Análisis

Análisis (61)

Desde el surgimiento del Estado Mexicano, por cuestiones de cercanía geográfica e inmediatez, se buscó tener relaciones políticas y económicas con los Estados Unidos e incluso se creyó que sería un amigo y aliado natural. La historia probaría la gran equivocación en la que los padres de la patria primero y, después, los jefes de Estado se encontrarían. Lo cierto es que la vecindad significa tener intereses que a veces son semejantes y, la mayor parte de las ocasiones, antagónicos.

En cualquier caso, el hecho es que en el 2020 el principal socio comercial de nuestro país fue Estados Unidos, seguido por China y en tercer lugar la Unión Europea.1 Si hablamos de la inversión extranjera directa (IED) en el mismo año, el resultado es el mismo con Estados Unidos a la cabeza, después España, Canadá y Alemania.2 Esta relación tan estrecha en términos económicos profundiza nuestra dependencia hacia los estadounidenses y la desigualdad en la compleja relación bilateral.

La vecindad de México con Estados Unidos no se puede cambiar, lo que si podemos hacer es buscar el equilibrio a través de nuestra posición geográfica estratégica y la diversificación. Los indicadores dan señales de que esto es posible, a nivel mundial fuimos el décimo quinto país receptor de IED en 20193, el onceavo exportador a nivel global y las exportaciones mexicanas en América Latina representaron el 43.6% del total de la región.4 Por si esto fuera poco, tenemos once tratados de libre comercio con 46 países, lo que otorga facilidades para que los productos mexicanos accedan a mercados internacionales, que en su totalidad significan el 60% del PIB mundial.5

Si en la época de la colonia, España comerciaba con Asia a través de sus dos principales colonias que fueron la Nueva España y Filipinas, ahora contamos con herramientas que facilitan el intercambio económico con todo el orbe. Además de los datos duros arriba presentados, los avances en tecnología y comunicaciones permiten desplazar los productos y servicios de una manera más rápida y eficiente, la interconectividad ayuda a que en cualquier rincón del planeta se conozca el potencial de México.

Lo que se necesita son políticas públicas que promuevan la exportación y apoyo a productores mexicanos de todo tipo. Cabe señalar que no sólo a empresarios mexicanos de gran calibre o productores agrícolas consolidados que ya exportan, sino a los medianos/pequeños productores y artistas -mal llamados artesanos- de una gama infinita de obras en madera, textiles, cuero, metal y cerámica.

También es necesario que desde la Secretaría de Relaciones Exteriores se promuevan los tratados comerciales ya existentes, que de igual manera que se promociona el turismo, se haga con el potencial que tiene este país.

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Notas

1 SRE, Mexico and the European Union. Disponible en: https://globalmx.sre.gob.mx/index.php/es/relaciones-economicas/comercio-bilateral

2 UNCTAD, World Investment Report 2020. Disponible en: https://unctad.org/system/files/official-document/wir2020_en.pdf

3 Ibídem

4 Proyectos México Oportunidades de Inversión. Disponible en: https://www.proyectosmexico.gob.mx/por-que-invertir-en-mexico/economia-solida/potencia-comercial/

5 Ibídem

 

Diagnóstico

En la década de los años noventa del Siglo XX, tras el impulso del Nuevo Orden Internacional Multilateral que conllevó el fortalecimiento de bloques comerciales, la política exterior de México se enfocó a la diplomacia multinivel que respaldó la integración comercial con los Estados Unidos y Canadá con el consiguiente interés de priorizar la relación con América del Norte. Esto fue percibido erróneamente como una desviación de los lazos históricos y culturales con los países latinoamericanos.

Factores que conllevaron a esa situación

El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), se firmó en diciembre de 1992 por Carlos Salinas de Gortari, George Bush y Brian Mulroney, el cual entró en vigor el 1 de enero de 1994 durante la presidencia de William Clinton. Después de casi 25 años, fue renegociado en el marco de una política proteccionista estadounidense. Así pues el 30 de noviembre de 2018, se firmó el Tratado México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC) también conocido como USMCA (Estados Unidos-México-Canadá) en Buenos Aires, Argentina.

