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Interpretar correctamente el valor estratégico de la región de Asia-Pacífico es clave para entender los alcances que tiene en las nuevas dinámicas internacionales del siglo XXI. Con el foco en las economías más líderes de la región, China, Japón, India y Corea del Sur, los aspectos económicos, comerciales y financieros, son los principales ejes sobre los que recae la importancia estratégica para entender las motivaciones e intereses de un país, como México, de perfilar su maquinaria política, diplomática y económica hacia el estrechamiento de relaciones bilaterales que privilegien el desarrollo multifactorial de ambas partes. Así pues, México, un país con perspectiva global, identifica a Asia-Pacífico como un mecanismo oportuno para la diversificación de sus relaciones comerciales ante las robustas dependencias con Norteamérica, y paulatinamente, evitar concentrar sus relaciones comerciales con un solo país en el mundo.

En este orden de ideas, este ensayo tiene como objetivo analizar la relación de México con la región de Asia-Pacífico y las razones por las que no han llegado a consolidarse fehacientemente. El argumento central es que México, atendiendo las dinámicas del sistema internacional prevalecientes en la segunda década del siglo XXI, necesita aplicar los instrumentos, estrategias y recursos que ha construido durante los últimos años, con la intención de acotar los vínculos entre México y Asia-Pacífico y, lograr así, una descarga en las relaciones comerciales de México con Estados Unidos, principalmente. El texto está dividido en tres partes. La primera expone el valor estratégico de la región de Asia-Pacífico, así como su lugar en el sistema internacional. La segunda parte identifica los esfuerzos multilaterales que el gobierno de México ha emprendido en su acercamiento con la región de Asia-Pacífico. Como tercera parte, el ensayo reflexiona las limitantes que han existido en el intento de impulsar un mayor acercamiento con la región. Finalmente, este trabajo concluye con las consideraciones finales del autor.

El valor estratégico de la región de Asia-Pacífico y su lugar en el sistema internacional

El espectro de Asia-Pacífico integrado por diferentes esquemas económicos, políticos, culturales, lingüísticos y geográficos, no hace limitativo el espíritu esperanzador que irradia ante los ojos de la comunidad internacional. Aunque existen diferencias y múltiples formas de percibir la vida económica, política, social y cultural de los países pertenecientes a esta zona geográfica, es distintiva, de manera generalizada, la capacidad económica, industrial, financiera y productiva con la que se desempeña para posicionarse como el espacio asiático más dinámico y con mayor prosperidad para los Estados inherentes a esta zona, y para todos aquellos con quienes logren vincularse económicamente. El avance y la sintonización en una visión de un bloque naturalmente unido y con intereses bien definidos, también es una caracterización del ímpetu con el que cuenta el Asia-Pacífico.

Desde finales del siglo XIX la región de Asia-Pacífico fue tomando un definido impulso en la esfera económica. Los avances tecnológicos e industriales permitieron aumentar la capacidad de exportación, y las demandas de bienes de capital y de consumo las de importación, descargando en el aumento de los flujos comerciales de la región con otras regiones competitivas y dinámicas del mundo. Así, la región de Asia-Pacífico se ha convertido en una de las más dinámicas del mundo por sus significativas tasas de crecimiento y participación en el comercio internacional, y por ser una de las grandes exportadoras de capitales del mundo.

Uno de los elementos que sigue catapultando a esta región como un importante centro de movilización de activos económicos, es la cantidad de personas que alberga, pues, tan sólo dos países, China junto con la India, suman más de dos mil ochocientos millones de personas, lo que representa aproximadamente un tercio de la población mundial actual, según la información más reciente del Banco Mundial. Por otra parte, sus flujos del comercio global son altamente significativos, al igual que su importante contribución al PIB mundial.

Es importante subrayar que los esfuerzos multilaterales de concertación política y económica en esta región, como el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacifico (APEC, por sus siglas en inglés), el Tratado Integral y Progresivo de Asociación Transpacífico (CPTPP, por sus siglas en inglés), o la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN, por sus siglas en inglés) funcionan como articuladores y facilitadores para converger sobre los ejes temáticos a enfatizar en la agenda regional e internacional. La mayoría de estos espacios multilaterales han sido formulados en conjunción con lideres occidentales, Estados Unidos, Reino Unido y la Unión Europea, permitiendo que los lazos se robustezcan entre las partes involucradas y se dinamicen los intercambios comerciales, financieros, tecnológicos, sociales, culturales, y demás esferas temáticas importantes para la globalización.

