Análisis

Análisis (61)

La política exterior de México no puede tener su razón de ser en ocurrencias presidenciales, ni quedar rezagada a simpatías idealistas, sino que, su formulación debe desarrollarse tomando en cuenta modelos de interrelación más complejos, manteniéndose congruente ante la posición geopolítica del país y conservando su relevancia en el entorno internacional.

No obstante, la falta de interés hacia el exterior por parte de los últimos gobiernos mexicanos, bajo la premisa de que “la mejor política exterior es la interna”, ha dejado al descubierto grandes huecos en las oportunidades que brinda la participación en foros multilaterales y de liderazgo internacional, haciendo notar la apatía mexicana hacia el exterior que llega a traducirse en falta de interés por parte de otros países para estrechar sus relaciones con México.

Este breve ensayo pretende analizar cómo un activismo estratégico puede rendir frutos en la formulación de una política exterior holística mediante la cual tanto la imagen positiva de México en el exterior, como la proactividad y el dinamismo diplomático promuevan factores de cambio en el avance del interés nacional.

En sexenios anteriores, la política exterior mexicana ha pasado a segundo plano en la agenda federal a tal grado que el presupuesto para la Secretaría de Relaciones Exteriores ha disminuido significativamente del .36% al .31% del presupuesto federal en los últimos 20 años según datos de la misma dependencia. Si tan solo se incrementara en un 50% el presupuesto de la SRE, eso implicaría mejoras significativas en la Secretaría, una expansión en el cuerpo diplomático y por ende, un mayor campo de acción en las relaciones internacionales. Este ajuste tendría un gran impacto positivo sin afectar las finanzas del país, ya que con tal incremento la SRE únicamente representaría alrededor del .50% del presupuesto federal, de acuerdo con estimaciones del Dr. Jorge Schiavon.

Los porcentajes anteriores son sólo una pequeña muestra de la falta de interés por parte de los gobiernos mexicanos hacia el exterior. Es claro que los intereses geopolíticos de México se han limitado al entorno inmediato y nos encontramos predispuestos a únicamente reaccionar a lo que puede llegar a afectarnos en gran medida. Esto nos obliga a repensar la política exterior desde una perspectiva integral, que atienda distintos niveles del contexto interno y externo y que nos lleven a explorar nuevos terrenos de la diplomacia con una bandera de líderes, estableciendo estándares y ejemplos a seguir para otras naciones y ser así un referente en América Latina.

En gran parte, nos hemos limitado a focalizar la política exterior a un nivel consular, el cual es sumamente importante para nuestros paisanos en el extranjero y posee la esencia fundamental de una representación diplomática: velar por los intereses de nuestros connacionales. Sin embargo, se debe aprovechar la rica red de 156 representaciones diplomáticas que según la Secretaría de Relaciones Exteriores tenemos en el mundo, para así fortalecer la imagen del país siguiendo la promesa del actual presidente Andrés Manuel López Obrador: “hacer de México una gran potencia”.

Si bien podría sonar utópico decretar que México se convertirá en una potencia capaz de influir en todo el mundo, la nación mexicana ya es líder en diversos aspectos de la vida internacional tales como la no proliferación de armas nucleares, no intervención en asuntos internos de otros países, cultura, turismo, etcétera. Es necesario desarrollar entonces estrategias que permitan proyectar dichos aspectos positivos del país hacia el exterior en un contexto multilateral. Tal efecto se podría lograr si fortalecemos la diplomacia cultural y pública a través de nuestras numerosas representaciones en el mundo, robusteciendo el Servicio Exterior y aprovechando el talento de individuos muy capaces de implementar programas de difusión e intercambio que puedan hacer notar el poder suave de nuestro país y con la finalidad de atraer inversiones, turismo, intercambio comercial, programas culturales, avances tecnológicos, etc.

De tal modo que apoyamos la idea de que la política exterior debe ser efectiva, más no reactiva. Tal y como resalta Humberto Garza: “se puede tener una política exterior tan activa como se quiera, y no conseguir lo que se busca”. En ese sentido, proponemos que desde una perspectiva holística, los elementos que pueden derivar en una política exterior efectiva provienen desde lo más profundo del contexto interno, es decir: nuestra sociedad, nuestra cultura, nuestra política interna, nuestro gobierno, y se extienden hasta lo más lejano del contexto externo: los conflictos, los bloques económicos, los poderes duros de las potencias. En otras palabras, no se puede ver el horizonte si sólo fijamos la mirada en la casa de enfrente, por lo que proponemos una política exterior que, adoptando una perspectiva holística, vaya más allá de la relación bilateral México-Estados Unidos.

Dicha propuesta requiere entonces atender tanto los asuntos internos como externos de una forma integral para así mejorar la imagen y las relaciones de México en el mundo. Mediante un aumento considerable en la inversión para acciones de diplomacia pública y cultural en diversas regiones del mundo, así como la participación en foros multilaterales y de liderazgo regional, como lo visto en el Consejo de Seguridad de la ONU, se manifestarán los aspectos positivos del país que han quedado opacados por campañas mediáticas y comentarios negativos de actores internacionales preponderantes como los realizados por expresidente Donald Trump.

Si bien es cierto que las problemáticas internas que han aquejado al país están principalmente relacionadas con el crimen organizado, la corrupción y la impunidad, si permitimos que los medios de comunicación proyecten sólo esos aspectos negativos, no sólo acrecentará la retórica antimexicana propiciada por Trump, sino que nosotros mismos creeremos que es lo único que nos caracteriza. De tal modo que, en nuestra propuesta de política exterior se deberán hacer grandes esfuerzos diplomáticos para atraer programas de cooperación internacional para combatir dichas problemáticas. Tomando en consideración que si diversos países trabajan de manera conjunta con las autoridades mexicanas y en sincronía con otros programas ya vigentes en México, se pueden obtener resultados tangibles que a su vez, podrán ser proyectados hacia el mundo como avances positivos mediante un esquema fortalecido de diplomacia pública, la cual resaltará los logros oportunamente en los medios de comunicación extranjeros.

Otro aspecto clave que mejorará la percepción de México en el extranjero y como consecuencia permitirá posicionarnos de manera ventajosa para atraer nuevas oportunidades, es sin duda el desarrollo tecnológico del país. Desafortunadamente. el principal acuerdo comercial del que somos parte, a saber: el T-MEC, nos sigue colocando como un país maquilador y exportador de materias primas para beneficio de los vecinos del norte. En dicho acuerdo, han quedado limitadas las oportunidades para que México se desarrolle como país productor de tecnologías, y tampoco se ha contemplado que las tecnologías ya existentes en aquellos países se compartan con el nuestro, por lo que México queda en evidente desventaja colocándose como país ensamblador de partes extranjeras. Nos hemos enfocado en hacer que se reconozca nuestra soberanía sobre los hidrocarburos y que se asegure la exportación libre de aranceles, empero, dejando de lado la promesa de “hacer de México una potencia”.

Es por ello que nuestra propuesta de política exterior holística buscará satisfacer las necesidades de desarrollo de nuestro país mediante acuerdos de intercambio con potencias asiáticas, europeas y sudamericanas para colocar a México como un país altamente desarrollado en tecnología. Si bien entendemos que será prácticamente imposible competir en un corto plazo con países como China o Rusia, es necesario quitar la etiqueta de país ensamblador subdesarrollado que nos resta capacidad de negociación.

En términos generales, la relación entre México y Estados Unidos ha estado caracterizada por una cooperación estrecha, particularmente después de la Segunda Guerra Mundial. De hecho, ya en la década de 1930, Franklin D. Roosevelt había inaugurado la "Política del Buen Vecino". En este sentido, el Dr. Jorge Schiavon señala que esta política abogaba inicialmente por la no intervención de los Estados Unidos en los asuntos internos de otros países, pretendiendo que esta directriz de política exterior tuviera un alcance global. No obstante, la aplicación de la "Política del Buen Vecino" se restringió y delimitó exclusivamente al continente americano.

En el marco de dicha política, las significativas reformas de carácter revolucionario en México no suscitaron una respuesta de naturaleza radical por parte de su vecino del norte. En su lugar, la posición de EE. UU. fue más bien diplomática. Además, la Segunda Guerra Mundial propició una serie de acuerdos que robustecieron la capacidad de negociación del Estado mexicano frente a los Estados Unidos, ampliando su margen de maniobra para incrementar su autonomía relativa en el sistema internacional.

En sintesís, y suscribiendo la tesis del Dr. Schiavon, la cooperación con los Estados Unidos se produce en el marco de lo que él denomina "cortina de humo". Esto implica que los Estados Unidos toleran las formas autoritarias de los gobiernos mexicanos siempre y cuando México asegure la seguridad de la frontera compartida. Este concepto destaca que la cooperación bilateral se desarrolla bajo ciertas condiciones predeterminadas que, a la vez, reflejan la compleja interacción entre las dos naciones.

