Marcelo Ebrard, canciller de México (2018-2023) | Foto: Los Angeles Times
La política exterior de México no puede tener su razón de ser en ocurrencias presidenciales, ni quedar rezagada a simpatías idealistas, sino que, su formulación debe desarrollarse tomando en cuenta modelos de interrelación más complejos, manteniéndose congruente ante la posición geopolítica del país y conservando su relevancia en el entorno internacional.
No obstante, la falta de interés hacia el exterior por parte de los últimos gobiernos mexicanos, bajo la premisa de que “la mejor política exterior es la interna”, ha dejado al descubierto grandes huecos en las oportunidades que brinda la participación en foros multilaterales y de liderazgo internacional, haciendo notar la apatía mexicana hacia el exterior que llega a traducirse en falta de interés por parte de otros países para estrechar sus relaciones con México.
Este breve ensayo pretende analizar cómo un activismo estratégico puede rendir frutos en la formulación de una política exterior holística mediante la cual tanto la imagen positiva de México en el exterior, como la proactividad y el dinamismo diplomático promuevan factores de cambio en el avance del interés nacional.
En sexenios anteriores, la política exterior mexicana ha pasado a segundo plano en la agenda federal a tal grado que el presupuesto para la Secretaría de Relaciones Exteriores ha disminuido significativamente del .36% al .31% del presupuesto federal en los últimos 20 años según datos de la misma dependencia. Si tan solo se incrementara en un 50% el presupuesto de la SRE, eso implicaría mejoras significativas en la Secretaría, una expansión en el cuerpo diplomático y por ende, un mayor campo de acción en las relaciones internacionales. Este ajuste tendría un gran impacto positivo sin afectar las finanzas del país, ya que con tal incremento la SRE únicamente representaría alrededor del .50% del presupuesto federal, de acuerdo con estimaciones del Dr. Jorge Schiavon.
Los porcentajes anteriores son sólo una pequeña muestra de la falta de interés por parte de los gobiernos mexicanos hacia el exterior. Es claro que los intereses geopolíticos de México se han limitado al entorno inmediato y nos encontramos predispuestos a únicamente reaccionar a lo que puede llegar a afectarnos en gran medida. Esto nos obliga a repensar la política exterior desde una perspectiva integral, que atienda distintos niveles del contexto interno y externo y que nos lleven a explorar nuevos terrenos de la diplomacia con una bandera de líderes, estableciendo estándares y ejemplos a seguir para otras naciones y ser así un referente en América Latina.
En gran parte, nos hemos limitado a focalizar la política exterior a un nivel consular, el cual es sumamente importante para nuestros paisanos en el extranjero y posee la esencia fundamental de una representación diplomática: velar por los intereses de nuestros connacionales. Sin embargo, se debe aprovechar la rica red de 156 representaciones diplomáticas que según la Secretaría de Relaciones Exteriores tenemos en el mundo, para así fortalecer la imagen del país siguiendo la promesa del actual presidente Andrés Manuel López Obrador: “hacer de México una gran potencia”.
Si bien podría sonar utópico decretar que México se convertirá en una potencia capaz de influir en todo el mundo, la nación mexicana ya es líder en diversos aspectos de la vida internacional tales como la no proliferación de armas nucleares, no intervención en asuntos internos de otros países, cultura, turismo, etcétera. Es necesario desarrollar entonces estrategias que permitan proyectar dichos aspectos positivos del país hacia el exterior en un contexto multilateral. Tal efecto se podría lograr si fortalecemos la diplomacia cultural y pública a través de nuestras numerosas representaciones en el mundo, robusteciendo el Servicio Exterior y aprovechando el talento de individuos muy capaces de implementar programas de difusión e intercambio que puedan hacer notar el poder suave de nuestro país y con la finalidad de atraer inversiones, turismo, intercambio comercial, programas culturales, avances tecnológicos, etc.
De tal modo que apoyamos la idea de que la política exterior debe ser efectiva, más no reactiva. Tal y como resalta Humberto Garza: “se puede tener una política exterior tan activa como se quiera, y no conseguir lo que se busca”. En ese sentido, proponemos que desde una perspectiva holística, los elementos que pueden derivar en una política exterior efectiva provienen desde lo más profundo del contexto interno, es decir: nuestra sociedad, nuestra cultura, nuestra política interna, nuestro gobierno, y se extienden hasta lo más lejano del contexto externo: los conflictos, los bloques económicos, los poderes duros de las potencias. En otras palabras, no se puede ver el horizonte si sólo fijamos la mirada en la casa de enfrente, por lo que proponemos una política exterior que, adoptando una perspectiva holística, vaya más allá de la relación bilateral México-Estados Unidos.
Dicha propuesta requiere entonces atender tanto los asuntos internos como externos de una forma integral para así mejorar la imagen y las relaciones de México en el mundo. Mediante un aumento considerable en la inversión para acciones de diplomacia pública y cultural en diversas regiones del mundo, así como la participación en foros multilaterales y de liderazgo regional, como lo visto en el Consejo de Seguridad de la ONU, se manifestarán los aspectos positivos del país que han quedado opacados por campañas mediáticas y comentarios negativos de actores internacionales preponderantes como los realizados por expresidente Donald Trump.
Si bien es cierto que las problemáticas internas que han aquejado al país están principalmente relacionadas con el crimen organizado, la corrupción y la impunidad, si permitimos que los medios de comunicación proyecten sólo esos aspectos negativos, no sólo acrecentará la retórica antimexicana propiciada por Trump, sino que nosotros mismos creeremos que es lo único que nos caracteriza. De tal modo que, en nuestra propuesta de política exterior se deberán hacer grandes esfuerzos diplomáticos para atraer programas de cooperación internacional para combatir dichas problemáticas. Tomando en consideración que si diversos países trabajan de manera conjunta con las autoridades mexicanas y en sincronía con otros programas ya vigentes en México, se pueden obtener resultados tangibles que a su vez, podrán ser proyectados hacia el mundo como avances positivos mediante un esquema fortalecido de diplomacia pública, la cual resaltará los logros oportunamente en los medios de comunicación extranjeros.
Otro aspecto clave que mejorará la percepción de México en el extranjero y como consecuencia permitirá posicionarnos de manera ventajosa para atraer nuevas oportunidades, es sin duda el desarrollo tecnológico del país. Desafortunadamente. el principal acuerdo comercial del que somos parte, a saber: el T-MEC, nos sigue colocando como un país maquilador y exportador de materias primas para beneficio de los vecinos del norte. En dicho acuerdo, han quedado limitadas las oportunidades para que México se desarrolle como país productor de tecnologías, y tampoco se ha contemplado que las tecnologías ya existentes en aquellos países se compartan con el nuestro, por lo que México queda en evidente desventaja colocándose como país ensamblador de partes extranjeras. Nos hemos enfocado en hacer que se reconozca nuestra soberanía sobre los hidrocarburos y que se asegure la exportación libre de aranceles, empero, dejando de lado la promesa de “hacer de México una potencia”.
Es por ello que nuestra propuesta de política exterior holística buscará satisfacer las necesidades de desarrollo de nuestro país mediante acuerdos de intercambio con potencias asiáticas, europeas y sudamericanas para colocar a México como un país altamente desarrollado en tecnología. Si bien entendemos que será prácticamente imposible competir en un corto plazo con países como China o Rusia, es necesario quitar la etiqueta de país ensamblador subdesarrollado que nos resta capacidad de negociación.