Ciertamente, por la estrategia multidimensional que significa Asia-Pacífico, la región está siendo objeto de disputas entre los gigantes económicos, por China y Estados Unidos. Sus actividades están enfocadas a ensancharse en los principales foros y mecanismos multilaterales, así como en el acercamiento bilateral con bloques de países reacios a adoptar posturas afines a sus intereses.

Esfuerzos multilaterales de México para su acercamiento y profundización con Asia-Pacífico

Desde finales del siglo XIX, con el auge del capitalismo estadounidense, el mundo apropió a la globalización como una de sus nuevas formas de concebir el plano de la economía y el comercio internacional. La puesta en marcha de procesos integracionistas y de esfuerzos políticos por liberalizar el comercio internacional rindieron sus primeros frutos con la consolidación de numerosos tratados de libre comercio entre países o bloques de países, permitiendo armonizar a la economía y al comercio internacional de una manera tan positiva que incluso hasta nuestros días, sigue manteniendo ese espíritu con el que nació hace casi 40 años. México no quedó exento de ello. Siguiendo la tradición política en temas de política exterior, el Estado mexicano modernizó sus instituciones y, mediante ambiciosas estrategias y grupos de trabajo, logró edificar acuerdos de libre comercio con los principales actores, regiones y bloques económicos del globo, incluyendo Norteamérica, la Unión Europea, y más recientemente, Asia-Pacífico.

Como en todo esquema organizacional de relaciones comerciales, los contactos de México con Asia-Pacífico comenzaron con el análisis y estudio de los potenciales socios comerciales más robustos en la región. China, Japón, India y Corea del Sur perfilaron como los ejes rectores sobre los que se fijaría la maquinaria diplomática mexicana para entablar relaciones que profundizaran los beneficios de ambas partes. Asimismo, el seguimiento a las organizaciones e instrumentos políticos regionales de la zona, con miras a penetrar en ellas, figuró como una estrategia paralela a la del establecimiento de relaciones bilaterales.

La ruta de acción formal hacia la inserción de México en Asia-Pacífico inició con el ingreso de México en el APEC, en 1993. A partir de ahí, el gobierno mexicano aplicó estrategias de negociación internacional para conseguir un ingreso formal a otros mecanismos multilaterales importantes, el TPP (predecesor del CPTTP). Asimismo, existen otros más que fueron ideados para complementar a las economías de la cuenca del pacifico, como la Alianza del Pacífico, y unos más, no tan formales, con la intención de concertar economías emergentes en donde México comparta agenda con países de condiciones similares, como el grupo México-Indonesia-Corea del Sur-Turquía-Australia (MIKTA, por sus siglas en ingles). El ingreso del país a estos mecanismos constató los beneficios de estrechar lazos con la región asiática.

La relación de México con Asia-Pacífico está definida, grosso modo, por el comercio y la inversión extranjera directa (IED). Como señalan José León y Eduardo Tzili, “el nuevo estadio de la relación no se debe tanto a los efectos de una planificación deliberada de México para diseñar una nueva inserción internacional, sino más bien al auge asiático […] de las últimas décadas”. Además, la importancia de modernizar y profundizar las relaciones multilaterales con una región dinámica, competitiva y próspera es el foco que todos los actores del sistema internacional debieran plantearse si su deseo es participar en la conformación de agendas en temas de comercio, inversión, productividad, finanzas y tecnología que, en consecuencia, impacten positivamente en los Estados-naciones.

De manera concreta, las líneas que definen las áreas de oportunidad de México en la región del pacífico asiático son enunciados acertadamente por el embajador Carlos de Icaza, afirmando que la región ofrece múltiples oportunidades no sólo por su dimensión o el número de países que la integran, sino también por su acelerado crecimiento, lo que beneficiará enormemente las exportaciones mexicanas, en particular las de áreas estratégicas como la de vehículos y autopartes, el sector aeroespacial, la de dispositivos médicos, la de equipos eléctricos, la de cosméticos y las de tequila, mezcal y cerveza, y, en el ámbito agropecuario, la exportación de aguacate, moras, carne de res, carne de cerdo, pollo y huevo y jugo de naranja, entre otros bienes.