La tesis central de este análisis sostiene que las condiciones políticas internas de cada país pueden disolver la tradicional "cortina de humo", dando lugar a la política exterior de tit for tat que hemos presenciado recientemente. Este cambio ha sido evidente en las declaraciones del presidente AMLO, quien ha llamado a la comunidad mexicana en el exterior a no votar por el Partido Republicano. Esta posición ha provocado respuestas de los congresistas estadounidenses, quienes han incrementado la retórica antiinmigrante y han trasladado completamente la responsabilidad de la seguridad en la frontera sur al Estado mexicano. De no cumplirse estos requerimientos, amenazan con tomar medidas agresivas e intervenir por medio de las fuerzas armadas estadounidenses para combatir el tráfico de fentanilo.

Es notable el llamado de AMLO a la comunidad de mexicanos residentes en el extranjero a abstenerse de votar por el Partido Republicano.

Estas circunstancias se enmarcan en un contexto global donde los gobiernos populistas están ejerciendo presiones cada vez más invasivas sobre las instituciones democráticas y liberales. El triunfo electoral de figuras como Trump o el propio Andrés Manuel López Obrador son resultado de decisiones populares respaldadas por mayorías abrumadoras, mismas que han expresado un descontento generalizado con el llamado establishment y las élites políticas tradicionales. Este masivo respaldo popular ha debilitado las capacidades institucionales e instituido nuevos modelos y esquemas de hacer política. Estos nuevos paradigmas están encarnados por un líder o un outsider que promete el regreso a una época dorada y olvidada de grandeza, sintetizado en eslogans como "Make America Great Again" de Trump, o "la Cuarta Transformación" de AMLO. En conjunto, estos cambios en la política interna y externa están reconfigurando la relación entre México y los Estados Unidos.

En este contexto global de auge populista, un rasgo común emerge en los estilos de hacer política de estos líderes: la tendencia a socavar la credibilidad de las instituciones y de la autoridad científica o técnica, así como a descalificar a los opositores. Las narrativas juegan un papel central en este proceso y la administración política se transforma en una batalla continua por ganar y mantener adeptos, mientras se intenta desacreditar y silenciar a las voces críticas.

Esta dinámica introduce un factor crítico en la ecuación: la política de las emociones. Apelando a decisiones populares, pero a menudo imprudentes, estos líderes pueden capitalizar el descontento general y catalizar el cambio. Sin embargo, las consecuencias de estas decisiones en el largo plazo son aún imprevisibles, especialmente en lo que respecta a las relaciones interestatales.

En esta línea de análisis, es notable el llamado de AMLO a la comunidad de mexicanos residentes en el extranjero a abstenerse de votar por el Partido Republicano. Este hecho cobra relevancia especialmente en el marco de las elecciones de 2024 en ambos países, donde se vislumbra la posibilidad de un resurgimiento de las tensiones con el gobierno de Trump, o incluso con Ron DeSantis, otro aspirante a la presidencia. Ambos candidatos republicanos se caracterizan por promover una retórica antiinmigrante y un estilo de confrontación marcado.

La cuestión clave con respecto a la iniciativa de la cancillería mexicana de activar la red consular para informar a la comunidad mexicana y "defender a México" gira en torno al uso de la política exterior mexicana como instrumento para influir en el voto de la diáspora mexicana y ejercer presión a través de la diplomacia pública. De tal manera, resulta pertinente determinar la influencia del voto mexicano en las elecciones estadounidenses, considerando su sistema electoral basado en la asignación de electores por estado. Según Jorge Santibañez del "Mexa Institute", el voto mexicano es relevante en Texas y Arizona, donde los votantes mexicanos representan alrededor del 30% y constituyen el 90% del voto hispano.

No obstante, las comunidades mexicanas en el exterior no son homogéneas. Tomemos Texas como ejemplo. A pesar de tener un origen étnico común, no todas las personas se identifican como "latinas" o "mexico-americanas". El condado de Zapata, con un 94% de población de origen latino es un caso clave: el 98% se identifica como de raza "blanca" y en 2016 votaron mayoritariamente por el Partido Republicano, por primera vez en 100 años. Muchos habitantes de origen mexicano o hispano en Texas, con varias generaciones viviendo allí, se identifican como "Tejanos", reafirmando la idea de que no cruzaron la frontera, sino que "la frontera los cruzó a ellos".

Según las estadísticas del Pew Research Center, aunque los candidatos demócratas gozan de una preferencia del 58% entre los mexicanos con derecho a voto en los Estados Unidos, la administración de Biden es vista con desaprobación por un 52% de este grupo. Este nivel de descontento es incluso mayor entre la comunidad hispana en general, donde la desaprobación alcanza el 54%.

Por otro lado, una mayoría de la comunidad hispana (80%) coincide en que la economía es el tema que más influye en su decisión de voto. Asimismo, un estudio realizado por la Americas Society Council of Americas muestra que una porción significativa de los votantes latinos considera a los republicanos más capaces de gestionar asuntos económicos relevantes, como la inflación y el empleo. Esto refleja la importancia que tiene la estabilidad y prosperidad económica para los hispanos en Estados Unidos, acentuada por los retos adicionales que enfrentan debido a las difíciles condiciones en sus países de origen.

Estas estadísticas ilustran la complejidad del voto latino y propician interrogantes en lugar de plantear una hipótesis definitiva sobre la tendencia del mismo. En lugar de asumir una dirección clara del voto latino, podríamos cuestionarnos si es conveniente o incluso posible influir en el voto de los mexicanos registrados para votar en Estados Unidos. Al considerar varios factores, como su influencia relativa, la conformidad con nuestros principios de política exterior y la dificultad de alcanzar un consenso dada la falta de homogeneidad, debemos reconocer que los intereses de los mexicanos en el extranjero están fuertemente vinculados a la estabilidad y el bienestar de sus hogares en Estados Unidos.

Finalmente, es esencial considerar que las declaraciones de AMLO parecen ser menos una acción de política exterior calculada y más un recurso retórico para mantener la aprobación de sus seguidores. En efecto, estos comentarios provocativos y escandalosos podrían ser utilizados por DeSantis o Trump para revirar a AMLO y reforzar la narrativa del "peligro latino" que ha avivado sentimientos xenófobos en varias regiones de Estados Unidos. Esto tiene una repercusión directa en la comunidad mexicana residente en el extranjero. Por ejemplo, el FBI reportó un aumento del 21% en los crímenes de odio contra hispanos/latinos en 2018, correlacionado con los constantes ataques de Donald Trump.

Teniendo en cuenta los efectos potencialmente dañinos de las acciones y comentarios de AMLO, junto con los de líderes como Trump y DeSantis, vemos cómo estos pueden exacerbar las tensiones y alimentar una hostilidad creciente hacia los latinos en Estados Unidos, como lo demuestra el aumento en los crímenes de odio.

En conclusión, los estilos de liderazgo de figuras políticas como Trump y AMLO están cambiando no sólo la dinámica política interna, sino también las relaciones internacionales. La relación entre México y Estados Unidos, que históricamente ha estado marcada por la política de la "cortina de humo", parece estar evolucionando hacia una postura más de "ojo por ojo" o tit for tat. Esta tendencia subraya una profunda transformación en la dinámica de cooperación bilateral, lo que podría tener repercusiones significativas para el futuro de ambos países y para la comunidad de origen mexicano que reside en Estados Unidos.

La relación entre México y Europa se caracteriza por sus lazos históricos de amistad, lo que ha permitido construir un diálogo político franco, promover intercambios económicos, e impulsar la cooperación en temas de interés común a nivel bilateral, regional y multilateral. Actualmente, México mantiene una asociación estratégica con siete países europeos: Alemania, España, Francia, Italia, Rusia, Reino Unido, Turquía, y la Unión Europea (UE).

Con los datos de la Secretaría de Relaciones Exteriores, sabemos que México tiene una amplia red de representaciones en Europa, dado que cuenta con 26 embajadas, 54 consulados y una Oficina de Enlace en Estrasburgo, mientras que en territorio mexicano hay 30 embajadas de países europeos y una delegación de la Unión Europea. En particular, la relación entre México y la UE destaca por su gran marco de diálogo político, su Acuerdo Global vigente desde el año 2000, su asociación estratégica desde 2009 y los temas de interés mutuo en diversos foros multilaterales.

Respecto a los intercambios económicos, los datos de la Secretaría de Economía afirman que el comercio total entre México y la UE fue de 39,145 millones de dólares a junio de 2022, posicionándose como el tercer socio comercial después de Estados Unidos y China. Mientras que la inversión extranjera directa (IED) acumulada de 1999 a junio de 2022 fue de 186,240 millones de dólares, lo que equivale al 27.9% de la IED total recibida por México, lo que nos permite afirmar que es el segundo inversionista de nuestro país.

La relación bilateral entre México y la UE se debe gracias al Acuerdo de Asociación Económica, Concertación Política y Cooperación, conocido como Acuerdo Global, que fue suscrito en 1997 y se encuentra vigente desde el 2000, el cual además de tratar los temas de libre comercio, también abarca el diálogo político y la cooperación. En este sentido, después de 15 años, México y la UE tomaron la decisión de modernizar el Acuerdo Global, cuyas negociaciones dieron inicio en 2016, con el objetivo de adecuarlo a los retos políticos y económicos del Siglo XXI. De acuerdo con la Delegación de la UE en México, en 2018 se alcanzó un acuerdo, pero fue en abril de 2020 cuando finalizaron las negociaciones.

