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Introducción

La estabilidad en el noreste asiático (NEA), definido como el área al norte del mar de China y adyacente al océano Pacífico, involucra a múltiples países cuyas interacciones afectan la seguridad internacional. China, Japón, Corea del Norte y Corea del Sur son actores principales en la región, con la participación de Estados Unidos y Rusia a nivel estratégico. En las últimas seis décadas, el NEA ha sido un foco importante de tensiones globales debido a la convergencia de potencias que influyen en el orden mundial.

Como respuesta a las amenazas y situaciones presentes en la región, los surcoreanos han generado distintas estrategias de contención, enfrentamiento o diplomacia, reflejadas a través de su política exterior. Ella es entendida como una herramienta que facilita las relaciones entre Estados y a través de la cual se crean mecanismos de contención o de empoderamiento. La República de Corea como un Estado con capacidades limitadas, podría considerarse como un país sin mucho peso para definir la estructura del sistema regional, pero se encuentra vinculada en uno de los conflictos que definen la seguridad del subcomplejo, es decir la inestabilidad en la península producto de la ultramilitarización norcoreana.

El periodo presidencial de Lee Myung Bak, de 2008 a 2013, supuso cambios sustanciales tanto en el espectro interno como en el panorama regional. La constante actividad militar y la nuclearización de Corea del Norte que representó una amenaza a la seguridad nacional de algunos de los Estados del NEA, especialmente Corea del Sur, provocó la renovación de su política exterior. Su enfoque conservador generó tensiones con actores regionales, reflejando un cambio en las relaciones de seguridad en el NEA. Su política estuvo caracterizada por buscar ser parte del escenario internacional, a través de un enfoque multidireccional, intentando influenciar de manera directa o indirecta la seguridad y estabilidad del NEA. También amplió su agenda de seguridad hacia otros ámbitos, al incluir algunos temas no convencionales, es decir una política multidimensional.

El presente trabajo de investigación pretende explicar la correspondencia de estos elementos en la estructura regional. La hipótesis que intentará sustentar este trabajo de investigación es que la política exterior del presidente Lee Myung Bak debilitó la seguridad de Corea del Sur en el Noreste Asiático, puesto que su enfoque multidireccional y pragmático provocó un aumento del grado de amenaza que suponía Corea del Norte.

Desarrollo

La seguridad es un concepto clave para las Relaciones Internacionales y existen diversas interpretaciones de lo que implica. La tradición realista y por ende, la perspectiva neorrealista considera la soberanía como un elemento fundamental para los Estados, ya que les brinda la capacidad de decisión por encima de cualquier otro ente y los ubica en igualdad legal frente a sus iguales (Jackson y Sorensen, 2010, p. 75). Desde la perspectiva de Morgenthau, por ejemplo, el concepto implica la defensa de la integridad tanto del territorio nacional como de las instituciones (Pérez Gil, 2000, p. 213). De acuerdo con Velázquez y González (2014), la seguridad de manera tradicional contempla la ausencia de amenazas tanto internas como externas, que puedan dañar la estructura de los Estados en cualquier nivel o ámbito (p. 220). Al final, todas estas interpretaciones comparten una visión tradicionalista en el ámbito de las Relaciones Internacionales.

El concepto de política exterior de acuerdo con Pearson y Rochester (2000) es el conjunto de procesos, prioridades y preceptos dictados por el gobierno nacional para establecer las bases de comportamiento de los Estados en el sistema internacional (p. 113). Es a través del modelo racional donde los gobiernos nacionales generan estrategias con base en metas y objetivos (Mingst, 1947, p. 119). La política exterior en este espectro es entendida en términos del interés nacional (Sarquis, 2005, p. 181) y con el fin de mantener la seguridad, tanto territorial como militar (Rothgeb, 1995, p. 37).

El aporte de Barry Buzan y Ole Wæver en en la seguridad cuestiona las propuestas más tradicionales del concepto de seguridad. Estos autores siguen una corriente expansionista, que toman una definición más amplia del concepto, al incluir nociones no consideradas hasta entonces, por ejemplo, “el narcotráfico, el terrorismo, la degradación del medio ambiente, la deuda y la pobreza, entre otros” (Cujabante, 2009, p. 102).