En este escrito se expondrán brevemente las directrices en los dos últimos sexenios en relación a la política exterior, en donde encontramos un cambio significativo en el peso a las acciones sobre este particular. Mientras que Enrique Peña Nieto consideró fundamental sentar las bases para posicionar a México como actor global, el gobierno actual de Andrés Manuel López Obrador ha retomado la postura que expresó durante la campaña presidencial con respecto a que “la mejor política exterior es la política interior”. Bajo la perspectiva de que las acciones hacia el exterior contribuirán al desarrollo nacional.1

En el Plan Nacional de Desarrollo de 2012-2018, se respaldó la importancia para reactivar la relación con las diferentes regiones y subregiones de la sociedad internacional. Específicamente con América Latina y el Caribe se fomentó el comercio e inversión, a través de la Alianza del Pacífico así como con Argentina y Brasil. Con los Estados del Triángulo Norte, es decir, Guatemala, Honduras y El Salvador, se respaldó la migración segura. A la par de los temas de agenda bilateral con Estados Unidos.

El Plan Nacional de Desarrollo 2018-2024, por su parte, carece de un capítulo sobre diplomacia multilateral y en lugar de ello, se incluye un breve apartado sobre la recuperación de los principios de política exterior. Solo se mencionan aspectos generales de la relación con Estados Unidos y Canadá así como con Centroamérica, sobre esta última el énfasis es buscar “desactivar el fenómeno migratorio”.2 En diversos foros, López Obrador ha expresado el interés de su gobierno por recuperar la unión con “Nuestra América”, al parafrasear a José Martí.

Recomendación de Política Pública

Ambos sexenios compartieron tres importantes desafíos interrelacionados, como son fortalecer el Estado de Derecho, tema migratorio y aspectos de seguridad, al enfocarnos en la postura hacia Latinoamérica puede establecerse continuidad. Para el gobierno actual podría agregarse la coyuntura planteada por la Pandemia de Covid-19 y diversas implicaciones en la toma de decisiones, en un escenario en el que se vuelve urgente recuperar la presencia de México en foros internacionales y no solo en los regionales, para entre otros aspectos ofrecer estabilidad para la inversión extranjera como opción para reactivar la economía.

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Notas

1 https://www.gob.mx/presidencia/articulos/objetivos-de-la-politica-exterior-de-mexico

2 DOF - Diario Oficial de la Federación
https://www.dof.gob.mx/nota_detalle.php?codigo=5565599&fecha=12/07/2019

El 28 de abril de 2011, hace 10 años, los presidentes de Chile, Colombia México y Perú firmaron la Declaración de Lima para crear a la Alianza del Pacífico (AP): en ese entonces un nuevo esquema de integración latinoamericano, en donde el libre comercio, la libre circulación de personas y la cooperación conforman sus referentes más significativos.

Esta Alianza tiene como fin promover diversos objetivos, entre los cuales destacan incentivar interacciones políticas, económicas y sociales entre sus miembros, con miras a articular integración profunda, que les fortalezcan en lo individual y como bloque regional. La AP obedeció a un contexto histórico y regional caracterizado por el entonces auge de mecanismos proclives al regionalismo post hegemónico, en donde sobresalen la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) y la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR), que dejaban a Santiago, Bogotá, México y Lima -en aquellos años de clara tendencia neoliberal- “fuera de órbita”, aislados o en desventaja respecto a los esquemas progresistas señalados. Asimismo, la Alianza nació con una optimista orientación tendiente a insertarse de manera vibrante a lo largo de la rivera del mar Pacífico, en donde Asia constituye el espacio territorial de mayor trascendencia, dado su creciente poderío político, económico y geoestratégico.

Desde ese entonces hasta hoy en día, el contexto interno, regional y global en el que hace una década se creó a la AP se ha transformado de manera vertiginosa. Muestra de ello es que la ALBA, el Mercosur y la UNASUR sufren de complejas crisis. Otro ejemplo de estos turbulentos cambios se refiere a que tres de los cuatro países miembros (con excepción de Colombia) han sufrido alternancia en sus respectivos liderazgos presidenciales, ya sea con gobiernos de derecha o de izquierda. Asimismo, el libre comercio, como principal bandera de esta asociación de Estados, ha perdido peso, debido a la ralentización del comercio internacional, lo cual se profundiza como efecto de la emergencia por la Covid-19 que limita, aún más, los exiguos intercambios comerciales entre este cuarteto de países, cuyo porcentaje no sobrepasa el 3% del comercio total. El decir, las transacciones mercantiles intra AP son mínimas respecto a lo estipulado; lejos del 15% planeado para el año 2030. De igual forma, los viajes de negocios, turismo, etc. entre nacionales de los países involucrados, tras 8 años de franco aumento, también a causa de la pandemia se redujeron en cerca del 70%. Mientras tanto, el ejercicio “insignia” de cooperación bajo el sello AP, la Plataforma de Movilidad Estudiantil y Académica, que permite a alumnos y profesores universitarios realizar estancias en cualquiera de los otros tres países, paró, hasta que el Coronavirus lo permita.