La Secretaría de Relaciones Exteriores ha afirmado que son múltiples los beneficios del Acuerdo Global, ya que establece un marco jurídico sólido para un diálogo político reforzado, una cooperación para el desarrollo más eficaz, así como un comercio y una inversión reforzados, entre otras razones. La modernización del Acuerdo Global iba por buen camino hasta que se presentó un debate sobre la estructura del mismo, es decir, una posible división del acuerdo. Como sabemos, su importancia se debe a que es único por abarcar tres ámbitos fundamentales de la relación bilateral, es por ello que el gobierno mexicano optó por mantener la estructura que se acordó hace más de 20 años.

De acuerdo con la reciente declaración de la Ministra Jennifer, Directora General de Planeación Político y G20 de la Subsecretaría de Relaciones Exteriores y Encargada de la Dirección General para Europa, en el Conversatorio sobre la Actualidad en las Relaciones entre México y la Unión Europea en el Instituto Matías Romero, el pasado 30 de mayo de 2023, las partes pudieron llegar recientemente a un acuerdo, no obstante, con los diversos cambios en la legislación mexicana se está evaluando el escenario más eficiente para salir adelante.

Lo que sigue es la firma del acuerdo, contar con la aprobación del Parlamento Europeo y finalmente pasarlo a su adopción y ratificación. El camino es largo, pero se deberá acelerar el proceso, pues el 2024 será un año con muchos cambios, ya que habrá elecciones presidenciales en México, y elecciones parlamentarias, del 6 al 9 de junio, para elegir a los 705 eurodiputados y renovar a los titulares de las principales instituciones europeas.

Después de meses de un impasse político entre el gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y la administración de Dina Boluarte, se abre un nuevo capítulo del conflicto que parece no llegar a una pronta resolución. El pasado 27 de mayo, el presidente de México anunció una pausa de las relaciones económicas y comerciales con Perú, luego de que el parlamento andino emitiera días antes una declaratoria de persona non grata para el mandatario mexicano. La decisión de la República del Perú, sustentada por mayoría en el Congreso, se emite en un contexto de constante injerencia en los asuntos internos del país por parte de AMLO, acción que se viene suscitando de forma reiterada desde la destitución y detención del expresidente peruano Pedro Castillo, en diciembre de 2022.

Lo anterior denota gran parte de la inconsistencia y discrecionalidad con que AMLO conduce sus acciones hacia el exterior. Aun cuando, al inicio de su administración, en diciembre de 2018, el mandatario insistió en que su gobierno actuaría conforme a los principios constitucionales de no intervención y autodeterminación, honrando la Doctrina Estrada, esta no es la primera vez –ni seguramente será la última– que el presidente actúa según sus propios conceptos y principios de política exterior, en perjuicio de la cancillería y el servicio exterior mexicano.

Cabe recalcar que esta ya es la segunda declaratoria de persona non grata realizada por Perú hacia autoridades mexicanas en los últimos seis meses, hecho nunca antes registrado en la historia de la relación bilateral. El primer caso, el 20 de diciembre de 2022, sucedió con respecto al embajador mexicano Pablo Monroy, quien tuvo que abandonar la máxima representación de México en Perú tras las declaraciones de apoyo del presidente AMLO hacia su homólogo Pedro Castillo. Como consecuencia, la relación bilateral se vio reducida a nivel encargado de negocios. Si bien, en aquél momento, el embajador mexicano se limitó a retirarse del país sin realizar alguna declaratoria, en el caso AMLO, este agradeció la decisión y la calificó como “un timbre de orgullo”, al tiempo que insistió en que no reconocerá la “presidencia espuria” de Dina Boluarte.

Asimismo, el mandatario mexicano, quien ha otorgado asilo político a la esposa e hijos del expresidente Castillo, conforme lo dicta la tradición diplomática mexicana, asegura que este fue víctima de un golpe de “la oligarquía peruana” e ignora que su actuar estuvo fuera de los límites constitucionales. Además, insiste en que Boluarte, que asumió el cargo vía sucesión constitucional por ser la vicepresidenta, “fue impuesta” en el Gobierno de Perú y, por tanto, su presidencia es ilegítima. A este posicionamiento se suma el presidente de Colombia, Gustavo Petro, quien al igual que AMLO, no ha escatimado en expresar sus opiniones más personales y en calificar los procesos políticos del país andino.

Por otro lado, parte de la disputa con la República del Perú se centra en la renuencia de México por entregar la presidencia pro tempore de la Alianza del Pacifico, mecanismo de integración regional que ambos países comparten junto con Colombia y Chile. López Obrador tendría que haber entregado la titularidad del mecanismo a Perú en una cumbre programada en noviembre pasado en la Ciudad de México, para que este pudiera iniciar funciones en enero, conforme lo estipula el artículo séptimo del Acuerdo Marco de la Alianza. Sin embargo, justo en ese periodo, el intento de Castillo de disolver el congreso y de implantar un Estado de excepción convulsionó la política interna de la nación peruana.

Por otro lado, no hay duda de que en materia de política exterior, López Obrador ha violado recurrentemente los principios que tanto predica, relegando a la Cancillería y al Servicio Exterior Mexicano a un segundo nivel.

En este escenario, Boluarte ha manifestado que la posición reacia de su homólogo mexicano está generando la paralización de la mayoría de las acciones del bloque, cuya esencia es eminentemente comercial. Asimismo, ha advertido al gobierno de México que, de no formalizar el traspaso de la presidencia, “acarreará responsabilidad internacional” por incumplir con sus obligaciones jurídicas del Acuerdo Marco. En este sentido, Gabriel Boric, presidente de Chile, se ha mantenido como un actor más neutral, en un esfuerzo por mediar entre la posición compartida de México y Colombia con respecto a la legitimidad de Boluarte con el fin de preservar la Alianza y evitar aún más el deterioro de las relaciones. No obstante, para entregar la presidencia del organismo debe existir un consenso entre sus cuatro integrantes, motivo por el cual, el canciller mexicano, Marcelo Ebrard, reafirma que se encuentran “en un paréntesis”.

Finalmente, bajo circunstancias normales, en 2026 debería concluir el gobierno peruano en turno pero el escenario de violencia e inestabilidad política favorece un ambiente propicio para que nuevos cambios políticos sucedan. No obstante, el actual bloqueo legislativo excluye del debate la opción de adelantar elecciones hasta el mes de agosto, dando como única vía para aminorar la crisis la dimisión de Boluarte. De concretarse dicha acción, la actual mandataria sería la séptima persona en gobernar Perú en los últimos siete años, un número extremadamente elevado teniendo en cuenta que el mandato presidencial del país es de cinco años y que, además, evidencia la ineficiencia del sistema político-institucional peruano para brindar gobernabilidad a sus presidentes.

Por otro lado, no hay duda de que en materia de política exterior, López Obrador ha violado recurrentemente los principios que tanto predica, relegando a la Cancillería y al Servicio Exterior Mexicano a un segundo nivel. Así, el ejercicio de una diplomacia presidencial, caracterizada por su inconsistencia y un presidente ausente, únicamente reduce la presencia y liderazgo de México en la región latinoamericana. Más aún, en un contexto donde Brasil intenta liderar un nuevo proceso de integración con la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y, en consecuencia, sin México incluido. En cuanto a la Alianza del Pacífico, tarde o temprano debe producirse el cambio de presidencia, porque, finalmente, es un tratado internacional. Aunque, probablemente, cuando esto suceda el escenario regional será uno muy distinto.

Desde hace años, México lucha contra el tráfico de armas y Estados Unidos contra el tráfico de drogas. Ambos países comparten el interés de seguridad nacional para detener a los grupos criminales que trafican armas ilícitas, drogas y explotan a los individuos a través de la trata de personas y ya reconocieron la importancia de trabajar en conjunto para erradicar estos y otros problemas que comparten sus fronteras.

En este sentido, la Iniciativa Mérida fue un marco de cooperación bilateral en materia de seguridad, Estado de derecho y control de drogas. Fue propuesta por México y adoptada en 2007 por los entonces presidentes Felipe Calderón y George W. Bush. Tenía un enfoque militar que buscaba afectar la capacidad operativa del crimen organizado, equipar las fuerzas armadas, implementar reformas en materia de justicia y profesionalizar las instituciones de seguridad.

El sexenio de Felipe Calderón Hinojosa (2006-2012) se caracterizó por una política exterior activa y responsable, pero también por una guerra contra el crimen organizado que provocó un aumento de la violencia en todo el país. Con la Iniciativa Mérida, Calderón buscaba dejar atrás la posición de subordinación de México hacia el país vecino, que este aceptara su corresponsabilidad en materia de narcotráfico y brindara su apoyo para combatirlo. En el sexenio de Enrique Peña Nieto (2012-2018), aunque se limitó el alcance de la Política Exterior Mexicana, la Iniciativa Mérida continuó, pero sus mecanismos se debilitaron y provocaron descoordinación y fragmentación en la cooperación binacional sobre seguridad entre ambos países, llevándola a una fase terminal.