El concepto de la securitización acuñado por Ole Wӕver a finales de los ochenta y principios de los noventa, pero que vio la luz a través del libro Security: A New Framework of Analysis, publicada en 1998 junto con Buzan y con Jaap De Wilde (Verdes-Montenegro, 2015, p. 112), es un aporte recurrente en la concepción de seguridad de dichos autores. Este término ayuda a distinguir si un asunto es considerado simplemente político, o si es “una amenaza para la seguridad” (ibídem, p. 117). La securitización implica urgencia (Buzan et al., 1998, p. 29) y reconocimiento como amenaza en un acto discursivo e intersubjetivo (Verdes-Montenegro, 2015, pp. 117-118), pues no todos los Estados reconocen los temas de la misma manera. Por ejemplo, la disuasión nuclear y el crimen organizado son temas que no generan el mismo efecto en Corea del Sur y en México.

Los autores suponen que el sistema después del colapso de la estructura bipolar de la Guerra Fría da mayor énfasis en las dinámicas regionales, por lo tanto, las potencias a ese nivel toman un mayor auge (Buzan, 1991, p. 435). Para abordar las problemáticas de seguridad en todos los sectores, los autores Buzan y Weaver, en el libro Regions and Powers (2003), desarrollaron la concepción teórica denominada “complejos de seguridad regional”. Dicha teoría intenta explicar el actuar de los Estados dentro de un sistema regional. El enfoque de Buzan y Wæver refuerza el entendimiento de una estructura internacional donde los países son interdependientes con su entorno en temas de seguridad, lo que hace de las regiones una tendencia global. Parte fundamental de esta teoría es que a las regiones cuentan con suficiente tamaño e influencia para poder reflejar aquellas dinámicas globales difíciles de abordar a nivel internacional, pero tampoco limitados a este nivel, pues puede complementarse con el análisis global, interregional y local (Buzan y Wæver, 2003, pp. 8 - 10).

Cuando estos autores hablan del caso particular de Asia, entienden que al ser el continente más grande del mundo, goza de la mayor diversidad cultural, económica y política, por lo que es demasiado grande para ser estudiada como una sola región. Esto permite a los autores hacer una división que agrupa de acuerdo a su similitud geográfica, histórica, pero sobre todo a las relaciones de interdependencia en materia de seguridad. El NEA está categorizado como un subcomplejo de acuerdo con estos autores. Los principales intercambios en el NEA en temas de seguridad regional son desarrollados frente a cuatro temas básicos: 1) el ascenso chino y su influencia en la región que rivaliza con el status quo establecido por Estados Unidos, 2) el rearme japonés frente a la desconfianza histórica de sus vecinos, 3) las disputas territoriales y 4) la agresiva política de autoconservación norcoreana. Dentro de un régimen de seguridad como el que describe Buzan y Wæver (2003), donde las potencias son las que definen el tablero regional, un Estado pequeño como Corea del Sur tiene menores capacidades materiales, pero es a través del desarrollo de sus capacidades no materiales, de generar relaciones estratégicas y pragmáticas, así como de consolidarse como un país estable y en crecimiento, que consigue influir en la estructura regional (pp. 175 - 179).

El presidente Lee Myung Bak, como el tomador de decisión más importante desde 2008 y hasta principios de 2013, fue uno de los principales actores securitizadores de Corea del Sur. Sus propuestas buscaron incrementar las capacidades materiales y no materiales en la República de Corea. “Los conservadores volvieron al poder surcoreano con una propuesta de pragmatismo y promesas de recuperación económica”, como explica Snyder (2009, p.1). Sin embargo, enfrentaron un panorama difícil para su política exterior debido principalmente a tres situaciones. 1) A nivel internacional, la crisis económica y financiera comenzaba a hacer estragos en los mercados mundiales. 2) La estructura en el noreste asiático continuó su evolución, mientras que China como el gigante económico, asentado en un sistema político estable y que comienza a competir a nivel regional; Estados Unidos jugaba sus cartas para mantener la estructura imperante hasta el momento. 3) Los norcoreanos habían comenzado a realizar pruebas nucleares, lo que había alterado a todos los actores en la región. Sin embargo, un espacio tan importante como las Pláticas a Seis Partes tuvo que ser suspendidas en 2007 por desacuerdos entre los países celebrantes.