Reflexiones sobre las limitantes en el acercamiento con la región de Asia-Pacífico

México mantiene una alineación multifactorial con occidente, especialmente con sus socios norteamericanos. El histórico apego que México mantiene hasta la actualidad tiene sus raíces en los aspectos geográficos, geopolíticos, sociales, culturales, históricos, económicos, y comerciales. Este último, engrosado por el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en vigor desde 1994, hasta su modernización con el Tratado México-Estados Unidos-Canadá (TMEC). La presencia de este tratado reafirmó el férreo papel que desempeña Estados Unidos sobre México, no solo en la esfera comercial, sino en rubros colaterales, como en los ideológicos, sociales, políticos, culturales, etcétera.

Un acercamiento vertiginoso, decidido y pronunciado a Asia-Pacífico significaría activar las alarmas estadounidenses sobre México y presionar, a través de aranceles u otras formas políticas de coacción, con el fin de mermar el acercamiento asiático. En la renovada confrontación Este–Oeste liderada por Estados Unidos versus China, principalmente, existen choques de intereses y visiones sobre quién debe controlar el poder mundial. Con esta visión, cobran mayor sentido los argumentos que motivan a impulsar los esfuerzos para lograr una efectiva diversificación de relaciones comerciales.

Es importante apuntar que la presencia diplomática de México en la región de Asia-Pacifico es débil.

Por otra parte, es importante apuntar que la presencia diplomática de México en la región de Asia-Pacifico es débil. Al respecto, existen doce embajadas, tres consulados generales, y una oficina de enlace en Asia-Pacífico, según datos recientes del gobierno de México. Una presencia diplomática endeble no permite la construcción de puentes que resulten en aumentar los intereses de cooperación con México. El camino hacia una mayor presencia en la región comienza con el posicionamiento de representaciones diplomáticas del Estado mexicano en áreas estratégicas y que aporten al interés nacional. Aumentar las misiones diplomáticas en Asia-Pacífico empuja y consolida la cooperación bilateral y multilateral con socios clave en la región, además, de que permite difundir el nombre y el quehacer de México en la zona. Desde esta perspectiva, es importante incluir a la diplomacia cultural como una destacada estrategia de poder suave en las relaciones exteriores del país, organizada desde misiones diplomáticas enfocadas en el Asia-Pacífico.

Los esfuerzos y trabajos que México ha alcanzado en Asia-Pacífico necesitan de continuidad institucional. La necesidad de una política exterior proactiva que comprenda el interés nacional en la región, y que mantenga una visión de Estado, por encima de una de gobierno, es el requerimiento base que debe de prevalecer en el imaginario colectivo del sistema político mexicano.

La primera etapa en la relación de México con el Asia-Pacifico fue, en términos generales, la inserción en los principales foros y mecanismos multilaterales de la región, como el APEC o el CPTPP; la segunda etapa, fue el acercamiento bilateral con algunos de los diferentes socios clave en la región, como China y Japón; y la tercera etapa, es la de aprovechar todos esos espacios bilaterales y multilaterales para seguir profundizando vínculos con los países del pacifico asiático, y viceversa. México es un país con muchas ventajas competitivas, posee ricos recursos naturales a lo largo y ancho de su territorio, tiene una posición geográfica privilegiada al ser bioceánico y compartir frontera con Estados Unidos, y es la segunda economía más sólida de América Latina, tiene vinculación con zonas económicamente estratégicas en el mundo, como con Norteamérica y la Unión Europea.

En suma, desde el siglo pasado, México identificó acertadamente a Asia-Pacífico como una de las regiones con tendencia a dinamizarse económicamente en los próximos años. La competitividad, los flujos comerciales regionales e internacionales, y el desarrollo de industrias clave en tecnología, fueron los elementos necesarios para posicionar a esta zona como el destino al que México tenía que voltear a ver si su motivación, y necesidad, era la de diversificar sus relaciones comerciales respecto con los gigantes occidentales. Los esfuerzos y trabajos que logró la diplomacia mexicana se materializaron en el ingreso del país a mecanismos políticos y económicos de Asia-Pacifico, como el APEC o el CPTTP, en donde se le otorgó la capacidad de compartir puntos de coincidencia en temas de comercio y de inversión, fundamentalmente. Aprovechar esas oportunidades existentes necesita de una visión horizontal, donde prevalezca el interés de diversificar las relaciones comerciales ante la ya peligrosa dependencia comercial con Estados Unidos.