Para el sexenio de Andrés Manuel López Obrador (2018-2024), la Iniciativa desapareció y se sustituyó por el Entendimiento Bicentenario México-Estados Unidos para la Seguridad, Salud Pública y Comunidades Seguras. Fue adoptado a finales del año 2021 a raíz del Diálogo de Alto Nivel sobre Seguridad, como una estrategia integral a largo plazo de acciones binacionales para abrir oportunidades de mayores transformaciones para garantizar la seguridad, salud y desarrollo para ambos países.

El Entendimiento Bicentenario busca reafirmar la soberanía de México ante Estados Unidos en temas de seguridad, proteger a la sociedad, prevenir la delincuencia transfronteriza y desmantelar redes criminales. Para ello, establece 3 ejes de trabajo, 102 acciones y 26 objetivos en los que prevalece el uso de la inteligencia en lugar de la fuerza, aborda la ciberdelincuencia, enfatiza el intercambio de información entre gobiernos y trata el problema de las drogas con un enfoque de salud pública.

Debido a que México y Estados Unidos comparten retos y sus políticas internas afectan al país vecino, cooperar para garantizar la seguridad es fundamental. Por ello, el Entendimiento Bicentenario es una forma de encauzar la relación bilateral en materia de seguridad hacia fines más concretos que los planteados por la Iniciativa Mérida, que permitan potenciar sus capacidades y fortalecer las estrategias.

Para aplicar los objetivos del Entendimiento, México y Estados Unidos han implementado medidas a nivel interno y a largo plazo. Sin embargo, se acercan los comicios del 2024 en ambos países. Con el cambio gobierno que se avecina, ¿qué pasará con este Entendimiento y sus objetivos? Ya que existe la posibilidad de que no se les dé continuidad, como sucede con varios acuerdos de política interna y externa con el cambio de administración.

Aunque falta mucho por hacer en temas de seguridad y aún es pronto para evaluar el impacto del Entendimiento Bicentenario, es importante preservar esta cooperación y dar continuidad a las estrategias conjuntas para alcanzar sus objetivos y mantener una política exterior exitosa en la que se cuente con los recursos materiales y el interés, independientemente de quién ocupe la silla presidencial.

Interpretar correctamente el valor estratégico de la región de Asia-Pacífico es clave para entender los alcances que tiene en las nuevas dinámicas internacionales del siglo XXI. Con el foco en las economías más líderes de la región, China, Japón, India y Corea del Sur, los aspectos económicos, comerciales y financieros, son los principales ejes sobre los que recae la importancia estratégica para entender las motivaciones e intereses de un país, como México, de perfilar su maquinaria política, diplomática y económica hacia el estrechamiento de relaciones bilaterales que privilegien el desarrollo multifactorial de ambas partes. Así pues, México, un país con perspectiva global, identifica a Asia-Pacífico como un mecanismo oportuno para la diversificación de sus relaciones comerciales ante las robustas dependencias con Norteamérica, y paulatinamente, evitar concentrar sus relaciones comerciales con un solo país en el mundo.

En este orden de ideas, este ensayo tiene como objetivo analizar la relación de México con la región de Asia-Pacífico y las razones por las que no han llegado a consolidarse fehacientemente. El argumento central es que México, atendiendo las dinámicas del sistema internacional prevalecientes en la segunda década del siglo XXI, necesita aplicar los instrumentos, estrategias y recursos que ha construido durante los últimos años, con la intención de acotar los vínculos entre México y Asia-Pacífico y, lograr así, una descarga en las relaciones comerciales de México con Estados Unidos, principalmente. El texto está dividido en tres partes. La primera expone el valor estratégico de la región de Asia-Pacífico, así como su lugar en el sistema internacional. La segunda parte identifica los esfuerzos multilaterales que el gobierno de México ha emprendido en su acercamiento con la región de Asia-Pacífico. Como tercera parte, el ensayo reflexiona las limitantes que han existido en el intento de impulsar un mayor acercamiento con la región. Finalmente, este trabajo concluye con las consideraciones finales del autor.

El valor estratégico de la región de Asia-Pacífico y su lugar en el sistema internacional

El espectro de Asia-Pacífico integrado por diferentes esquemas económicos, políticos, culturales, lingüísticos y geográficos, no hace limitativo el espíritu esperanzador que irradia ante los ojos de la comunidad internacional. Aunque existen diferencias y múltiples formas de percibir la vida económica, política, social y cultural de los países pertenecientes a esta zona geográfica, es distintiva, de manera generalizada, la capacidad económica, industrial, financiera y productiva con la que se desempeña para posicionarse como el espacio asiático más dinámico y con mayor prosperidad para los Estados inherentes a esta zona, y para todos aquellos con quienes logren vincularse económicamente. El avance y la sintonización en una visión de un bloque naturalmente unido y con intereses bien definidos, también es una caracterización del ímpetu con el que cuenta el Asia-Pacífico.

Desde finales del siglo XIX la región de Asia-Pacífico fue tomando un definido impulso en la esfera económica. Los avances tecnológicos e industriales permitieron aumentar la capacidad de exportación, y las demandas de bienes de capital y de consumo las de importación, descargando en el aumento de los flujos comerciales de la región con otras regiones competitivas y dinámicas del mundo. Así, la región de Asia-Pacífico se ha convertido en una de las más dinámicas del mundo por sus significativas tasas de crecimiento y participación en el comercio internacional, y por ser una de las grandes exportadoras de capitales del mundo.

Uno de los elementos que sigue catapultando a esta región como un importante centro de movilización de activos económicos, es la cantidad de personas que alberga, pues, tan sólo dos países, China junto con la India, suman más de dos mil ochocientos millones de personas, lo que representa aproximadamente un tercio de la población mundial actual, según la información más reciente del Banco Mundial. Por otra parte, sus flujos del comercio global son altamente significativos, al igual que su importante contribución al PIB mundial.

Es importante subrayar que los esfuerzos multilaterales de concertación política y económica en esta región, como el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacifico (APEC, por sus siglas en inglés), el Tratado Integral y Progresivo de Asociación Transpacífico (CPTPP, por sus siglas en inglés), o la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN, por sus siglas en inglés) funcionan como articuladores y facilitadores para converger sobre los ejes temáticos a enfatizar en la agenda regional e internacional. La mayoría de estos espacios multilaterales han sido formulados en conjunción con lideres occidentales, Estados Unidos, Reino Unido y la Unión Europea, permitiendo que los lazos se robustezcan entre las partes involucradas y se dinamicen los intercambios comerciales, financieros, tecnológicos, sociales, culturales, y demás esferas temáticas importantes para la globalización.

Ciertamente, por la estrategia multidimensional que significa Asia-Pacífico, la región está siendo objeto de disputas entre los gigantes económicos, por China y Estados Unidos. Sus actividades están enfocadas a ensancharse en los principales foros y mecanismos multilaterales, así como en el acercamiento bilateral con bloques de países reacios a adoptar posturas afines a sus intereses.

Esfuerzos multilaterales de México para su acercamiento y profundización con Asia-Pacífico

Desde finales del siglo XIX, con el auge del capitalismo estadounidense, el mundo apropió a la globalización como una de sus nuevas formas de concebir el plano de la economía y el comercio internacional. La puesta en marcha de procesos integracionistas y de esfuerzos políticos por liberalizar el comercio internacional rindieron sus primeros frutos con la consolidación de numerosos tratados de libre comercio entre países o bloques de países, permitiendo armonizar a la economía y al comercio internacional de una manera tan positiva que incluso hasta nuestros días, sigue manteniendo ese espíritu con el que nació hace casi 40 años. México no quedó exento de ello. Siguiendo la tradición política en temas de política exterior, el Estado mexicano modernizó sus instituciones y, mediante ambiciosas estrategias y grupos de trabajo, logró edificar acuerdos de libre comercio con los principales actores, regiones y bloques económicos del globo, incluyendo Norteamérica, la Unión Europea, y más recientemente, Asia-Pacífico.

Como en todo esquema organizacional de relaciones comerciales, los contactos de México con Asia-Pacífico comenzaron con el análisis y estudio de los potenciales socios comerciales más robustos en la región. China, Japón, India y Corea del Sur perfilaron como los ejes rectores sobre los que se fijaría la maquinaria diplomática mexicana para entablar relaciones que profundizaran los beneficios de ambas partes. Asimismo, el seguimiento a las organizaciones e instrumentos políticos regionales de la zona, con miras a penetrar en ellas, figuró como una estrategia paralela a la del establecimiento de relaciones bilaterales.

La ruta de acción formal hacia la inserción de México en Asia-Pacífico inició con el ingreso de México en el APEC, en 1993. A partir de ahí, el gobierno mexicano aplicó estrategias de negociación internacional para conseguir un ingreso formal a otros mecanismos multilaterales importantes, el TPP (predecesor del CPTTP). Asimismo, existen otros más que fueron ideados para complementar a las economías de la cuenca del pacifico, como la Alianza del Pacífico, y unos más, no tan formales, con la intención de concertar economías emergentes en donde México comparta agenda con países de condiciones similares, como el grupo México-Indonesia-Corea del Sur-Turquía-Australia (MIKTA, por sus siglas en ingles). El ingreso del país a estos mecanismos constató los beneficios de estrechar lazos con la región asiática.