La doctrina de la política exterior de seguridad propuesta por el presidente Lee Myung Bak, también conocida como Doctrina MB, estuvo sustentada en los puntos que menciona Kim (2008): 1) una diplomacia pragmática basada en el interés nacional y no en la ideología, es decir, que el interés surcoreano sería el principal motor de acción de la política de seguridad por encima de las amenazas o los intereses extranjeros; 2) el énfasis en la “diplomacia asiática”, es decir, aprovechar y mejorar las relaciones con Japón, China, Rusia y la India, así como la cooperación con ASEAN, Australia, Nueva Zelanda y otros países de Asia Central; 3) Corea del Sur como una potencia cultural, es decir, el crecimiento de las capacidades de poder suave a través de la Ola coreana o Hallyu, con aspiraciones a “colocarse en un marco de cooperación cultural competitivo que traiga la reconciliación de los conflictos” (pp. 5 – 15).

A través de la iniciativa “Visión 3000” propone una posicionamiento rígido frente a este peligro. El resumen de dicha propuesta es que, mientras Corea del Norte renuncie a este tipo de armamento, tanto Corea del Sur como el resto de la comunidad internacional lo apoyarían en el desarrollo de su sistema económico, financiero, educativo y de bienestar, que a largo plazo los pueda llevar a una reunificación pacífica (Bechtol, 2010, p. 145).

La reforma de defensa 2020 fue el plan propuesto por el gabinete de Lee para actualizar y modernizar sus fuerzas militares surcoreanas, de tal manera que estuvieran preparados para una defensa nacional independiente. Aunado a esto, una alianza con EE. UU., basada en la amistad, pero a su vez con decisiones independientes de Washington, a través de una cooperative self-reliant defense fue sin duda uno de sus pilares (Lee, 2005, pp. 246 - 249). Es decir, la “búsqueda” de emancipación, reflejada en que las políticas de defensa y guiada por tres principios: 1) la gestión científica, a través de la modernización del sistema de defensa y con la adquisición de armamento más eficiente, así como mejor infraestructura en las tecnologías de la información y telecomunicaciones; 2) la gestión de alto nivel, es decir, mejorar los sistemas de defensa, para así poder reducir el número de fuerzas armadas; y 3) las reformas para economizar, buscando generar mayor efectividad a bajo costo, en la industria de defensa y otros ámbitos (Kim, 2008, pp. 5 - 15).

La propuesta original de la iniciativa 3000 hacia Corea del Norte, tuvo bastantes reacciones negativas por parte de los líderes surcoreanos de importantes organizaciones públicas y privadas, como los Chaebols, dueños de los grandes conglomerados. Hwan Lee (2014) explica que las políticas hardline tuvieron que amoldarse para satisfacer las demandas internas, haciéndolas un poco más flexibles para adecuarse a la demanda económica (sp). Mientras esto sucedía, en julio de 2008, un turista surcoreano fue asesinado por un soldado del ejército de la República Popular Democrática de Corea, en la zona turística del monte Kumgangsan, poniendo en una situación incómoda a la relación bilateral (Pinkston, 2016, pp. 75 - 79). Con la constante presión interna, no resultaba sencillo aplicar las políticas inicialmente propuestas contra el norte.