Independientemente de lo anterior, la AP continua su marcha y no ha dejado de abordar temas clave, aunque simbólicos, de su amplia agenda, en donde iniciativas como la equidad de género, la agenda digital o el “Reto Covid”, mediante el cual se financian proyectos dedicados a enfrentar a esta enfermedad, muestran que este esquema de cooperación, aun en tiempos difíciles, intenta mantener su presencia en el panorama latinoamericano.

En ese sentido, el que la AP cuente con 59 países observadores ubicados en distintas esquinas del mundo, cuatro candidatos a países asociados (Canadá, Corea del Sur, Nueva Zelanda y Singapur), junto con el renovado interés de Ecuador para convertirse en país miembro, habla de la proyección internacional con que cuenta este esquema integrador.

Más allá de lo anterior, los retos más relevantes de la AP consisten en mantener esquemas políticos e institucionales que superen las referidas transformaciones internas y externas, en el sentido de reforzar la endeble cohesión entre sus integrantes. Ello es un desafío de especial relevancia, si se toma en cuenta que México pasó de ser un país de perfil neoliberal a pregonar lo contrario, bajo el ejercicio de una política exterior que, por el momento, no parece priorizar a la AP. Mientras tanto, en Perú, tras momentos de inestabilidad política, Pedro Castillo, el candidato de izquierda, parece tener opciones de conseguir el triunfo electoral en la segunda vuelta del 6 de junio de 2021. Igualmente, el desgaste político del presidente Sebastián Piñera en Chile, evidenciados por distintas manifestaciones sociales, junto con un fenómeno similar en Colombia en contra del presidente Iván Duque (en donde las encuestas, a un año de las elecciones, dan por ganador a la izquierda), generan que el futuro o la identidad original de la AP sean inciertos.

Por lo tanto, es plausible que, frente a este vertiginoso escenario, los fundamentos aliancistas originales, propensos a la economía abierta y el libre mercado, den un giro, incluso hacia lineamentos progresistas o de izquierda, lo cual significaría, en caso de que la AP continúe existiendo, en caso extremo, un posible viraje de 180 grados de este mecanismo integrador.

En definitiva, tras una década de existencia, la Alianza, al no conseguir anclarse como ejercicio integrador consolidado, navega sin un horizonte claro por Latinoamérica y el Océano Pacífico, cuyo devenir dependerá de la resiliencia de sus fundamentos legales e institucionales, y, sobre todo, de la voluntad política que le concedan los presidentes en turno de Chile, Colombia, México y Perú; países que comparten la creciente polarización política y social entre sus habitantes; fenómeno opuesto al proceso de integración profunda de la AP.

De la conjunción de tales factores dependerá que la AP se mantenga a flote, reoriente sus horizontes, o que simplemente navegue a la deriva, sin un rumbo claro en la convulsa marejada que caracteriza a los distintos procesos de integración en Latinoamérica, que conviven y compiten en complejo entorno regional y global.

Desde el inicio del siglo XXI, el gobierno de la República Popular de China ha emprendido una serie de reformas con el objetivo de fortalecer a las distintas ramas que componen al Ejército Popular de Liberación, el brazo militar del Partido Comunista Chino que funge como las fuerzas armadas de ese país. Además de modernizar su armamento, invertir en el desarrollo de nuevos vehículos terrestres, marítimos y aéreos y reformar la estructura de las cinco ramas de servicio en las que se divide el Ejército Popular de Liberación1, en las últimas dos décadas se ha aumentado la capacidad de despliegue de las fuerzas armadas chinas tanto a nivel regional -en el este y sur de Asia- como alrededor del mundo.

La evidencia más clara de estos desarrollos se ha mostrado en el mar del Sur de China, en donde, desde inicios de la década de 2010, el gobierno de Beijing ha declarado que esta zona, históricamente, ha sido una bajo el control de su país.