México tiene retos importantes para poder consumar una plena diversificación de relaciones comerciales más allá de occidente. Sin embargo, los nuevos comienzos siempre inician con algo; las realidades del sistema internacional están cambiando estrepitosamente y ya hay transiciones en los tradicionales polos económicos de poder para dirigirse a escenarios nuevos y dinámicos. La necesidad de México de diseñar una política exterior proactiva encaminada a Asia-Pacífico, que contemple poderosas estrategias, como la multiplicación de sus representaciones diplomáticas en la región, con una aplicación conjunta de poder suave, mediante la diplomacia cultural, y la difusión de sus ambiciones en la agenda regional, serán motores que acrecienten los esfuerzos para darle continuidad y profundidad a la relación de México con la región de Asia-Pacífico.

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Wednesday, 23 March 2022 17:36

Ucrania y la nueva Doctrina Truman

En marzo de 1947, el presidente estadounidense Harry Truman pronunció el discurso que sentó las bases de la política de contención anticomunista característica de la política exterior estadounidense durante la Guerra Fría. Desde entonces, Washington se asumió como el defensor del “mundo libre” en lucha contra los regímenes izquierdistas totalitarios encarnados por la extinta Unión Soviética. Hoy día, Joe Biden parece estar dispuesto a lanzar una nueva cruzada estadounidense en favor de la libertad y la democracia, valores occidentales amenazados por el ascenso de lo que él llama “las autocracias”. Como el lector informado recordará, a comienzos de este año el mandatario estadounidense mencionó a Rusia y a China como dos autocracias controladas por individuos ambiciosos que imponen su voluntad a las grandes mayorías, tras acusar al ex presidente Trump de distorsionar los valores políticos de Estados Unidos al instigar el “asalto al Capitolio” ocurrido a comienzos de 2020.

En aquella alocución, Biden señaló que Estados Unidos está viviendo un punto de inflexión en su historia al asistir a una lucha entre la democracia y la autocracia, tanto dentro del país como hacia el exterior. Biden rechazó a los individuos que aspiran a ser dictadores, a los cuales exhortó a enfrentarles con determinación, ya sea que se trate de Donald Trump o Vladimir Putin. Un mes después de pronunciado dicho discurso, la invasión de Rusia a Ucrania—completamente condenable, pues representa un abuso por parte de una potencia en contra de un país libre—está brindando a Biden la oportunidad de erigirse en el nuevo paladín de la libertad y la democracia en el mundo: Además de permitirle mejorar su deteriorada imagen ante el electorado estadounidense y sanar las heridas abiertas por la administración Trump entre los aliados europeos de Estados Unidos, Biden está utilizando el conflicto ruso-ucraniano para trazar nuevas líneas divisorias en el mundo, ya no entre el capitalismo y el comunismo como ocurrió durante la Guerra Fría, sino esta vez entre la democracia y las autocracias.

Por ello, 2022 podría representar el comienzo de una nueva orientación en la política exterior estadounidense, dejando atrás la “lucha contra el terrorismo” impulsada desde 2001, contienda tan polémica y ambigua que podría ser eclipsada por una rivalidad donde los enemigos de Estados Unidos vuelven a tener un nombre y personalidad concretos. Habrá que ver si los recursos presupuestales de Estados Unidos en el siglo XXI son suficientes para apuntalar un nuevo liderazgo estadounidense para Occidente cuando la situación de Washington ya no es la misma que ostentaba tras el fin de la II Guerra Mundial, pues ha quedado claro que su economía no es tan fuerte como antes y que su superioridad militar no es suficiente para alcanzar la victoria en conflictos focalizados como el de Afganistán, ya no digamos en campañas que impliquen un despliegue sostenido de fuerzas por todo el planeta.

Además, está por verse si Washington podrá hacer frente a la dupla Moscú-Beijing que ha apostado por la construcción de un orden multipolar para el mundo del siglo XXI, especialmente si consideramos que tanto Rusia como China poseen arsenales nucleares cuya utilización podría también provocar la extinción de Estados Unidos, justo como en la carrera armamentística entre estadounidenses y soviéticos que definió a la Guerra Fría. En este escenario, resulta inquietante que Washington agregue tensión a un mundo ya plagado de distintas dificultades más aún cuando la actual retórica de Biden podría suponer un enfrentamiento directo con dos potencias nucleares muy poco dispuestas a recibir ordenes o lecciones por parte de Estados Unidos, más cuando el presidente Biden acaba de apremiar a China para que defina el bando que habrá de elegir en la guerra entre Rusia y Ucrania, la cual bien podría constituir el primer gran episodio de esta nueva confrontación global anunciada por Washington.