Corea del Norte también reaccionó de manera negativa ante las propuestas del presidente Lee Myung Bak. “La tensión por parte de los norcoreanos [fue] en aumento desde la toma de protesta del presidente Lee, ya que lo han acusado de traidor por tomar una postura desfavorable hacia los norcoreanos” (Lee, 2008, pp. 129 - 145). Dos pruebas durante el período conservador de Lee, una en mayo de 2009 y otra en febrero de 2013, justamente a unos días de terminar su periodo, el hundimiento del barco Cheonan y el bombardeo en la isla de Yeonpyeong retaron su dura política. No obstante, este periodo, coincidió con la llegada de Kim Jong Un, el nuevo líder norcoreano, que mediante dichas provocaciones “buscaba afianzar sus credenciales militares y el control político de ese sector” (Roldán, 2015, p. 241).

Estos sucesos despertaron el descontento y el sentimiento anti-norcoreano en la sociedad de Corea del Sur, pero también aumentó las críticas a la dura política del gobierno y su relación con Estados Unidos. Por otro lado, quienes estaban a favor de sus políticas inicialmente, consideraron insuficientes las declaraciones del presidente respecto a estos eventos, ya que los calificaron como suaves, totalmente contrarias a la propuesta inicial de cero tolerancia.

Para la República Popular China, mantener sus lazos con la República de Corea a pesar de los desencuentros con los norcoreanos era de vital importancia, ya que desde junio de 2008 buscaban mantener una “Asociación de Cooperación Estratégica” enfocada en la cooperación bilateral diplomática, económica y de seguridad, como un contrapeso a la alianza que estos mantenían con Estados Unidos (Konishi & Manyin, 2009, pp. 13 - 14). A grandes rasgos esta fue una medida que los chinos buscaron mantener, especialmente después de la llegada a la presidencia estadounidense de Barack Obama, quien tomó posesión en 2009, pues para ellos, su estrategia tenía la intención de “cercarla, limitarla o impedir su ascenso al rango de gran potencia” (Roldán, 2015, p. 224). Sin embargo por disputas en la declaración de Goryo como antigua provincia china, no se llegó a consolidar este lazo.

Otra preocupación mayor de los surcoreanos fueron los proyectos económicos que mantiene con Corea del Norte, el complejo vacacional del monte Kumgang, el complejo industrial o el tren intercoreano (Niksch, 2008, p. 11). Cualquier discrepancia o incluso amenaza de ataque con los norcoreanos genera conflictos de interés y la posibilidad de ruptura con estos negocios, un punto a considerar en la presión que los privados hacen de esta relación. La inversión por el complejo vacacional fue la más afectada, puesto que desde la muerte de un civil en 2008, fue cerrado indefinidamente a pesar de las constantes solicitudes de reapertura al gobierno surcoreano por parte de privados y del propio Corea del Norte. Para los inversores surcoreanos contar con mano de obra abundante y barata de los norcoreanos es primordial en esta relación comercial.

Conclusiones

En un esfuerzo por dar el siguiente paso en la consolidación de la República de Corea, el presidente Lee intentó generar políticas hacia su entorno que permitieran a los surcoreanos el reconocimiento regional e internacional. Los proyectos que fortalecieron la seguridad ambiental, al comprometerse a desarrollar una economía verde, el incremento en su poder suave a través del Hallyu, promover su participación en foros regionales, al sumarse en sus esfuerzos de seguridad del este asiático dentro del ASEAN, promover su imagen internacional, al ser sede del G-20 en 2010 o el Encuentro para la Energía Nuclear en marzo del 2012, y otras acciones de activismo parte de su propuesta Global Korea, como el desplegar cuerpos de paz o las iniciativas para la seguridad humana fueron grandes aciertos de su política exterior. Al promover esfuerzos multidireccionales, logró abarcar gran parte de los retos en los ámbitos de seguridad interna y estabilidad política, de reconocimiento internacional e incluso, algunos para la credibilidad regional.

Sin embargo, los contratiempos aparecieron al intentar llevar una política multidimensional. Aunque la intención del gobierno de Lee fue generar políticas enfocadas en la seguridad regional paralelas a la agenda tradicional norcoreana, en la realidad, su política fue limitada por las constantes amenazas norcoreanas y por la necesidad de afianzar la presencia estadounidense ante dichos chantajes. Al final, las acciones surcoreanas tuvieron que volver a concentrarse en Corea del Norte.