La relación de México con Asia-Pacífico está definida, grosso modo, por el comercio y la inversión extranjera directa (IED). Como señalan José León y Eduardo Tzili, “el nuevo estadio de la relación no se debe tanto a los efectos de una planificación deliberada de México para diseñar una nueva inserción internacional, sino más bien al auge asiático […] de las últimas décadas”. Además, la importancia de modernizar y profundizar las relaciones multilaterales con una región dinámica, competitiva y próspera es el foco que todos los actores del sistema internacional debieran plantearse si su deseo es participar en la conformación de agendas en temas de comercio, inversión, productividad, finanzas y tecnología que, en consecuencia, impacten positivamente en los Estados-naciones.

De manera concreta, las líneas que definen las áreas de oportunidad de México en la región del pacífico asiático son enunciados acertadamente por el embajador Carlos de Icaza, afirmando que la región ofrece múltiples oportunidades no sólo por su dimensión o el número de países que la integran, sino también por su acelerado crecimiento, lo que beneficiará enormemente las exportaciones mexicanas, en particular las de áreas estratégicas como la de vehículos y autopartes, el sector aeroespacial, la de dispositivos médicos, la de equipos eléctricos, la de cosméticos y las de tequila, mezcal y cerveza, y, en el ámbito agropecuario, la exportación de aguacate, moras, carne de res, carne de cerdo, pollo y huevo y jugo de naranja, entre otros bienes.

Reflexiones sobre las limitantes en el acercamiento con la región de Asia-Pacífico

México mantiene una alineación multifactorial con occidente, especialmente con sus socios norteamericanos. El histórico apego que México mantiene hasta la actualidad tiene sus raíces en los aspectos geográficos, geopolíticos, sociales, culturales, históricos, económicos, y comerciales. Este último, engrosado por el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en vigor desde 1994, hasta su modernización con el Tratado México-Estados Unidos-Canadá (TMEC). La presencia de este tratado reafirmó el férreo papel que desempeña Estados Unidos sobre México, no solo en la esfera comercial, sino en rubros colaterales, como en los ideológicos, sociales, políticos, culturales, etcétera.

Un acercamiento vertiginoso, decidido y pronunciado a Asia-Pacífico significaría activar las alarmas estadounidenses sobre México y presionar, a través de aranceles u otras formas políticas de coacción, con el fin de mermar el acercamiento asiático. En la renovada confrontación Este–Oeste liderada por Estados Unidos versus China, principalmente, existen choques de intereses y visiones sobre quién debe controlar el poder mundial. Con esta visión, cobran mayor sentido los argumentos que motivan a impulsar los esfuerzos para lograr una efectiva diversificación de relaciones comerciales.

Es importante apuntar que la presencia diplomática de México en la región de Asia-Pacifico es débil.

Por otra parte, es importante apuntar que la presencia diplomática de México en la región de Asia-Pacifico es débil. Al respecto, existen doce embajadas, tres consulados generales, y una oficina de enlace en Asia-Pacífico, según datos recientes del gobierno de México. Una presencia diplomática endeble no permite la construcción de puentes que resulten en aumentar los intereses de cooperación con México. El camino hacia una mayor presencia en la región comienza con el posicionamiento de representaciones diplomáticas del Estado mexicano en áreas estratégicas y que aporten al interés nacional. Aumentar las misiones diplomáticas en Asia-Pacífico empuja y consolida la cooperación bilateral y multilateral con socios clave en la región, además, de que permite difundir el nombre y el quehacer de México en la zona. Desde esta perspectiva, es importante incluir a la diplomacia cultural como una destacada estrategia de poder suave en las relaciones exteriores del país, organizada desde misiones diplomáticas enfocadas en el Asia-Pacífico.

Los esfuerzos y trabajos que México ha alcanzado en Asia-Pacífico necesitan de continuidad institucional. La necesidad de una política exterior proactiva que comprenda el interés nacional en la región, y que mantenga una visión de Estado, por encima de una de gobierno, es el requerimiento base que debe de prevalecer en el imaginario colectivo del sistema político mexicano.

La primera etapa en la relación de México con el Asia-Pacifico fue, en términos generales, la inserción en los principales foros y mecanismos multilaterales de la región, como el APEC o el CPTPP; la segunda etapa, fue el acercamiento bilateral con algunos de los diferentes socios clave en la región, como China y Japón; y la tercera etapa, es la de aprovechar todos esos espacios bilaterales y multilaterales para seguir profundizando vínculos con los países del pacifico asiático, y viceversa. México es un país con muchas ventajas competitivas, posee ricos recursos naturales a lo largo y ancho de su territorio, tiene una posición geográfica privilegiada al ser bioceánico y compartir frontera con Estados Unidos, y es la segunda economía más sólida de América Latina, tiene vinculación con zonas económicamente estratégicas en el mundo, como con Norteamérica y la Unión Europea.

En suma, desde el siglo pasado, México identificó acertadamente a Asia-Pacífico como una de las regiones con tendencia a dinamizarse económicamente en los próximos años. La competitividad, los flujos comerciales regionales e internacionales, y el desarrollo de industrias clave en tecnología, fueron los elementos necesarios para posicionar a esta zona como el destino al que México tenía que voltear a ver si su motivación, y necesidad, era la de diversificar sus relaciones comerciales respecto con los gigantes occidentales. Los esfuerzos y trabajos que logró la diplomacia mexicana se materializaron en el ingreso del país a mecanismos políticos y económicos de Asia-Pacifico, como el APEC o el CPTTP, en donde se le otorgó la capacidad de compartir puntos de coincidencia en temas de comercio y de inversión, fundamentalmente. Aprovechar esas oportunidades existentes necesita de una visión horizontal, donde prevalezca el interés de diversificar las relaciones comerciales ante la ya peligrosa dependencia comercial con Estados Unidos.

México tiene retos importantes para poder consumar una plena diversificación de relaciones comerciales más allá de occidente. Sin embargo, los nuevos comienzos siempre inician con algo; las realidades del sistema internacional están cambiando estrepitosamente y ya hay transiciones en los tradicionales polos económicos de poder para dirigirse a escenarios nuevos y dinámicos. La necesidad de México de diseñar una política exterior proactiva encaminada a Asia-Pacífico, que contemple poderosas estrategias, como la multiplicación de sus representaciones diplomáticas en la región, con una aplicación conjunta de poder suave, mediante la diplomacia cultural, y la difusión de sus ambiciones en la agenda regional, serán motores que acrecienten los esfuerzos para darle continuidad y profundidad a la relación de México con la región de Asia-Pacífico.

Las normas de protocolo y los procedimientos de ceremonial en su esencia van más allá de las reglas de urbanidad, de las buenas maneras o del comportamiento social común, aunque pretenden lo mismo: el respeto que nos debemos unos a los otros. La vida acelerada que se vive en nuestros días no ha permitido que las buenas maneras de comunicación de política internacional sean analizadas y muchos menos estudiadas. El sistema internacional actualmente tiene un arraigo histórico con los conceptos de protocolo y ceremonial en cualquiera de sus ramas de estudio, que en el caso de la rama diplomática y consular ha sido parte ferviente para la política exterior de los Estados-nación con un lenguaje no verbal que permite el análisis de las relaciones diplomáticas y consulares entre Estados sin necesidad de mencionar una sola palabra. Varios de los conceptos que emanan del protocolo y el ceremonial demuestran que, después de las Convenciones de Viena de Relaciones Diplomáticas y Consulares respectivamente, los dos conceptos mencionados tuvieron que adaptarse y ser flexibles, pero mucho tiempo antes la buena voluntad de las monarquías, imperios y civilizaciones, ya existían tales actividades protocolares y sobre todo del ceremonial, desde acomodo de autoridades, hasta el reflejo de los primeros pendones (antecedente directo de una bandera).

El protocolo y ceremonial diplomático-consular son formas eficientes de entablar el dialogo entre dos o más Estados-nación y son conceptos derivados de la diplomacia y resultan importantes en el estudio de precedencia, presidencia, vexilología o visitas de Estado oficiales, etcétera. La forma más adecuada de mostrar que los Estados-nación tienen la contemplación de mantener relaciones diplomáticos y consulares es por medio en un principio por las visitas de Estados oficiales o no oficiales, en donde se deja en claro el deseo que tiene el anfitrión para mantener vínculos económicos, sociales, culturales, políticos con su contra parte que tiempo más adelante se refleje como inversiones o acuerdos entre ambas partes. Aunque ha sido históricamente hablando el protocolo y ceremonial diplomático una parte medular entre los Estados-nación, conforme el sistema internacional se fue adentrando en la historia contemporánea surgieron nuevas formas de convivencia entre los Estados en lo que conlleva al trabajo por un protocolo.

Sin embargo, es necesario reconocer la necesidad de actualizar las prácticas del ceremonial para incluir nuevos actores que dan dinámica a la agenda internacional actual, así como áreas de reciente aparición en la agenda internaciónal, como la atención a connacionales en otros Estados y la equidad de genero. En este sentido, el protocolo y ceremonial que hacía referencia al tan famoso manual de Carreño, ya no es funcional en los tiempos modernos. Como lo menciona Aníbal Gotelli, “los conceptos de protocolo y ceremonial siempre atienden a la flexibilidad de los tiempos de la propia humanidad, no se puede hablar de un protocolo y ceremonial rígido y añejo para la relación entre Estados Nación, se debe innovar para dar el debido respeto a todas las culturas del planeta tierra”. Por ende, si se mantiene diplomáticamente y consularmente un manual de protocolo y ceremonial de antaño lo que provocaremos serán malos entendidos en la comunicación no verbal.

