Ética en la paradiplomacia: cooperación y desarrollo

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La paradiplomacia es el fenómeno de las relaciones internacionales que involucra a los gobiernos subnacionales, es decir, de regiones, estados, ciudades, provincias, municipios o gobiernos locales. Estos actores buscan establecer vínculos con otros actores internacionales con el fin de promover sus intereses, cooperar en temas comunes o influir en la agenda global. La paradiplomacia plantea una serie de cuestiones éticas que deben ser analizadas desde una perspectiva crítica y reflexiva. En este ensayo, se abordarán algunos de los principales desafíos éticos que enfrenta la paradiplomacia, tales como la legitimidad, la representatividad, la transparencia, la responsabilidad y la coherencia.

El mundo actual, cada vez más interconectado y globalizado, ha permitido una mayor interacción entre los diversos actores internacionales. Los gobiernos locales han conseguido mayor relevancia en las relaciones internacionales a través de su vinculación con el exterior en paralelo al Estado del que forman parte y han utilizado la paradiplomacia como herramienta para lograrlo. Dicha vinculación tiene múltiples objetivos y motivaciones, desde la defensa de la identidad y la autonomía, hasta la búsqueda de oportunidades económicas y sociales, pasando por la cooperación para el desarrollo y la resolución de conflictos. Sin embargo, ¿Qué criterios éticos guían la paradiplomacia? ¿Qué impacto tiene la paradiplomacia en el desarrollo de los pueblos y las naciones? ¿Qué desafíos y oportunidades plantea la paradiplomacia para el orden internacional?

Estas son algunas de las preguntas que se abordan en este ensayo, que tiene como objetivo analizar la relación entre ética, paradiplomacia y desarrollo. La ética se refiere al conjunto de principios y valores que orientan la conducta humana en función del bien común, la paradiplomacia se refiere a las acciones internacionales que realizan los actores subnacionales o gobiernos locales para promover sus intereses y cooperar con otros actores y el desarrollo se refiere al proceso de mejora de las condiciones de vida de las personas, tanto en el ámbito material como en el social, cultural y ambiental.

Este ensayo analiza cómo la ética influye en la paradiplomacia y cómo ésta contribuye al desarrollo. Se parte de la hipótesis de que la paradiplomacia puede ser un instrumento ético para el desarrollo, siempre que se base en el respeto a la soberanía nacional, la solidaridad internacional y los derechos humanos. Además de examinar algunos casos de paradiplomacia exitosa en diferentes regiones del mundo, como Europa, América Latina y Asia, y de identificar a los factores que favorecen o dificultan su práctica. Se concluye con algunas recomendaciones para fortalecer el papel de la paradiplomacia como agente ético del desarrollo.

La paradiplomacia

El término paradiplomacia fue acuñado por el politólogo canadiense Ivo Duchacek para referirse a las actividades internacionales de las provincias canadienses. Desde entonces, el concepto se ha ampliado para abarcar a cualquier actor subnacional que participe en la arena internacional de forma autónoma o coordinada con el gobierno central. Algunos autores distinguen entre paradiplomacia horizontal, que se refiere a las relaciones entre actores subnacionales del mismo nivel, y paradiplomacia vertical, que se refiere a las relaciones entre actores subnacionales y estados soberanos.

La paradiplomacia tiene varias ventajas para los actores subnacionales. En primer lugar, les permite defender sus intereses específicos y aprovechar sus potencialidades en ámbitos como el comercio, la cultura, el turismo, el medio ambiente o la cooperación para el desarrollo. En segundo lugar, les permite acceder a información, recursos y redes que pueden complementar o compensar las limitaciones del gobierno central. En tercer lugar, les permite proyectar una imagen positiva y diferenciada en el exterior, lo que puede reforzar su identidad y legitimidad internas.