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Hablar de la relación entre México y la República Popular China (en adelante China), implica remembrar los esfuerzos que ambas naciones han celebrado desde 1972, cuando el entonces presidente mexicano Luis Echeverría Álvarez y su homólogo en China, el presidente Mao Zedong, decidieron sumar esfuerzos y formalizar las relaciones comerciales de estos países.

El vínculo ha sido fructífero. México, como muchos otros países, ha consolidado su comercio exterior, con un énfasis particular en China. Esto puede observarse por ejemplo a través de la balanza de pagos que muestra un resultado deficitario que evidentemente responde a la incesante actividad comercial con este país. Sin embargo, del otro lado, China presume un superávit frente a México. En este sentido, las lecciones no se hacen esperar, tal es el caso de Faure y Fang, quienes desde 2008 atribuían el superávit de China a las tazas de ahorro, el bajo nivel de consumismo y en general al autocontrol de la población China.

Por su parte México, en su lucha de diversificación de mercados, ha presentado un acercamiento a Asia, en donde la jugada se ha tornado en mucho comprar y poco vender. La bandera deficitaria para México corresponde a China, que lo convierte en su tercer socio comercial, solo debajo de Estados Unidos y Canadá.

Traducido en porcentajes, en 2019 las exportaciones de México hacia China fueron de un 1,85%, superado por Canadá con un 4,43% y Estados Unidos que típicamente tiene la delantera con un 75,1%. Por otro lado, la procedencia de las importaciones mexicanas tiene una correlación directa con Estados Unidos ocupando un 54,4%, mientras que China avanza al segundo lugar con un 14,4% del total, al que claramente se puede atribuir el déficit de la balanza de pagos de México con China (OEC, 2022).

Sobre el tintero hay buenas intenciones en la relación de estos dos países, ya que se prevé seguir fortaleciendo la comercialización y las inversiones. Adicional a esto, México debería observar y aprender del sistema de innovación de China con el objetivo de desarrollar el propio. Un buen punto de partida sería identificar la estructura de las estrategias de planeación que presenta China, que entre sus principales características destaca 1) planeación a largo plazo, y 2) continuidad en los planes y evaluación de las metas con sus respectivas consecuencias sobre el incumplimiento de las mismas. Otro aspecto a destacar es el énfasis de China sobre la inversión extranjera directa que propicia la transferencia y derrama tecnológica, y por supuesto el desarrollo de las ciencias, mientras que México continúa centrado en el sector manufacturero como eje principal en la industria.

Estos escenarios auguran para ambos países una prolongación de la relación bilateral, extendida ya no solo hacia temas de importación y exportación de productos y servicios además de las inversiones, sino que se extrapola hacia otros campos como lo es la diplomacia científica y académica, en donde se presagia un fortalecimiento entre instituciones educativas que sin duda fomentarán un acercamiento muy enriquecedor para ambos países.

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Faure, G. O., & Fang, T. (2008). Changing Chinese values: Keeping up with paradoxes. International business review, 17(2), 194-207.
Observatorio de Complejidad Económica (10 de marzo del 2022). México. https://oec.world/es/profile/country/mex?latestTrendsFlowSelectorNonSubnat=flow1

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En la primera década del siglo XXI, se desarrollaron distintos mecanismos de integración regional latinoamericana y caribeña, en los que, sobre todo los países sudamericanos buscaron ganar espacios de autonomía en la geopolítica regional respecto a la hegemonía estadounidense. Desde entonces, el panorama regional se ha reconfigurado y en la segunda década del siglo XXI la turbulencia política ha paralizado a la mayor parte de los procesos regionales de la década anterior. De ahí que surja la pregunta sobre ¿cómo se posiciona México en la geopolítica de la integración regional del siglo XXI? La hipótesis que guía este texto estriba en el hecho de que la situación geopolítica de México dificulta sus posibilidades de responder oportunamente a los cambios internacionales para articular e instrumentar un posicionamiento internacional más beneficioso de acuerdo con su interés nacional. Ante ello, con el fin de dilucidar esa hipótesis de trabajo, a continuación, se hace un breve esbozo sobre la geopolítica de la integración regional mexicana en la segunda década del siglo XXI.