La política hardline del gabinete surcoreano hacia la República Popular Democrática de Corea, resultó en el incremento de provocaciones por los norcoreanos. La fallida visión 3000 no contempló la posibilidad de un vecino más hostil y renuente a renunciar al armamento. Y contrario a su propuesta inicial, para mantener la paz y evitar la confrontación directa, Lee Myung Bak solo realizó declaraciones públicas que reprobaban estos actos, y se valió en su relación con Estados Unidos.

La intención de un acercamiento estratégico con China y Japón, a través de una diplomacia asiática, fue una estrategia que Lee Myung Bak pensó que podría funcionar como un as bajo la manga. Tener de su lado a la potencia mundial y a las dos potencias regionales, le daría un mayor margen de negociación con Corea del Norte, mejor posicionamiento en el tablero e impulsaría mejores acuerdos regionales. No obstante, no sucedió de esta manera. Los conflictos territoriales y disputas históricas no permitieron llegar a un total acercamiento estratégico, derivado de la desconfianza entre las partes.

Otros dos elementos que contribuyeron al fracaso de la política exterior de Lee Myung Bak fueron: primero, la crisis económica que, desde principios de su mandato provocó que algunos proyectos tuvieran que ser aplazados, como la ambiciosa modernización de las fuerzas de defensa; segundo, el poco apoyo interno que recibió. El grupo más poderoso dentro de Corea del Sur, los Chaebols, al ver que sus inversiones en Corea del Norte corrían riesgo, presionaron al gobierno para evitar el confortamiento directo.

Las políticas de Lee Myung Bak ni siquiera llegaron a concretarse del todo, la reforma militar tuvo que ser pospuesta y no logró un acercamiento estratégico hacia los Estados Asiáticos, pero las acciones llevadas a la práctica, como condicionar la ayuda humanitaria o el acercamiento a Estados Unidos, fue suficiente para acrecentar la amenaza. Por lo tanto, es posible decir que, buscando una mayor seguridad a partir de una política multidireccional y pragmática, la amenaza norcoreana incrementó, con lo cual podemos sustentar la hipótesis de este trabajo de investigación.

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Published in Análisis

Interpretar correctamente el valor estratégico de la región de Asia-Pacífico es clave para entender los alcances que tiene en las nuevas dinámicas internacionales del siglo XXI. Con el foco en las economías más líderes de la región, China, Japón, India y Corea del Sur, los aspectos económicos, comerciales y financieros, son los principales ejes sobre los que recae la importancia estratégica para entender las motivaciones e intereses de un país, como México, de perfilar su maquinaria política, diplomática y económica hacia el estrechamiento de relaciones bilaterales que privilegien el desarrollo multifactorial de ambas partes. Así pues, México, un país con perspectiva global, identifica a Asia-Pacífico como un mecanismo oportuno para la diversificación de sus relaciones comerciales ante las robustas dependencias con Norteamérica, y paulatinamente, evitar concentrar sus relaciones comerciales con un solo país en el mundo.

En este orden de ideas, este ensayo tiene como objetivo analizar la relación de México con la región de Asia-Pacífico y las razones por las que no han llegado a consolidarse fehacientemente. El argumento central es que México, atendiendo las dinámicas del sistema internacional prevalecientes en la segunda década del siglo XXI, necesita aplicar los instrumentos, estrategias y recursos que ha construido durante los últimos años, con la intención de acotar los vínculos entre México y Asia-Pacífico y, lograr así, una descarga en las relaciones comerciales de México con Estados Unidos, principalmente. El texto está dividido en tres partes. La primera expone el valor estratégico de la región de Asia-Pacífico, así como su lugar en el sistema internacional. La segunda parte identifica los esfuerzos multilaterales que el gobierno de México ha emprendido en su acercamiento con la región de Asia-Pacífico. Como tercera parte, el ensayo reflexiona las limitantes que han existido en el intento de impulsar un mayor acercamiento con la región. Finalmente, este trabajo concluye con las consideraciones finales del autor.

