Geopolítica y política exterior en el sistema internacional: hacia una conciencia decolonial en el análisis del poder global

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Examinar la Geopolítica desde una perspectiva decolonial implica reconocer que sus fundamentos teóricos están profundamente influenciados por la matriz de poder colonial, promoviendo así una mentalidad imperialista, nacionalista y racista. Para entender esta premisa, es fundamental realizar un breve repaso tanto de los principios de la teoría decolonial como de la Geopolítica clásica.

En primer lugar, la modernidad/colonialidad sugiere que existe una jerarquía colonial/imperial en la que los pueblos, tiempos y espacios consideran a Occidente como el referente de desarrollo, de tal modo que existe un esfuerzo continuo por borrar y devaluar la historia, cultura, producción epistémica y formas de ser de los pueblos no-occidentales. Las relaciones sociales están marcadas por la dominación, explotación y conflicto articulados en favor de los intereses de Occidente.

Desde la perspectiva de la matriz colonial de poder, se ejerce control y explotación sobre la subjetividad de los pueblos a través de tecnologías de dominación que tienen como eje de dominación lo capitalista-estatocéntrico-patriarcal-heterosexual-cristiano-occidental. Este control se basa en la imposición del pensamiento moderno-occidental como el punto de referencia superior y universal, negando así los conocimientos, creencias, valores y culturas de los pueblos no occidentales, considerándolos meros receptores pasivos de la producción de los sujetos que ostentan el poder.

En este sentido, la decolonialidad se presenta como la resistencia y resignificación de y desde los pueblos oprimidos para anular las estructuras jerárquicas de la matriz colonial de poder. Busca integrar a todas las formas de ser-sentir-pensar fuera del marco occidental.

Desde esta perspectiva teórica, es necesario notar que la permanencia del modelo moderno/colonial no se mantiene únicamente por medio de la guerra, sino también por teorías que justifican el recurso bélico para el “bien” y la “salvación” de la humanidad. Partiendo de este supuesto, es necesario analizar algunos planteamientos de la Geopolítica clásica para determinar su complicidad con un modelo de control y opresión del “otro”.

Cuando se rastrea el origen de los principales autores de la Geopolítica como disciplina, se puede dar cuenta de su asociación con Estados como Alemania (Friedrich Ratzel; Karl Haushofer), Suecia (Rudolf Kjellén), Reino Unido (Halford Mackinder) y Estados Unidos (Alfred Mahan; Nicholas Spykman), todos Estados con intereses imperiales y que pertenecen a Occidente. Dentro de sus postulados se puede destacar la centralidad del Estado como organismo vivo que necesita ampliarse u ocupar espacios estratégicos para garantizar su supervivencia, ya sea a través de la política o la guerra busca conseguir un equilibrio de poder que garantice el mejor posicionamiento del Estado en el sistema internacional.

Si se considera el desarrollo de las relaciones históricas en el planeta, se dará cuenta que la Geopolítica clásica plantea un proyecto imperialista en el que los Estados Occidentales han marcado las reglas del juego para los demás actores. La injerencia de Estados Unidos en Centroamérica y el Caribe desde el siglo XIX da cuenta de ello, pues el objetivo era controlar, vigilar y organizar el territorio en favor de los intereses económicos, políticos y militares estadounidense, en detrimento de la soberanía, la naturaleza y la cultura de la población local.

En este sentido, queda en evidencia que los planteamientos de la Geopolítica clásica han permitido la intervención, injerencia e intromisión de las potencias occidentales en espacios “periféricos”. Muchos de esos planteamientos siguen siendo utilizados por los tomadores de decisiones de esos Estados para justificar la guerra y muerte en “pro” de la democracia, cuando el verdadero interés se encuentra en el dominio de la naturaleza (recursos estratégicos), el control de regiones “problema” (espacios estratégicos), el establecimiento de bases militares (zonas de influencia).

Ese escenario, definido por determinados espacios, personas y narrativas, favorece a una élite que debe imponerse sobre los demás. No obstante, no se puede ignorar la capacidad de resistencia y agencia de los actores subordinados. La reinterpretación del espacio-tiempo y del poder-conocimiento en términos locales permite darle un nuevo sentido al mundo desde otras perspectivas. La decolonialidad impulsa la generación de conocimiento pluriversal que refleje relaciones horizontales entre diversos pueblos, y sus vínculos pueden contrarrestar la hegemonía moderna/colonial.

A partir de esta reflexión no se sugiere que la Geopolítica deba ser decolonial, puesto que su base epistémica se basa en la búsqueda de poder y hegemonía del Estado en el sistema internacional, lo que desestima las luchas de los Estados periféricos y dentro de las estructuras estatales. Lo que sí se pretende lograr es una concientización de las lógicas de dominio moderno/colonial que implica la Geopolítica, para a partir de ello dar cabida a las formas “otras” de ser-sentir-pensar e impedir la reproducción de la violencia sobre los territorios-corporalidades subalternizados.

Katia Lizeth Arredondo Arias
Katia Lizeth Arredondo AriasAutoraThis email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.
Egresada de la Licenciatura en Relaciones Internacionales de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Realizó intercambios académicos en la Universidad de Guadalajara y en el Institut d’Études Politiques de Paris (Sciences Po). Fue asistente de investigación en el proyecto “México y Medio Oriente” del Colegio de México, y ayudante de profesor en las materias “Comprensión de textos y expresión oral” y “Control de armamento y desarme” en la FCPyS. Sus temas de investigación son Decolonialidad, Geopolítica y África.