El regionalismo debe comprenderse como aquella tendencia que integra a las regiones mediante la cooperación entre los gobiernos que dirigen sus procesos económicos, políticos y sociales sin perder su autonomía, pero contrayendo compromisos formales entre ellos, con el fin de alcanzar objetivos colectivos que no podrían conseguirse individualmente por falta de recursos y capacidades (Closa, 2016: 1). Una característica del regionalismo de América Latina y el Caribe es que, históricamente, ha evitado las estructuras de integración más rígidas de soberanía mancomunada, optando, más bien, por la cooperación intergubernamental, para lograr mayor capacidad estatal con la cual negociar en los sistemas hegemónicos mundiales (Petersen y Shulz, 2018: 121). Por eso, Tomassini (1981) decía que no basta estudiar la política exterior de los países, si no se adopta como punto de partida el análisis y el funcionamiento del sistema internacional considerado en su conjunto.

Así, a comienzos de la segunda década del siglo XXI, el gobierno mexicano que mantenía la continuidad con las políticas neoliberales de la década de 1990 tomó el liderazgo para conformar con otros Estados de perfil similar, la Alianza del Pacífico, con el fin de realizar una integración profunda en la floreciente región del Asia Pacífico, revalidando el comercio al servicio de la integración (Prado y Velázquez, 2017). Los países que conformaron esa alianza también mantenían tratados de libre comercio firmados con los Estados Unidos, por lo que dicha iniciativa no tardó en articularse con los proyectos estadounidenses que buscaban contener las proyecciones económicas mundiales de China. De ahí que se haya sospechado sobre la utilidad geopolítica de la Alianza del Pacífico como mecanismo de contención de otras iniciativas de integración de corte más progresistas, contrapuestas a los intereses estadounidenses. Es por ello por lo que, los procesos regionales latinoamericanos y caribeños más recientes deben enmarcarse en los problemas de los Estados Unidos para mantener su hegemonía mundial, a partir de su crisis económica y de credibilidad patente desde la década de 1970, y el paralelo ascenso de China, que, desde entonces, se ha ido convirtiendo en el nuevo centro de la economía mundial (Arrighi, 2007).

El gobierno chino busca la autoridad internacional, al practicar la credibilidad estratégica con sus aliados (Xuetong, 2016). Por eso China, ha ido aumentando su presencia en el mundo y, en particular, ha reforzado sus alianzas estratégicas en la región de América Latina y el Caribe en lo que va del siglo XXI, prefiriendo para ello la interlocución de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), que por primera vez reúne a los 33 países de la región sin la presencia deliberada de los Estados Unidos, Canadá o alguna otra potencia extra regional. Este acercamiento se ha visto concretado en los Planes de Trabajo del Foro CELAC-China de 2015-2019 y de 2019-2021, con cientos de propuestas específicas de cooperación de largo plazo. Además, en 2018, el gobierno chino hizo la invitación explícita a los países miembros de la CELAC para sumarse a the Belt and Road Initiative, el megaproyecto de inversiones y financiamiento, que busca hacer girar a las regiones del mundo entorno a China, aprovechando su impulso económico y financiero.

En este panorama, a contracorriente del giro a la derecha en muchos países de la región, el gobierno de México viró a la izquierda tras la histórica victoria en las urnas del presidente Andrés Manuel López Obrador en 2018, pero a diferencia de los gobiernos de tendencia progresista de la década anterior, que replantearon sus relaciones exteriores con el fortalecimiento de alianzas regionales y subregionales desde una perspectiva geopolítica, en abierta oposición al Consenso de Washington, el nuevo gobierno mexicano mantiene una perspectiva más pragmática, bajo la idea de que “la mejor política exterior es la interior”, sin despegar su mirada de temas, de particular interés interno, vinculados con el exterior, como la migración y la reformulación del combate antidrogas, particularmente ligados a la histórica relación con los Estados Unidos (SEGOB-México, 2019). Aquí, por ejemplo, llama la atención que el gobierno mexicano haya expresado sus intenciones de revitalizar las relaciones con China, pero sin entrar the Belt and Road Initiative, lo cual refleja las tensiones propias de la geopolítica latinoamericana y caribeña, que ya no puede dejar de considerar la presencia china, sin abandonar sus vínculos históricos con los Estados Unidos.