El protocolo y ceremonial que hacía referencia al tan famoso manual de Carreño ya no es funcional en los tiempos modernos.

Como definición, el término protocolo deriva del bajo latín protocollum y esté del bajo griego protocollon y etimológicamente de protos primero y kollan encolar, pegar; cuyo significado refiere o significa, la primera hoja encolada o pegada de una serie de documentos donde aparecen los registros de congresos diplomáticos, conferencias y otras actividades de los enviados al extranjero. Por su parte, Foderé consideraba el protocolo como el código de la cortesía internacional en pleno siglo XVIII, o en el siglo XX Jean Serres, codificó las reglas que rigen al ceremonial, que tienen por objeto dar a cada cual, de quienes participan, las prerrogativas o privilegios. Una visión más contemporánea la da José Antonio Urbina al mencionar que el protocolo es una disciplina que, con realismo, técnica y arte, determina las estructuras o formas bajo las cuales se desarrolla una actividad humana pluripersonal e importante; cuyo objeto de su eficaz realización y, en último lugar lograr la convivencia. Asimismo, el doctor Carlos Fuente Lafuente afirma que es un conjunto de normas y técnicas mediante las cuales se regulan y planean los actos promulgados por las instituciones públicas, entidades privadas y por las personas, se establece un orden y desarrollo y se instalan a los invitados y símbolos; y por otro, la profesión que se ocupa de la organización de los actos que afectan a las instituciones, entidades y personas, además de la aplicación de normas y tradiciones vigentes en este campo y de su ceremonial.

Por otro lado, el ceremonial, su definición más acertada para el rumbo del presente documento lo menciona Raúl Valdés Aguilar quien lo define como el conjunto de usos y formas de cortesía que se emplean entre los Estados en los actos públicos (ceremonias); además de ser el código o formulario de las convenciones públicas. Por otro lado, Adolfo de Urquiza, en su Tratado de Ceremonial Público, menciona que es “el conjunto de fórmulas en que se exterioriza la vida de relación de los Estados”.

En la práctica, a menudo se confunden estos términos y se les considera sinónimos entre sí; sin embargo, como hemos visto, su contenido varía, por lo que es conveniente dejar clara la diferencia entre ambos. El protocolo contiene la normatividad establecida tanto en el ámbito nacional como internacional, que sirve para regular el desarrollo del ceremonial. El ceremonial está constituido por la práctica, es decir, por los usos, las costumbres y las tradiciones que, reguladas por el protocolo, y son seguidas en la realización de cualquier acto público o privado.
El mundo moderno exige que todos los organismos internacionales, Estados-nación, estados subnacionales y gobiernos locales aprendan sobre las nuevas formas de hacer relaciones internacionales, o en su debido caso política exterior, en razón del protocolo y ceremonial diplomático y consular. La globalización trajo consigo una conexión inmediata con cualquier parte del mundo, y la cooperación entre los Estados se encuentra al orden del día, en donde las visitas de turistas extranjeros o su atención a connacionales, como también de visitas oficiales de homólogos de presidentes municipales o gobernadores de estados federativos.

Conviene diferenciar al Derecho Diplomático de la política exterior y de la diplomacia propiamente dicha, con las cuales, sin embargo, está indisolublemente ligado. Mientras que la política exterior es el conjunto de posiciones y acciones que adopta un Estado en su relación con otros Estados o en el seno de organismos internacionales con la finalidad de preservar la cooperación por medio del protocolo y ceremonial diplomático muchas de las ocasiones atienden del mismo modo lo consular, si bien la diplomacia es el arte de poner apropiadamente en práctica esa política exterior tanto la rama diplomática como consular ha sido partícipe de la paradiplomacia, en donde destacamos gran presencia internacional de estados federativos y municipios, ya sea por posición geográfica o por flujo turístico pero el tema internacional se encuentra a la orden del día.

En cuanto a la diplomacia, es la ciencia de los intereses y relaciones de unas naciones con otras. Exige el uso constante de la astucia, la cortesía, las buenas maneras, el tacto y la habilidad para negociar. También, en ambas persiguen fines relacionados con los asuntos de gobierno y los negocios del Estado. Quizá la única diferencia reside en que la política es un conjunto de actividades dirigidas a los asuntos internos del gobierno y el Estado, mientas que la diplomacia es un conjunto de actividades políticas centradas en las relaciones internacionales de un Estado y su gobierno. Ahora bien, desde la perspectiva del poder y la adecuación de medios y fines, debemos considerar de qué instrumentos se sirve un sujeto o una sociedad para condicionar el comportamiento de otros sujetos u otras sociedades. El individuo y los Estados deben ser más cautelosos y no siempre recurrir al uso de la ley ni de la fuerza física para imponer su imperio y obtener ventaja sobre sus pares. Aparece así la diplomacia como el arte supremo de la negociación pacífica y la consecución de las ventajas y los efectos deseados.
A lo largo del siglo XX, cuando la revolución tecnológica, el impacto de los medios de comunicación masiva, la electrónica satelital y el ingreso en las relaciones internacionales de una serie de factores nuevos y condicionantes, del cual el más importante es la lucha por la ideología, se ha vuelto cada vez más adecuada la transferencia de las funciones clásicas de la diplomacia de la esfera la actividad política. Frente a la irrupción de la diplomacia política, también llamada open diplomacy.

En conclusión, después de este bosquejo histórico del protocolo y ceremonial diplomático-consular, además de la definición de cada uno de estos conceptos y la relación que mantienen entre ellos, sobre la atención del estudio de más internacionalistas en el tema, nos percatamos de la enorme importancia que tiene tanto para las relaciones internacionales de los gobiernos nacionales como locales. Con esto surgen nuevas formas de perspectiva del protocolo y ceremonial desde los aspectos diplomáticos y consulares. Todo ello funciona conforme avanzamos en el estudio de la historia de la humanidad como la honorabilidad y la credibilidad ha funcionado desde el entendimiento entre los Estados, así como en las relaciones de municipios y estados federativos con el mundo.

Ahora bien, en la perspectiva académica tales conceptos se interpretan como una forma autentica de solamente práctica de los aspectos diplomáticos, pero si se analiza podremos encontrar sustento de metodología de la investigación que nos puede funcionar dando solo algunos ejemplos con datos cuantitativos que reflejan que solamente diez universidades en la República Mexicana imparten alguna materia en relación al estudio del protocolo y ceremonial diplomático-consular, muchas de ellas en la Ciudad de México, y solamente en dos universidades en el resto del país, si nos adentramos en el tema de investigaciones solamente existen dos en el tema de protocolo diplomático de mediados del siglo pasado, cuando el protocolo y el ceremonial no eran flexibles.

Ahora con la globalización tales conceptos han evolucionado y se han ido adaptando a las nuevas realidades que enfrenta el sistema internacional. Es necesario ver al protocolo y el ceremonial diplomático-consular como un objeto de estudio sustentable que darán más campos de investigación y sobre todo más oportunidades de empleabilidad a futuros internacionalistas tanto en la práctica como en la investigación, así como de los estados federativos y gobiernos municipales atender este tipo de situación, y generar agendas de desarrollo en temas de protocolo y ceremonial atendidas en su totalidad, dando con esto un mensaje final en donde recordemos que México en su historia ha mantenido unos de los mejores trabajos de protocolo y ceremonial a nivel internacional, así como dentro de la misma nación.

A casi un año del inicio de la invasión rusa a Ucrania, la posición de México se ha caracterizado por su ambigüedad, lo cual es producto de una clara divergencia entre la posición del cuerpo diplomático mexicano y las declaraciones y acciones del gobierno federal tanto en la rama ejecutiva como legislativa. Esta divergencia ha provocado cuestionamientos sobre la verdadera posición de México frente a este conflicto.

En cuanto a la rama diplomática de México, ha quedado marcado claramente el rechazo hacia el conflicto. A pocas horas del inicio de las actividades bélicas, el canciller Marcelo Ebrard expresó su “condena enérgica a la invasión de Rusia a Ucrania”. Pocos días después, el 28 de febrero, México apoyó la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU, la cual exigía a Rusia el cese inmediato del uso de la fuerza, así como el retiro de sus tropas del territorio ucraniano. Estas dos acciones mostraban la posición reprobatoria de México hacia la invasión rusa.

Sin embargo, en los meses subsecuentes la diplomacia mexicana ha tratado de mantener una posición de mayor neutralidad. Por ejemplo, en la votación llevada a cabo el 7 de abril en una sesión extraordinaria de la Asamblea General de la ONU sobre la expulsión de Rusia del Consejo de Derechos Humanos, la representación mexicana se abstuvo de votar. Ante los diversos cuestionamientos hechos a México por la abstención, el representante permanente de México en la ONU, Juan Ramón de la Fuente, declaró que “la expulsión de Rusia no traería fin al conflicto”, y que era “necesario encontrar una solución incluyente, apoyando el multilateralismo”.

