la diplomacia económica: una es el monitoreo del cumplimiento de acuerdos comerciales y la segunda es la promoción de exportaciones y la marca de lugar, misma que ayuda también a incentivar las inversiones. Cada vez es más común ver la cooperación entre los Estados (a través de los ministerios de comercio o las oficinas especializadas) y las empresas a fin de promover información específica sobre los productos, como la calidad o el precio. Esto puede hacerse a través de ferias internacionales, marketing directo y marcas nacionales.

En su momento, el organismo ya desaparecido ProMéxico estaba destinado a realizar estas actividades, sin embargo, desde 2018, dichas tareas fueron integradas a las funciones de las embajadas y consulados mexicanos.

En muchos sentidos, la diplomacia económica hoy en día es muy similar a administrar una organización que compite en la economía global, ya que la importancia de asegurar el bienestar de la población es un objetivo primordial de los estados. México es una economía que lleva tres décadas completamente integrada al sistema económico global, por ello, es indispensable el diseño de una diplomacia económica encaminada a garantizar que el país se mantenga competitivo en el comercio internacional y atractivo para la IED que genere empleo digno y tenga un verdadero impacto en la mejora de la calidad de vida de los mexicanos.

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Por tercera ocasión en su administración, el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) realizó una gira internacional. En esta vez, el mandatario asistió a Washington a la IX Cumbre de Líderes de América del Norte con sus homólogos Joe Biden y Justin Trudeau. Unos días antes, había asistido a una reunión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, ahora que México preside ese organismo. En julio de 2020, el presidente mexicano había visitado a Donald Trump para conmemorar la puesta en vigor el nuevo Tratado México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC). Los tres viajes fueron a Estados Unidos, lo que implica la prioridad que tiene ese país para la política exterior de México.

A esta altura (mitad del sexenio), varios presidentes llevaban una gran cantidad de visitas al exterior. Por ejemplo, a finales de su tercer año de gobierno, Salinas de Gortari ya había hecho 43 viajes internacionales, Ernesto Zedillo 29, Vicente Fox 57, Felipe Calderón 56 y Enrique Peña Nieto 36. Existe una diferencia abismal entre las salidas de AMLO en comparación con sus antecesores, lo que demuestra el poco interés del actual mandatario en la política exterior.

Los viajes internacionales de los presidentes se convirtieron en una tradición a partir del presidente Adolfo López Mateos (1958-1964). El entonces mandatario realizó un total de 18 giras por diferentes partes del mundo, como fueron América del Norte, América Latina, Europa y Asia. De hecho, López Mateos (ALM) fue el primer presidente mexicano en pisar, en funciones, Europa, América Latina y Asia. Sus antecesores (Porfirio Díaz, Ávila Camacho y Miguel Alemán) solamente habían hecho visitas de trabajo a Estados Unidos y Ruiz Cortines había asistido a una reunión a Panamá. Con ello, ALM iniciaba la práctica de la diplomacia presidencial, en donde el jefe del Ejecutivo atendía personalmente los temas de la política exterior de México y los viajes internacionales representaban una de las actividades más relevantes.

En el siguiente sexenio, Gustavo Díaz Ordaz solamente realizó 10 giras por el mundo, principalmente en Centroamérica y Estados Unidos. Parecía que al entonces mandatario no le interesaban los asuntos externos. Sin embargo, Luis Echeverría le dio un giro importante a la diplomacia presidencial puesto que realizó en total de 41 visitas, incluyendo África y Medio Oriente. La distensión de la Guerra Fría, las dificultades económicas y el interés de Echeverría de ganar el premio Nobel de la Paz y de convertirse en el secretario general de la ONU explican el activismo internacional del sexenio. Por su parte, López Portillo no se quiso quedar atrás de su antecesor inmediato y, apoyado por la riqueza petrolera del país, llevó a cabo 27 viajes internacionales. Miguel de la Madrid efectuó solamente 23 visitas. La crisis económica de los años ochenta impactó las posibilidades de una mayor proyección al exterior.

A partir del sexenio de Carlos Salinas de Gortari (CSG), las visitas de Estado y de trabajo a diferentes naciones se convirtieron en una práctica recurrente de la política exterior de México. El entonces mandatario buscaba incluir a México entre las naciones desarrolladas. Así, su administración firmó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en 1992, se unió al Foro de Cooperación Económica del Pacífico (APEC por sus siglas en inglés) e ingresó a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), el club de los países ricos. En este contexto, CSG realizó 63 viajes internacionales. Para entonces, la diplomacia presidencial mexicana estaba en su apogeo. En el siguiente sexenio, Ernesto Zedillo realizó solamente 42 giras por el mundo. La crisis de 1994, conocida como el error de diciembre, afectó las posibilidades de una mayor proyección internacional de México en esa época.