En este contexto, la presidencia pro-tempore de México en la CELAC en 2020, y luego por motivos de la pandemia continuada en 2021, abrió la oportunidad al gobierno de López Obrador de encausar sus esfuerzos de política exterior para articularse con los países de la región, mejorar su diálogo político y la relación con los socios extra regionales, como China. En este panorama destaca el reciente eje entre México y el nuevo gobierno de tendencia progresista de Argentina, que mira a proyectarse en los espacios regionales como la CELAC, renovando las expectativas y el optimismo de reconstruir la integración latinoamericana y caribeña, entroncando con el proyecto de nuevo orden mundial al que apunta China. En estas condiciones, la política exterior del presidente López Obrador tiene el reto de acercarse más a China, para engancharse a los nuevos motores del crecimiento económico de la región Asia Pacífico, al mismo tiempo que encauce la estrecha relación que mantiene con los Estados Unidos para mejorar la competitividad de la economía mexicana en el mundo, además de aprovechar las redes socioculturales que mantiene con la Unión Europea y con el resto de los países de América Latina y el Caribe. En suma, México debe encausar sus esfuerzos para aprovechar la coyuntura de la geopolítica del siglo XXI.

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Referencias

Arrighi, Giovanni (2018 [2007]). Adam Smith en Pekín, Orígenes y fundamentos del siglo XX. Madrid, Akal.

Closa Carlos (2016). Governance structures and processes in integration organizations, Formalization of institutional credible commitments for governance. En: Closa Carlos, Casini. Lorenzo (coords). Comparative Regional Integration, Governance and Legal Models. United Kindom: Cambridge University Press, 1-153.

Prado, Juan Pablo y Velázquez, Rafael. (2017). La Alianza del Pacífico: comercio y cooperación al servicio de la integración. En Prado, Juan Pablo, Velázquez Rafael y Ochoa, Luis (eds). La Alianza del Pacífico, nuevo mecanismo de cooperación e integración latinoamericano. (págs. 63-86). AMEI-Fundación Konrad Adenauer.

Secretaría de Gobernación de México [SEGOB-México] (2019). Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024. Diario Oficial de la Federación, http://www.dof.gob.mx/nota_detalle.php?codigo=5565599&fecha=12/07/2019

Petersen Mark y Schulz, Carsten-Andreas (2018). Setting the Regional Agenda: A Critique of Post-hegemonic Regionalism. Latin American Politics and Society, 60(1),102-127.

Tomassini Luciano (1981). Falencias y falacias, notas sobre la evolución de las relaciones Norte-Sur. En Tomassini Luciano (selección). Las relaciones internacionales de América Latina. México: FCE, 41-62.

Xuetong Yan, (2016). Political Leadership and Power Redistribution. Chinese Journal of Internationalc Politics, 9(1),1-26.

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Desde el inicio del siglo XXI, el gobierno de la República Popular de China ha emprendido una serie de reformas con el objetivo de fortalecer a las distintas ramas que componen al Ejército Popular de Liberación, el brazo militar del Partido Comunista Chino que funge como las fuerzas armadas de ese país. Además de modernizar su armamento, invertir en el desarrollo de nuevos vehículos terrestres, marítimos y aéreos y reformar la estructura de las cinco ramas de servicio en las que se divide el Ejército Popular de Liberación1, en las últimas dos décadas se ha aumentado la capacidad de despliegue de las fuerzas armadas chinas tanto a nivel regional -en el este y sur de Asia- como alrededor del mundo.

La evidencia más clara de estos desarrollos se ha mostrado en el mar del Sur de China, en donde, desde inicios de la década de 2010, el gobierno de Beijing ha declarado que esta zona, históricamente, ha sido una bajo el control de su país.

El mar del Sur de China como un foco de tensión internacional

Además de que la situación en el mar del Sur de China ha enfrentado a la República Popular de China con sus vecinos en el sur y este de Asia2-quienes no están conformes con las acciones unilaterales que las fuerzas de Beijing realizan en esa zona-, el desarrollo de los islotes artificiales, la restricción a la libre navegación por este mar y las declaraciones de Beijing de que las incursiones extranjeras en esta zona podrían desencadenar un conflicto armado, es una situación que no ha pasado desapercibida para varios países fuera de la región. Mientras que en los últimos años de la segunda década del siglo XXI eran sólo los gobiernos de Estados Unidos y Australia los que reclamaban abiertamente el derecho de navegar estas aguas sin ninguna restricción, desde finales de 2020 otras potencias mundiales han declarado sus intenciones de actuar de forma directa en esta zona.