El mar del Sur de China como un foco de tensión internacional

Además de que la situación en el mar del Sur de China ha enfrentado a la República Popular de China con sus vecinos en el sur y este de Asia2-quienes no están conformes con las acciones unilaterales que las fuerzas de Beijing realizan en esa zona-, el desarrollo de los islotes artificiales, la restricción a la libre navegación por este mar y las declaraciones de Beijing de que las incursiones extranjeras en esta zona podrían desencadenar un conflicto armado, es una situación que no ha pasado desapercibida para varios países fuera de la región. Mientras que en los últimos años de la segunda década del siglo XXI eran sólo los gobiernos de Estados Unidos y Australia los que reclamaban abiertamente el derecho de navegar estas aguas sin ninguna restricción, desde finales de 2020 otras potencias mundiales han declarado sus intenciones de actuar de forma directa en esta zona.

Ya sea a través de visitas de buena voluntad -como en el caso británico, quien anunció a finales de abril de 2021 que enviará a su nuevo portaaviones Queen Elizabeth en un recorrido alrededor del este y sur de Asia, lo cual implicará que dicha embarcación navegue por las aguas del mar del Sur de China-, una misión de reconocimiento en solitario -como lo propuesto por Alemania, cuyo Ministerio de Defensa declaró a finales de 2020 que enviaría una nave de su marina al este de Asia y posiblemente al mar de China Meridional- o con la realización de ejercicios navales conjuntos -como el planeado entre embarcaciones de la marina estadounidense, la armada francesa y las Fuerzas de Autodefensa Marítimas de Japón en y alrededor de una isla administrada por el gobierno de Tokio- muestran que la postura militar más activa de China y la complicada situación que ella ha provocado en los mares del sur de Asia poco a poco se está convirtiendo en un foco de tensión, ya no sólo de carácter regional sino a nivel mundial.

Análisis: ¿México es un país ajeno a esta situación?

Aunque el mar del Sur de China es una región geográficamente distante para nuestro país, las tensiones internacionales que están surgiendo en la zona no deben pasar desapercibidas para el gobierno mexicano. Estos problemas no sólo pueden generar un conflicto de carácter regional o internacional en Asia, sino que, en la búsqueda de aumentar la cooperación e interconexión con los países de la cuenca del Pacífico, embarcaciones y miembros de la Secretaría de Marina de México han participado en cuatro ocasiones en el ejercicio RIMPAC, organizado de forma bianual por Estados Unidos3, mostrando que la zona del Indo-Pacífico no sólo es una de interés para nuestro país, sino también ha servido para fortalecer a nuestras fuerzas armadas.

Lo problemático es que el tema de los conflictos en el mar del Sur de China es desconocido en México, pues nuestro gobierno, aprovechando la lejanía de esta región y el enfoque hacia Estados Unidos que nuestra política exterior ha manejado de forma tradicional, no ha emitido declaración alguna sobre esta situación, aunque ésta tiene la capacidad de desestabilizar una zona de gran importancia a nivel mundial.

La recomendación sería que tanto el gobierno mexicano como la Secretaría de Marina no ignoren los conflictos que se presentan en esta zona, no sólo para ayudar a fomentar dos de los principios normativos de nuestra política exterior -la solución pacífica de las controversias internacionales y la proscripción de las amenazas o el uso de la fuerza a nivel mundial-, sino, en el caso de nuestras fuerzas armadas, si buscan profundizar las buenas relaciones con sus contrapartes de la cuenca del Pacífico, no pueden ignorar este punto de tensión en el sur de Asia. No se propone que México intervenga de forma política o militar en este asunto, pero las instituciones de nuestro Estado no se pueden dar el lujo de ignorarlo.

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Notas

1 A inicios del siglo XXI existían sólo cuatro ramas de servicio de las fuerzas armadas chinas: las Fuerzas Terrestres del Ejército Popular de Liberación, la Armada del Ejército Popular de Liberación, la Fuerza Aérea del Ejército Popular de Liberación y el Segundo Cuerpo de Artillería, la sección encargada del mantenimiento y eventual despliegue del arsenal nuclear chino. En diciembre de 2015 la Comisión Central Militar estableció una nueva rama en el servicio, la cual actuaría en cuestiones cibernéticas y en un futuro, en el espacio exterior: Las Fuerzas de Apoyo Estratégico del Ejército Popular de Liberación. Al mismo tiempo, la Comisión Central Militar reconfiguró al Segundo Cuerpo de Artillería, convirtiéndolo en la Fuerza de Misiles del Ejército Popular de Liberación.