En el año 2000, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) perdió, por primera vez en setenta años, la elección presidencial. Vicente Fox llegó a la primera magistratura del país bajo las siglas del conservador Partido Acción Nacional (PAN). El bono democrático le permitió a Fox desarrollar una amplia diplomacia presidencial, al llevar a cabo un total de 114 giras internacionales, el mayor número en la historia de la política exterior de México. La alternancia política tuvo un impacto significativo en esta actividad. Por su parte, su copartidario, Felipe Calderón, realizó 89 viajes al exterior. Fue un número menor en comparación con el sexenio anterior, pero de todas maneras el número era muy alto. En los inicios de su sexenio, el panista no tuvo oportunidad de dedicarle mucho tiempo a esa actividad debido a las demandas de fraude electoral y a la violencia que se desató por la guerra contra las bandas de narcotraficantes.

Con el breve regreso del PRI en 2012, el número de visitas también fue muy alto. Enrique Peña Nieto efectuó un total de 87 giras por todo el mundo. Sin embargo, con la llegada de López Obrador a la presidencia en 2018, la diplomacia presidencial tuvo un serio retroceso. Hasta el 19 de noviembre de 2021, AMLO solamente contabilizaba tres viajes internacionales. El primero fue en 2020 a Washington DC para visitar a Donald Trump y conmemorar la entrada en vigor del nuevo Tratado entre México Estados Unidos y Canadá (T-MEC). La opinión pública mexicana criticó esta gira porque existía la interpretación de que AMLO estaba apoyando la reelección de su homólogo. La ausencia del primer ministro canadiense en la reunión abonó a esa acusación. Incluso, los demócratas consideraron que AMLO se estaba inclinando por el republicano.

La segunda salida del actual presidente fue el 9 de noviembre pasado. Andrés Manuel López Obrador asistió a la sesión del Consejo de Seguridad de la ONU, en la cual México ocupa un asiento no permanente y durante noviembre presidirá los trabajos de ese organismo. El mandatario aprovechó la ocasión para presentar un Plan Mundial de Fraternidad y de Bienestar, con el cual se busca reducir la pobreza en el mundo y mejorar las condiciones de vida de la población del planeta. Por su parte, el representante ruso comentó que el Consejo de Seguridad no era el foro idóneo para presentar ese tipo de propuestas. Sin embargo, AMLO y la Secretaría de Relaciones Exteriores comentaron que México presentaría la iniciativa en el marco de la Asamblea General de la ONU. La propuesta de AMLO es similar a la Carta de los Derechos y Deberes Económicos de los Estados que presentó Luis Echeverría en los años setenta. Varios sectores sociales han criticado a AMLO por el carácter idealista de su iniciativa. Sin embargo, no es un ejercicio ocioso el hacer este tipo de planteamientos. Desde la perspectiva del presidente, México se debe posicionar en el ámbito internacional para influir en un sistema más equilibrado. Pero lo más probable es que AMLO tenga poca receptividad por parte de las potencias económicas del orbe sobre el asunto.

Viajes internacionales presidenciales
(1958-2021)


Elaboración propia

En su tercer viaje, AMLO acudió a la IX Cumbre de Líderes de América del Norte en Washington DC el 18 de noviembre. La reunión fue una idea de Joe Biden con el propósito de reactivar el diálogo trilateral, luego de que Donald Trump lo interrumpió. López Obrador aceptó asistir personalmente y no enviar a su secretario de Relaciones Exteriores. La cita fue importante para retomar una visión tripartita en América del Norte para enfrentar los retos generados por la pandemia del Covid 19. En el marco de la cumbre, los tres gobiernos mostraron interés en establecer los mecanismos necesarios para promover el crecimiento económico de la región y aprovechar el marco del T-MEC para fomentar el comercio y las inversiones. Asimismo, la seguridad, migración, energía y medio ambiente estuvieron presentes en la agenda de discusión. Estos temas representan los asuntos de mayor relevancia e interés para los gobiernos y las sociedades de los tres países.

La cumbre trilateral no generará en automático soluciones mágicas para los problemas de América del Norte; pero sentará las bases para una cooperación trilateral. El foro abre las puertas para que los tres líderes se involucren en los asuntos regionales. Anteriormente parecía que en América del Norte existían dos relaciones bilaterales (México-Estados Unidos y Canadá-Estados Unidos.). Con la reactivación de la cumbre, se abren las posibilidades para generar una relación trilateral en la región. En el caso de México, la reunión puede producir espacios de negociación con Estados Unidos al incluir en la fórmula a Canadá. Asimismo, este foro abre la posibilidad para que López Obrador retome el asunto de la diplomacia presidencial con más interés, por lo menos en América del Norte.

Con AMLO, la diplomacia presidencial ha sufrido un retroceso serio y muy significativo. México puede perder oportunidades que normalmente se logran en reuniones de alto nivel. López Obrador no ha asistido a cumbres del G20 y otros foros globales. Prefiere dejar que Marcelo Ebrard, el secretario de Relaciones Exteriores, se ocupe de esas responsabilidades. En este caso, AMLO prefiere atender directamente las necesidades relacionadas con la política interna. Sin embargo, es necesario que el actual presidente asuma su papel como jefe de Estado y asista de manera personal a los foros y reuniones de alto nivel. El interés nacional de México lo demanda.

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