Ya sea a través de visitas de buena voluntad -como en el caso británico, quien anunció a finales de abril de 2021 que enviará a su nuevo portaaviones Queen Elizabeth en un recorrido alrededor del este y sur de Asia, lo cual implicará que dicha embarcación navegue por las aguas del mar del Sur de China-, una misión de reconocimiento en solitario -como lo propuesto por Alemania, cuyo Ministerio de Defensa declaró a finales de 2020 que enviaría una nave de su marina al este de Asia y posiblemente al mar de China Meridional- o con la realización de ejercicios navales conjuntos -como el planeado entre embarcaciones de la marina estadounidense, la armada francesa y las Fuerzas de Autodefensa Marítimas de Japón en y alrededor de una isla administrada por el gobierno de Tokio- muestran que la postura militar más activa de China y la complicada situación que ella ha provocado en los mares del sur de Asia poco a poco se está convirtiendo en un foco de tensión, ya no sólo de carácter regional sino a nivel mundial.

Análisis: ¿México es un país ajeno a esta situación?

Aunque el mar del Sur de China es una región geográficamente distante para nuestro país, las tensiones internacionales que están surgiendo en la zona no deben pasar desapercibidas para el gobierno mexicano. Estos problemas no sólo pueden generar un conflicto de carácter regional o internacional en Asia, sino que, en la búsqueda de aumentar la cooperación e interconexión con los países de la cuenca del Pacífico, embarcaciones y miembros de la Secretaría de Marina de México han participado en cuatro ocasiones en el ejercicio RIMPAC, organizado de forma bianual por Estados Unidos3, mostrando que la zona del Indo-Pacífico no sólo es una de interés para nuestro país, sino también ha servido para fortalecer a nuestras fuerzas armadas.

Lo problemático es que el tema de los conflictos en el mar del Sur de China es desconocido en México, pues nuestro gobierno, aprovechando la lejanía de esta región y el enfoque hacia Estados Unidos que nuestra política exterior ha manejado de forma tradicional, no ha emitido declaración alguna sobre esta situación, aunque ésta tiene la capacidad de desestabilizar una zona de gran importancia a nivel mundial.

La recomendación sería que tanto el gobierno mexicano como la Secretaría de Marina no ignoren los conflictos que se presentan en esta zona, no sólo para ayudar a fomentar dos de los principios normativos de nuestra política exterior -la solución pacífica de las controversias internacionales y la proscripción de las amenazas o el uso de la fuerza a nivel mundial-, sino, en el caso de nuestras fuerzas armadas, si buscan profundizar las buenas relaciones con sus contrapartes de la cuenca del Pacífico, no pueden ignorar este punto de tensión en el sur de Asia. No se propone que México intervenga de forma política o militar en este asunto, pero las instituciones de nuestro Estado no se pueden dar el lujo de ignorarlo.

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Notas

1 A inicios del siglo XXI existían sólo cuatro ramas de servicio de las fuerzas armadas chinas: las Fuerzas Terrestres del Ejército Popular de Liberación, la Armada del Ejército Popular de Liberación, la Fuerza Aérea del Ejército Popular de Liberación y el Segundo Cuerpo de Artillería, la sección encargada del mantenimiento y eventual despliegue del arsenal nuclear chino. En diciembre de 2015 la Comisión Central Militar estableció una nueva rama en el servicio, la cual actuaría en cuestiones cibernéticas y en un futuro, en el espacio exterior: Las Fuerzas de Apoyo Estratégico del Ejército Popular de Liberación. Al mismo tiempo, la Comisión Central Militar reconfiguró al Segundo Cuerpo de Artillería, convirtiéndolo en la Fuerza de Misiles del Ejército Popular de Liberación.

2 Los países que tienen acceso -y por ende reclamos legítimos- al mar del Sur de China son Brunéi, Indonesia, Malasia, Filipinas, la República de China (Taiwán), la República Popular de China y Vietnam. Además del reclamo por controlar esta zona marítima, el gobierno de Beijing mantiene disputas territoriales con los gobiernos de Vietnam -por el caso de las islas Paracel-, Filipinas -por el atolón de Scarborough- y con los otros países con presencia en el mar de China Meridional (con excepción de Indonesia) por las islas Spratly.

3 Es importante establecer que México ha sido invitado a participar en las ediciones de 2012, 2014, 2016 y 2018. En cada uno de estos ejercicios la Armada de México envió embarcaciones de nuestro país para que sus tripulaciones formaran parte y colaboraran con sus contrapartes de alrededor del mundo. Éstas fueron la nave de desembarco Usumacinta (participando en todos los ejercicios) y la embarcación de patrullaje Oaxaca -con un helicóptero AS565 Panther y un destacamento de infantes de marina- en el ejercicio RIMPAC 2014.

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Referencias

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