El valor estratégico de la región de Asia-Pacífico y su lugar en el sistema internacional

El espectro de Asia-Pacífico integrado por diferentes esquemas económicos, políticos, culturales, lingüísticos y geográficos, no hace limitativo el espíritu esperanzador que irradia ante los ojos de la comunidad internacional. Aunque existen diferencias y múltiples formas de percibir la vida económica, política, social y cultural de los países pertenecientes a esta zona geográfica, es distintiva, de manera generalizada, la capacidad económica, industrial, financiera y productiva con la que se desempeña para posicionarse como el espacio asiático más dinámico y con mayor prosperidad para los Estados inherentes a esta zona, y para todos aquellos con quienes logren vincularse económicamente. El avance y la sintonización en una visión de un bloque naturalmente unido y con intereses bien definidos, también es una caracterización del ímpetu con el que cuenta el Asia-Pacífico.

Desde finales del siglo XIX la región de Asia-Pacífico fue tomando un definido impulso en la esfera económica. Los avances tecnológicos e industriales permitieron aumentar la capacidad de exportación, y las demandas de bienes de capital y de consumo las de importación, descargando en el aumento de los flujos comerciales de la región con otras regiones competitivas y dinámicas del mundo. Así, la región de Asia-Pacífico se ha convertido en una de las más dinámicas del mundo por sus significativas tasas de crecimiento y participación en el comercio internacional, y por ser una de las grandes exportadoras de capitales del mundo.

Uno de los elementos que sigue catapultando a esta región como un importante centro de movilización de activos económicos, es la cantidad de personas que alberga, pues, tan sólo dos países, China junto con la India, suman más de dos mil ochocientos millones de personas, lo que representa aproximadamente un tercio de la población mundial actual, según la información más reciente del Banco Mundial. Por otra parte, sus flujos del comercio global son altamente significativos, al igual que su importante contribución al PIB mundial.

Es importante subrayar que los esfuerzos multilaterales de concertación política y económica en esta región, como el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacifico (APEC, por sus siglas en inglés), el Tratado Integral y Progresivo de Asociación Transpacífico (CPTPP, por sus siglas en inglés), o la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN, por sus siglas en inglés) funcionan como articuladores y facilitadores para converger sobre los ejes temáticos a enfatizar en la agenda regional e internacional. La mayoría de estos espacios multilaterales han sido formulados en conjunción con lideres occidentales, Estados Unidos, Reino Unido y la Unión Europea, permitiendo que los lazos se robustezcan entre las partes involucradas y se dinamicen los intercambios comerciales, financieros, tecnológicos, sociales, culturales, y demás esferas temáticas importantes para la globalización.

Ciertamente, por la estrategia multidimensional que significa Asia-Pacífico, la región está siendo objeto de disputas entre los gigantes económicos, por China y Estados Unidos. Sus actividades están enfocadas a ensancharse en los principales foros y mecanismos multilaterales, así como en el acercamiento bilateral con bloques de países reacios a adoptar posturas afines a sus intereses.

Esfuerzos multilaterales de México para su acercamiento y profundización con Asia-Pacífico

Desde finales del siglo XIX, con el auge del capitalismo estadounidense, el mundo apropió a la globalización como una de sus nuevas formas de concebir el plano de la economía y el comercio internacional. La puesta en marcha de procesos integracionistas y de esfuerzos políticos por liberalizar el comercio internacional rindieron sus primeros frutos con la consolidación de numerosos tratados de libre comercio entre países o bloques de países, permitiendo armonizar a la economía y al comercio internacional de una manera tan positiva que incluso hasta nuestros días, sigue manteniendo ese espíritu con el que nació hace casi 40 años. México no quedó exento de ello. Siguiendo la tradición política en temas de política exterior, el Estado mexicano modernizó sus instituciones y, mediante ambiciosas estrategias y grupos de trabajo, logró edificar acuerdos de libre comercio con los principales actores, regiones y bloques económicos del globo, incluyendo Norteamérica, la Unión Europea, y más recientemente, Asia-Pacífico.