2 Los países que tienen acceso -y por ende reclamos legítimos- al mar del Sur de China son Brunéi, Indonesia, Malasia, Filipinas, la República de China (Taiwán), la República Popular de China y Vietnam. Además del reclamo por controlar esta zona marítima, el gobierno de Beijing mantiene disputas territoriales con los gobiernos de Vietnam -por el caso de las islas Paracel-, Filipinas -por el atolón de Scarborough- y con los otros países con presencia en el mar de China Meridional (con excepción de Indonesia) por las islas Spratly.

3 Es importante establecer que México ha sido invitado a participar en las ediciones de 2012, 2014, 2016 y 2018. En cada uno de estos ejercicios la Armada de México envió embarcaciones de nuestro país para que sus tripulaciones formaran parte y colaboraran con sus contrapartes de alrededor del mundo. Éstas fueron la nave de desembarco Usumacinta (participando en todos los ejercicios) y la embarcación de patrullaje Oaxaca -con un helicóptero AS565 Panther y un destacamento de infantes de marina- en el ejercicio RIMPAC 2014.

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Referencias

Chen, Dingding; Take Notice, Asia: China’s Military is Getting Leaner and More Lethal; publicado en The Diplomat el 01 de diciembre de 2015. Disponible en https://thediplomat.com/2015/12/take-notice-asia-chinas-military-is-getting-leaner-and-more-lethal/

Commander, U.S. Pacific Fleet; RIMPAC; Commander, U.S. Pacific Fleet, Estados Unidos, 2020. Disponible en https://www.cpf.navy.mil/rimpac/

Commander, U.S. Pacific Fleet; RIMPAC 2014. Participating Forces; Commander, U.S. Pacific Fleet, Estados Unidos, 2014. Disponible en https://www.cpf.navy.mil/rimpac/2014/participants/

Hirano, Ko; Japan and U.S. to Boost Defense Ties with Europe in Indo-Pacific; publicado en The Japan Times el 05 de enero de 2021. Disponible en https://www.japantimes.co.jp/news/2021/01/05/national/japan-us-europe-indo-pacific/

Johnson, Jesse; U.S. Sends Two Carriers to Disputed South China Sea; publicado en The Japan Times el 09 de febrero de 2021. Disponible en https://www.japantimes.co.jp/news/2021/02/09/asia-pacific/south-china-sea-us-carriers/

Kyodo News; Britain to Send Aircraft Carrier Strike Group to Waters Near Japan; publicado en The Japan Times el 6 de diciembre de 2020. Disponible en https://www.japantimes.co.jp/news/2020/12/06/national/britain-aircraft-carrier-japan/

Kyodo News; FOCUS: Japan, U.S. to Boost Defense Ties with Europe in Indo-Pacific; Kyodo News, Japón, 2021. Disponible en la página https://english.kyodonews.net/news/2021/01/bd4c2ed88514-focus-japan-us-to-boost-defense-ties-with-europe-in-indo-pacific.html

Kyodo News; Japan Hails U.K. Plan to Send Aircraft Carrier Group to Asia; publicado en The Japan Times el 15 de enero de 2021. Disponible en https://www.japantimes.co.jp/news/2021/01/15/national/japan-britain-aircraft-carrier/

Reuters; China Paper Warns of “Sound of Cannons” in Sea Disputes; Reuters, Estados Unidos, 2011. Disponible en https://www.reuters.com/article/us-china-seas/china-paper-warns-of-sound-of-cannons-in-sea-disputes-idUSTRE79O1MV20111025

Reuters; Queen Elizabeth Aircraft Carrier to Visit Japan on Maiden Deployment; publicado en The Japan Times el 27 de abril de 2021. Disponible en https://www.japantimes.co.jp/news/2021/04/27/national/hms-queen-elizabeth/

USCC; China Island Building in the South China Sea: Damage to the Marine Environment, Implications and International Law; U.S.-China Economic and Security Review Commission, Primera Edición, Estados Unidos, 2016. Disponible en https://www.uscc.gov/research/chinas-island-building-south-china-sea-damage-marine-environment-implications-and

El 16 de abril de 2021 se cumplieron 10 años de la entrada en vigor de la Ley que regula a la cooperación internacional para el desarrollo (CID) de México, considerada por la Constitución como principio normativo de la política exterior. El propósito esencial de la inédita normativa fue mejorar la capacidad del gobierno federal, para programar, gestionar coordinar, financiar y evaluar los ejercicios de esa naturaleza, en sus vertientes receptora y oferente. Fue así como producto de esa Ley nació un Sistema de CID mexicana, que se confeccionó para armonizar su actuar, tanto con base en necesidades nacionales, como a la luz de los nuevos lineamientos de la agenda global del desarrollo, bajo la expectativa de que México se posicionara como un referente destacado en la materia.