A pesar de que se podría pensar en lo contrario, México ha declarado en todo momento que no apoya directamente a Rusia y que sus acciones responden al apego de una serie de principios rectores en su política exterior. Además, durante la reunión ordinaria de la Asamblea General de ONU en septiembre, el canciller mexicano reiteró el pronunciamiento oficial de rechazo al conflicto al mismo tiempo que promovió la creación de una comitiva diplomática de alto nivel para mediar entre los países beligerantes, abogando por una solución pacífica al conflicto. En propias palabras del canciller Ebrard, la intención es “crear un canal diplomático que permita reducir las tensiones y encauzar la mediación”.

Por otro lado, la postura del gobierno mexicano ante la invasión de Ucrania ha sido divergente en comparación con el posicionamiento del cuerpo diplomático. Si bien, inicialmente el mandatario mexicano, Andrés Manuel López Obrador, expresó en sus conferencias mañaneras su condena a la invasión rusa, al poco tiempo decidió no sumarse a las sanciones económicas que algunos países impusieron en contra de Moscú. El presidente mexicano justificó esta decisión argumentando que “no era una medida aprobada por el Consejo de Seguridad de la ONU” y que se estaba “apegando al histórico principio de no intervención” que ha sido uno de los pilares de la política exterior mexicana.

El gobierno mexicano también rechazó enviar armamento como forma de asistencia para el ejército ucraniano en este combate. En esa ocasión, el presidente argumentó que México es un país pacifista que se ha destacado a lo largo de su historia por no tomar parte en conflictos. Aunque esta declaración no es del todo cierta pues México sí ha brindado apoyo armamentístico a otros grupos en el pasado. El caso más conocido se presentó en el contexto de la guerra civil española, durante el gobierno de Lázaro Cárdenas, cuando México envió armas al bando republicano.

Otra muestra de divergencia en cuanto a posiciones en materia de política exterior por parte del gobierno mexicano se puede encontrar en las acciones del Poder Legislativo. Apenas a un mes de iniciada la invasión, la Cámara de Diputados decidió formalizar la creación de un Grupo de Amistad México-Rusia con el fin de fortalecer los lazos de cooperación y amistad entre ambas naciones. Es relevante señalar que la creación de este grupo no fue una declaración explícita de apoyo para Rusia. En declaración del presidente del grupo de amistad, el diputado Alberto Anaya Gutiérrez del PT, recalcó la importancia de mantener relaciones con Rusia tanto como con Ucrania.

Asimismo, los integrantes de este grupo de amistad hicieron hincapié en la necesidad de encontrar una solución pacífica al conflicto, donde ambas partes dejen las armas. Sin embargo, la creación de este grupo fue altamente cuestionada y fue blanco de críticas como la que hizo el embajador de Estados Unidos en México, Ken Salazar, al señalar que “este tipo de acciones no pueden pasar”, la solidaridad de México debe “estar con Ucrania y en contra de Rusia”. El embajador también declaró que “entre México y Estados Unidos no puede haber diferencias”.

Si bien, en el discurso el gobierno mexicano se apega a la diplomacia, sus acciones distan de este objetivo.

Como se puede observar, en el contexto del conflicto entre Rusia y Ucrania el posicionamiento del cuerpo de representación mexicano en el exterior ha sido diplomático. Se ha dejado en claro reiteradamente que México condena la invasión, pero no está completamente de acuerdo con la estrategia que promueven las potencias occidentales para solucionar el conflicto. Sin embargo, los esfuerzos del cuerpo diplomático mexicano encuentran dificultad con las acciones del propio gobierno mexicano. Si bien, en el discurso el gobierno mexicano se apega a la diplomacia, sus acciones distan de este objetivo.

Sin embargo, es altamente probable que la ambigüedad con la que México se ha desenvuelto en este conflicto se deba al deseo de ser pragmático para evitar dañar sus relaciones internacionales. Al promover la solución pacífica del conflicto y condenar a Rusia por la invasión, pero sin apoyar cualquier tipo de sanción no oficial, México se asegura de no enemistarse con ningún país. Y aunque sus acciones le han ocasionado varias críticas y cuestionamientos, afortunadamente no han provocado un deterioro de sus relaciones con aliados importantes como Estados Unidos o la Unión Europea.

El pasado 1 de febrero de 2023 tuvo lugar en la Ciudad de México la reunión de seguimiento al programa de cooperación AMEXCID-PNUD (PROCAP) encabezada por su directora ejecutiva, la Dra. Laura Elena Carrillo Cubillas. El objetivo primordial de dicha reunión fue analizar el desempeño de los componentes y objetivos específicos del programa. Fue en junio de 2013 que comienza la primera etapa del PROCAP y para junio de 2025 con la tercera etapa se contempla su consumación, o en su defecto, restructuración.

La Cooperación Internacional para el Desarrollo (CID) funge como uno de los instrumentos de poder blando de la política exterior y, en cuestión del estado mexicano, además de la Secretaría de Relaciones Exteriores, la Agencia Mexicana de Cooperación Internacional (AMEXCID) participa integralmente en la promoción de la CID.

En el caso particular del PROCAP lo hace de la mano de un organismo internacional, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y, pese a que es un programa ‘longevo’ dentro de la Agencia, sus metas se han mantenido firmes a lo largo de las cuatro diferentes direcciones ejecutivas que han transcurrido.

El PNUD en su trayectoria en México se ha caracterizado por desempeñar un papel predominante dentro de los organismos internacionales que trabajan en favor del desarrollo. Es justamente ese protagonismo el que le confiere ‘poder’ en la planeación y asignación de recursos. Si bien la principal directriz del PROCAP está a cargo de la AMEXCID, en ocasiones se puede llegar a cuestionar las facultades del PNUD en este respecto.

El proyecto cuenta con 3 etapas distribuidas de la siguiente manera:


Etapa Periodo Componentes
1a Junio 2013- noviembre 2017 1. Fortalecimiento institucional de la AMEXCID
2. Sistematización de políticas y buenas prácticas mexicanas con alto potencial a ser compartidas en el marco de la cooperación Sur-Sur (CSS) y Triangular (CT)
3. Promover la designación de centros de excelencia para fortalecer el papel de México en cooperación Sur. Sur, triangular y horizontal

2a Diciembre 2017 – septiembre 2019 1. Desarrollo de capacidades nacionales para la cooperación internacional
2. Consolidación de la política de CSS y CT
3. Promoción de alianzas estratégicas para el desarrollo
3a Octubre 2019 – junio 2025 1. Desarrollo de capacidades institucionales para la gestión de la CID
2. Fortalecimiento de la política mexicana de CID, en sus modalidades de recepción y oferta
3. Promoción de alianzas estratégicas para el desarrollo
4. Apoyo a la implementación del Plan de Desarrollo Integral

En la primera etapa del PROCAP, según el mismo reporte de actividades, el resultado fue en gran medida eficiente en el ámbito de desarrollo de material para el Registro Nacional de Cooperación Internacional (RENCID); desarrollo de equipos multidisciplinarios; capacitaciones e impulso a centros de excelencia. La segunda etapa además de otorgar seguimiento a los temas anteriores agregó una perspectiva de género más visible en el programa y la inclusión de la Agenda 2030 entre otras acciones relacionadas con la CSS y la CT. Por último, la tercera etapa actualmente en vigor, aunado a lo anterior, contribuye al desenvolvimiento de las capacidades institucionales y capital humano.

Finalmente, a manera de recapitulación, los temas substanciales que contempla el programa son el posicionamiento de la AMEXCID; el desarrollo de capacidades institucionales; sistematización de políticas y buenas prácticas; consolidación de CSS y CT y apoyo al Plan de Desarrollo Integral. En alusión a este último punto (Plan Nacional de Desarrollo), si bien, dentro del documento constitutivo de la administración vigente (2019-2024) prioriza la cooperación entre países latinoamericanos, no se ha dejado completamente a un lado las gestiones con países de Europa o Norteamérica por mencionar algunos y por supuesto a la participación en conjunto con la SRE. Con todo lo anterior, continúa abierta la agenda para el antes mencionado Programa de Cooperación AMEXCID-PNUD y la evaluación de sus resultados más significativos en los años que le restan de gestión.

Hace unos días tuvo lugar en Buenos Aires, Argentina, la VII Cumbre de jefas y jefes de Estado y de Gobierno de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños mejor conocida como la CELAC y reunió a 33 representantes de los países integrantes. Como es bien sabido, a lo largo de los años en la región de América Latina y el Caribe se han visibilizado diversos proyectos que buscan la integración y esta agrupación obedece a ello. Es prudente recordar que esta iniciativa nace con la voluntad de dos potencias en la región: México y Brasil, así pues, el antecedente a la CELAC fue el Grupo Río que reunía cada año a los mandatarios en las denominadas Cumbres Río a finales de los ochentas y funcionaba como una herramienta de diálogo político y es hasta la cumbre de 2010 que se decide transformar en el organismo que nos ocupa.

Al igual que la mayoría de los mecanismos de integración, en la región se destacan las dinámicas intergubernamentales y para el caso de la CELAC, su máxima jerarquía se ve representada por la presidencia pro-tempore con la intención de democratizar este cargo. Este foro reúne de manera anual a jefas y jefes de Estado y de Gobierno para realizar los respectivos balances de la presidencia pro tempore, dialogar sobre las relaciones entre los países de la región, realizar proyecciones para dicho organismo y entablar diálogos políticos para una mayor integración entre los distintos países integrantes.