Como en todo esquema organizacional de relaciones comerciales, los contactos de México con Asia-Pacífico comenzaron con el análisis y estudio de los potenciales socios comerciales más robustos en la región. China, Japón, India y Corea del Sur perfilaron como los ejes rectores sobre los que se fijaría la maquinaria diplomática mexicana para entablar relaciones que profundizaran los beneficios de ambas partes. Asimismo, el seguimiento a las organizaciones e instrumentos políticos regionales de la zona, con miras a penetrar en ellas, figuró como una estrategia paralela a la del establecimiento de relaciones bilaterales.

La ruta de acción formal hacia la inserción de México en Asia-Pacífico inició con el ingreso de México en el APEC, en 1993. A partir de ahí, el gobierno mexicano aplicó estrategias de negociación internacional para conseguir un ingreso formal a otros mecanismos multilaterales importantes, el TPP (predecesor del CPTTP). Asimismo, existen otros más que fueron ideados para complementar a las economías de la cuenca del pacifico, como la Alianza del Pacífico, y unos más, no tan formales, con la intención de concertar economías emergentes en donde México comparta agenda con países de condiciones similares, como el grupo México-Indonesia-Corea del Sur-Turquía-Australia (MIKTA, por sus siglas en ingles). El ingreso del país a estos mecanismos constató los beneficios de estrechar lazos con la región asiática.

La relación de México con Asia-Pacífico está definida, grosso modo, por el comercio y la inversión extranjera directa (IED). Como señalan José León y Eduardo Tzili, “el nuevo estadio de la relación no se debe tanto a los efectos de una planificación deliberada de México para diseñar una nueva inserción internacional, sino más bien al auge asiático […] de las últimas décadas”. Además, la importancia de modernizar y profundizar las relaciones multilaterales con una región dinámica, competitiva y próspera es el foco que todos los actores del sistema internacional debieran plantearse si su deseo es participar en la conformación de agendas en temas de comercio, inversión, productividad, finanzas y tecnología que, en consecuencia, impacten positivamente en los Estados-naciones.

De manera concreta, las líneas que definen las áreas de oportunidad de México en la región del pacífico asiático son enunciados acertadamente por el embajador Carlos de Icaza, afirmando que la región ofrece múltiples oportunidades no sólo por su dimensión o el número de países que la integran, sino también por su acelerado crecimiento, lo que beneficiará enormemente las exportaciones mexicanas, en particular las de áreas estratégicas como la de vehículos y autopartes, el sector aeroespacial, la de dispositivos médicos, la de equipos eléctricos, la de cosméticos y las de tequila, mezcal y cerveza, y, en el ámbito agropecuario, la exportación de aguacate, moras, carne de res, carne de cerdo, pollo y huevo y jugo de naranja, entre otros bienes.

Reflexiones sobre las limitantes en el acercamiento con la región de Asia-Pacífico

México mantiene una alineación multifactorial con occidente, especialmente con sus socios norteamericanos. El histórico apego que México mantiene hasta la actualidad tiene sus raíces en los aspectos geográficos, geopolíticos, sociales, culturales, históricos, económicos, y comerciales. Este último, engrosado por el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en vigor desde 1994, hasta su modernización con el Tratado México-Estados Unidos-Canadá (TMEC). La presencia de este tratado reafirmó el férreo papel que desempeña Estados Unidos sobre México, no solo en la esfera comercial, sino en rubros colaterales, como en los ideológicos, sociales, políticos, culturales, etcétera.

Un acercamiento vertiginoso, decidido y pronunciado a Asia-Pacífico significaría activar las alarmas estadounidenses sobre México y presionar, a través de aranceles u otras formas políticas de coacción, con el fin de mermar el acercamiento asiático. En la renovada confrontación Este–Oeste liderada por Estados Unidos versus China, principalmente, existen choques de intereses y visiones sobre quién debe controlar el poder mundial. Con esta visión, cobran mayor sentido los argumentos que motivan a impulsar los esfuerzos para lograr una efectiva diversificación de relaciones comerciales.