Con base en esta Ley, el 27 de septiembre de 2011 nació la Agencia Mexicana de CID (AMEXCID), como la instancia adscrita a la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) que desde entonces regula el actuar en este segmento de las relaciones internacionales oficiales de nuestro país. A la par, la Ley obliga al gobierno en turno a guiar sus actividades a este respecto mediante un Programa nacional de cooperación internacional, así como alimentar, de manera permanente, a un Sistema de información. Este mecanismo debe dar cuenta de proyectos, programas, acuerdos y recursos dedicados a la colaboración que México instrumenta y, de esa forma, atender a los principios de visibilidad y rendición de cuentas.

Con el paso de los años, este Sistema de CID, si bien registra avances en varios de sus segmentos, en tiempos recientes enfrenta dificultades que, incluso, atentan contra los elementos fundamentales de la Ley. Por ejemplo, la AMEXCID continúa funcionando mediante una estructura que, en esencia, y a pesar de algunas adecuaciones, tiene como origen a la entonces Subsecretaría de Relaciones Económicas y Cooperación Internacional, diseñada en el año 2000, más de veinte años atrás. Si bien la reforma institucional de la AMEXCID está en puerta mediante adecuaciones al Reglamento Interior de la SRE, el rezago institucional y la fragmentación de las oficinas que componen a este organismo desconcentrado de la Cancillería compone una tarea que continúa pendiente. El Programa Nacional de CID (PROCID), que por Ley debe crearse cada sexenio, tiene un rezago, al momento actual, de dos años y medio, mientras que los datos más recientes que arroja el Registro Nacional de CID corresponden al año 2017, lo que implica una demora de cuatro años. Ello impide a las autoridades conocer los montos, orientaciones geográficas y tipos de colaboración que México ofrece en su entorno exterior; elementos indispensables para hacer las evaluaciones necesarias sobre los aciertos y elementos de oportunidad de esta faceta de México en el exterior, en especial Centroamérica, Sudamérica y el Caribe. Finamente, el FONCID fue recientemente eliminado, lo que deja en vilo el instrumento que el gobierno utilizará para honrar y transparentar el compromiso presidencial de otorgar de cerca de 100 millones de dólares anuales a nacionales de El Salvador, Honduras y Guatemala (expulsores de migrantes a Estados Unidos), quienes reciben los programas “Sembrado Vidas” y “Jóvenes Construyendo el Futuro”, como réplica o, en voz de la AMEXCID, “exportación” (sic) de las estas acciones aplicadas en México.

Llama la atención que este generoso ejercicio de colaboración mexicano hacia el Sur no coincide del todo con los cánones de la cooperación actual, que requiere de ejercicios de complementariedad, coparticipación y cofinanciamiento entre los socios, tendientes a adaptarse a las necesidades de los beneficiarios (demand driven) y evitar medidas asistencialistas, que impiden la apropiación de los proyectos. En este sentido, no olvidar que la CID de nuestros días debe necesariamente abordar, de manera integral, rubros estructurales como mejoras en políticas púbicas en temas de seguridad, salud, educación, combate a la corrupción, cuidado ambiental, equidad de género, prevención de desastres naturales, etc.

En definitiva, a 10 años de la entrada en vigor de la Ley de CID, junto con sus logros, resulta fundamental atender, de manera cabal, al espíritu y contenido de este mandato federal, para facilitar al gobierno la construcción de una política de cooperación internacional más sistémica, de Estado, que atienda a las causas del subdesarrollo. Ello evitaría que la contención migratoria sea la principal brújula que en buena medida orienta el actuar de la AMEXCID.

Para ello es necesario, ya sea cumplir con el contenido de la Ley citada, o hacer un alto, y reflexionar, de la mano de distintos actores nacionales, para transformar a esta normativa y al Sistema que aglutina a la CID mexicana. Hacer esto permitiría plantear las modificaciones necesarias para hacer de este instrumento -y principio normativo de la política exterior- una novedosa herramienta al servicio de las causas nacionales e internacionales, que sea adaptativa a los propósitos de desarrollo y, a la par, de la política exterior mexicana.

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