En esta cumbre se destacó el trabajo realizado por Argentina y su liderazgo frente a la CELAC así como también se hicieron notar las felicitaciones al presidente brasileño Lula Da Silva por la victoria de las elecciones democráticas y la celebración del regreso de Brasil a este organismo y se afirmó que con el liderazgo de Brasil, la CELAC entrará en una etapa de mayor consolidación y profundizará su presencia internacional. A su vez, se planteó el uso de una moneda en común entre Argentina y Brasil, sin embargo, esta propuesta se analizará para la viabilidad de su implementación.

Por su parte, también se apuntó a la desafortunada situación que atraviesa Perú con las protestas que, según Aristegui noticias, han dejado por lo menos a 63 personas fallecidas. El presidente chileno, Gabriel Boric reprochó el accionar del gobierno de Dina Boluarte frente a la represión de la sociedad civil en relación con las manifestaciones y violación de derechos. Asimismo, se hicieron pronunciamientos dirigidos a eliminar el bloqueo a Cuba, el regreso de Venezuela a la plataforma multilateral y el llamado al respeto de la democracia y al Estado de Derecho en los países.

Ahora bien, ¿cuál es el papel que ha desempeñado México en este mecanismo de integración? La realidad es que el interés por la integración siempre ha estado presente, de hecho, México es parte de otros proyectos tendientes a la integración como la Alianza del Pacífico (AP), Comunidad del Caribe (CARICOM), Asociación Latinoamericana de Integración(ALADI) por mencionar algunos, ya sea como Estado miembro u observador. La República Mexicana ha sido representada en las cumbres de la CELAC principalmente por las o los responsables de la Secretaría de Relaciones Exteriores o en su caso los respectivos mandatarios en turno.

En el lapso de la celebración de las Cumbres de jefes y jefas de Estado de este organismo, Felipe Calderón fue Presidente de México durante 2010 a 2012, posteriormente Enrique Peña Nieto de 2012 a 2018, y en ese mismo año Andrés Manuel López Obrador asumió la presidencia de la República y respectivamente, México de la CELAC en 2020. Durante la presidencia pro-tempore de México se debe apuntar que el mundo entero atravesaba por los impactos de la pandemia del COVID-19. Justamente, este escenario se agravó para la región latinoamericana y caribeña en donde persisten las desigualdades y en la que predomina la informalidad laboral, lo que a su vez incide en que las personas no tengan acceso a seguridad social. En este sentido, con la creación de vacunas para combatir dicho virus, el acceso a las mismas se convirtió en prioridad para todos los países de la región y sus esquemas de vacunación.

Bajo esta tesitura y con prioridades muy puntuales, México durante su presidencia pro-tempore de la CELAC devolvió la atención a los objetivos tendientes a la integración en la región. Fue en septiembre de 2021 que Palacio Nacional fungió como sede para la VI Cumbre de la CELAC y el mandatario de la República Mexicana, en su discurso de bienvenida, resaltó que la CELAC podría convertirse en el principal instrumento para consolidar las relaciones entre los países de América latina y el Caribe y alcanzar el ideal de una integración económica como Estados Unidos y Canadá en un marco de respeto a las soberanías. Además, AMLO apuntó que se debía de buscar algo similar a lo que fue la comunidad económica que dio origen a la actual Unión Europea. Resaltó que podía convertirse en realidad si se pensaba y se abordaba sobre tres cuestiones básicas:

1. La no intervención y la autodeterminación de los pueblos
2. La cooperación para el desarrollo
3. La ayuda mutua para combatir la desigualdad y la discriminación

Desde la trinchera política AMLO destacó que se podían comprometer a respetar las decisiones internas de los pueblos y que ningún gobierno se arrogue la facultad de someter a otro país bajo ningún pretexto con sanciones económicas. Así como también, externó que las controversias sobre democracia y derechos humanos fueran dirimidas a petición de las partes en instancias verdaderamente neutrales creadas por los países de América y que la última palabra la tengan las agencias especializadas de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Asimismo, enfatizó en la cooperación con Estados Unidos y Canadá para avanzar en la esfera económica y comercial y celebrar un tratado para fortalecer el mercado interno y puntualizó que solamente se requiere de hacer una planeación conjunta con la participación de organismos como la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y solicitar a estas instituciones de un plan con el objetivo de promover la comunidad económica.

Finalmente, en esa intervención, AMLO señaló que la integración productiva con dimensión social debía contar con el componente de la inversión para el bienestar de todos los pueblos de América bajo el criterio de que el progreso sin justicia es retroceso y que se debía avanzar hacia la modernidad, pero forjada desde abajo y para todos. Ahora bien, con relación a la reciente VII Cumbre de la CELAC, fue el Secretario de Relaciones Exteriores Marcelo Ebrard en su representación, pero hizo llegar un mensaje a la CELAC en donde aprovechó para saludar a la Presidenta de Honduras Xiomara Castro, a Lula Da Silva, presidente de Brasil, y a su hermano del alma como se refirió a Alberto Fernández, presidente de Argentina que a su vez presidió dicha cumbre.

"[…] cuando se le preguntó a Ebrard por la ausencia de López Obrador, respondió que él no hacía viajes tan largos […]"

En este mensaje, hizo alusión a la unión que aspiraba Simón Bolívar en la región y nuevamente hizo referencia al caso de la Unión Europea y resaltó la necesidad de respetar la independencia de todos los países y buscar unidad bajo esas condiciones. También felicitó al recién electo presidente de Brasil, posteriormente condenó la situación del Perú y la manera en que se reprimieron las protestas del pueblo en donde apuntó que se opone al autoritarismo y rechaza el encarcelamiento de Pedro Castillo (ex-presidente de Perú). Finalmente envió saludos fraternos a los pueblos hermanos y comunicó que iba a secundar todo lo que Argentina acordara en el marco de esta cumbre.

Ahora bien, cuando se le preguntó a Ebrard por la ausencia de López Obrador, respondió que él no hacía viajes tan largos y que, no obstante, había enviado su mensaje y que se encontraba muy presente en la cumbre, así como también enfatizó en que hacía mucho tiempo que Argentina, Brasil y México estuvieran alineados en la misma visión política y que eso le da una gran potencia a la visión de la CELAC.

En este orden de ideas, se debe traer a colación que precisamente la intención y parte de los objetivos principales de este organismo, es la de consolidarse como un espacio exclusivo de los países de la región latinoamericana y caribeña. A su vez, México se ha pronunciado respecto a la idoneidad de la cooperación e involucramiento de Estados Unidos y Canadá para la celebración de tratados comerciales con los países miembros de la CELAC. Asimismo, al remitirnos a lo comentado por el presidente mexicano de buscar parecerse a la Unión Europea es prudente destacar que la realidad latinoamericana y caribeña es sumamente diferente a la de Europa. El contexto en el que se formó la Comunidad Económica y avanzó respectivamente a la hoy conocida Unión Europea tuvo una realidad distinta a la de la región en América Latina y el Caribe.

La región latinoamericana y caribeña tiene un pasado con diversos enfrentamientos, intervenciones de potencias extranjeras y largos periodos de lucha para materializar sus respectivas independencias y gozar de plena soberanía. Por lo tanto, pensar en un esquema de integración regional desde el modelo europeo es remitirse a la teoría de integración clásica en donde los países ceden soberanía y existen figuras supranacionales en la toma de decisiones para los países involucrados. Bajo esta perspectiva, naturalmente desaparecen las estructuras fundacionales en las que operan la mayoría de los mecanismos de integración en la región de América Latina con dinámicas intergubernamentales y en consecuencia la condicionante de la voluntad política.

Los esquemas intergubernamentales representan una dualidad pues se resalta lo positivo de la flexibilidad en la toma de decisiones, pero a su vez, la atención que le proporcione la administración en turno incidirá en la relevancia que tenga la integración para sus agendas nacionales o planes de desarrollo. Por ejemplo, Brasil no estuvo involucrado en temas sobre integración mientras Jair Bolsonaro (ex presidente) asumió la presidencia pues la integración en la región y la política medio ambiental no fueron consideradas prioridades para su gobierno.

Finalmente, en la cumbre se hizo un llamado a la democratización del organismo y se designó la presidencia pro tempore a San Vicente y las Granadinas. Además, se resaltó la rotación de la presidencia por regiones para que no quede centrado en potencias con mayores capacidades materiales. “La unidad en la diversidad” es la meta que se propuso la CELAC para fortalecer la integración en la región, sin embargo, esta unidad debe consolidarse a través de proyectos en conjunto y habrá que plantearse metas concretas para alcanzar y materializar los objetivos regionales. Resultan favorecedores los puntos de encuentro entre los gobiernos con relación a la ideología política y la consciencia de la relevancia de unidad y cooperación entre los países miembros. Así pues, −no solamente para México− se vislumbra una nueva etapa para que la integración nuevamente se posicione en las agendas nacionales y esto coadyuvará en mantener activa a la CELAC como plataforma de alto valor para el diálogo político entre los países de la región latinoamericana y caribeña.

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