Es importante apuntar que la presencia diplomática de México en la región de Asia-Pacifico es débil.

Por otra parte, es importante apuntar que la presencia diplomática de México en la región de Asia-Pacifico es débil. Al respecto, existen doce embajadas, tres consulados generales, y una oficina de enlace en Asia-Pacífico, según datos recientes del gobierno de México. Una presencia diplomática endeble no permite la construcción de puentes que resulten en aumentar los intereses de cooperación con México. El camino hacia una mayor presencia en la región comienza con el posicionamiento de representaciones diplomáticas del Estado mexicano en áreas estratégicas y que aporten al interés nacional. Aumentar las misiones diplomáticas en Asia-Pacífico empuja y consolida la cooperación bilateral y multilateral con socios clave en la región, además, de que permite difundir el nombre y el quehacer de México en la zona. Desde esta perspectiva, es importante incluir a la diplomacia cultural como una destacada estrategia de poder suave en las relaciones exteriores del país, organizada desde misiones diplomáticas enfocadas en el Asia-Pacífico.

Los esfuerzos y trabajos que México ha alcanzado en Asia-Pacífico necesitan de continuidad institucional. La necesidad de una política exterior proactiva que comprenda el interés nacional en la región, y que mantenga una visión de Estado, por encima de una de gobierno, es el requerimiento base que debe de prevalecer en el imaginario colectivo del sistema político mexicano.

La primera etapa en la relación de México con el Asia-Pacifico fue, en términos generales, la inserción en los principales foros y mecanismos multilaterales de la región, como el APEC o el CPTPP; la segunda etapa, fue el acercamiento bilateral con algunos de los diferentes socios clave en la región, como China y Japón; y la tercera etapa, es la de aprovechar todos esos espacios bilaterales y multilaterales para seguir profundizando vínculos con los países del pacifico asiático, y viceversa. México es un país con muchas ventajas competitivas, posee ricos recursos naturales a lo largo y ancho de su territorio, tiene una posición geográfica privilegiada al ser bioceánico y compartir frontera con Estados Unidos, y es la segunda economía más sólida de América Latina, tiene vinculación con zonas económicamente estratégicas en el mundo, como con Norteamérica y la Unión Europea.

En suma, desde el siglo pasado, México identificó acertadamente a Asia-Pacífico como una de las regiones con tendencia a dinamizarse económicamente en los próximos años. La competitividad, los flujos comerciales regionales e internacionales, y el desarrollo de industrias clave en tecnología, fueron los elementos necesarios para posicionar a esta zona como el destino al que México tenía que voltear a ver si su motivación, y necesidad, era la de diversificar sus relaciones comerciales respecto con los gigantes occidentales. Los esfuerzos y trabajos que logró la diplomacia mexicana se materializaron en el ingreso del país a mecanismos políticos y económicos de Asia-Pacifico, como el APEC o el CPTTP, en donde se le otorgó la capacidad de compartir puntos de coincidencia en temas de comercio y de inversión, fundamentalmente. Aprovechar esas oportunidades existentes necesita de una visión horizontal, donde prevalezca el interés de diversificar las relaciones comerciales ante la ya peligrosa dependencia comercial con Estados Unidos.

México tiene retos importantes para poder consumar una plena diversificación de relaciones comerciales más allá de occidente. Sin embargo, los nuevos comienzos siempre inician con algo; las realidades del sistema internacional están cambiando estrepitosamente y ya hay transiciones en los tradicionales polos económicos de poder para dirigirse a escenarios nuevos y dinámicos. La necesidad de México de diseñar una política exterior proactiva encaminada a Asia-Pacífico, que contemple poderosas estrategias, como la multiplicación de sus representaciones diplomáticas en la región, con una aplicación conjunta de poder suave, mediante la diplomacia cultural, y la difusión de sus ambiciones en la agenda regional, serán motores que acrecienten los esfuerzos para darle continuidad y profundidad a la relación de México con la región de Asia-Pacífico.

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