Principales dilemas éticos de la paradiplomacia

La legitimidad se refiere al grado en que los actores paradiplomáticos tienen el derecho o la autorización para participar en la arena internacional. La legitimidad puede derivar de la constitución, la ley, el consenso social o el reconocimiento internacional. Sin embargo, también puede ser cuestionada por otros actores estatales o subnacionales que pueden ver la paradiplomacia como una amenaza a su soberanía, su unidad o su interés nacional. Por lo tanto, los actores paradiplomáticos deben justificar sus acciones y objetivos ante sus propios ciudadanos y ante la comunidad internacional. Por ejemplo, el caso de Cataluña, que ha desarrollado una intensa actividad paradiplomática en favor de su autodeterminación, ha generado una fuerte controversia con el gobierno central de España, que lo considera una violación de la constitución y de la integridad territorial.

La representatividad refleja los intereses, las demandas y las expectativas de sus sociedades; implica que los actores paradiplomáticos sean democráticamente elegidos, consultados y controlados por sus electores. Además, la representatividad involucra el respeto a la diversidad y la pluralidad de opiniones y grupos sociales dentro de sus territorios. Por lo tanto, los actores paradiplomáticos deben evitar el elitismo, el clientelismo y el sectarismo en sus prácticas diplomáticas. Por ejemplo, el caso de Quebec, que ha mantenido una amplia red de relaciones internacionales con otros países francófonos y con organizaciones multilaterales, ha buscado siempre el consenso social y político sobre sus prioridades y acciones paradiplomáticas.

La transparencia manifestada por los actores diplomáticos cuando hacen pública y accesible la información sobre sus actividades, decisiones y resultados en el ámbito internacional. La transparencia implica que los actores paradiplomáticos deben rendir cuentas ante sus ciudadanos y ante las instituciones nacionales e internacionales. Además, la transparencia implica que los actores paradiplomáticos deben facilitar el escrutinio y la evaluación de sus acciones y objetivos por parte de otros actores interesados o afectados. Por lo tanto, deben evitar la opacidad, la discrecionalidad y la manipulación en sus relaciones internacionales. Por ejemplo, el caso de California, que ha liderado una serie de iniciativas paradiplomáticas sobre el cambio climático y la cooperación para el desarrollo, ha publicado regularmente informes y datos sobre sus proyectos y logros en estos ámbitos.

La responsabilidad se refiere al grado en que los actores paradiplomáticos asumen las consecuencias de sus acciones y decisiones en el ámbito internacional. La responsabilidad implica que los actores paradiplomáticos deben respetar las normas, los principios y los valores del derecho internacional y de los derechos humanos. Además de que los actores paradiplomáticos deben contribuir al bienestar común y al desarrollo sostenible de sus propias sociedades y del mundo en general. Por lo tanto, deben evitar el egoísmo, el oportunismo y el cortoplacismo en sus estrategias diplomáticas. Por ejemplo, el caso de Escocia, que ha participado activamente en diversas redes y foros internacionales sobre temas como la educación, la salud o la igualdad de género, ha demostrado un alto grado de compromiso ético y solidario con las causas globales.

La coherencia alude al actuar de los paradiplomáticos cuando mantienen una línea de acción consistente y compatible con sus discursos y compromisos en el ámbito internacional. La coherencia implica, por un lado, que los actores paradiplomáticos alineen sus intereses y objetivos con los de sus respectivos estados nacionales y con los de la comunidad internacional. Por otro lado, implica que coordinen y cooperaren con otros actores estatales o subnacionales que compartan sus visiones y valores. Por lo tanto, los actores paradiplomáticos deben evitar la contradicción, la incoherencia y el conflicto en sus iniciativas diplomáticas. Por ejemplo, el caso de Flandes, que ha establecido una estrecha colaboración con el gobierno federal de Bélgica y con la Unión Europea en materia de comercio, cultura o seguridad, ha mostrado coherencia y complementariedad en su acción exterior.

Paradiplomacia: desarrollo, ética y cooperación

El desarrollo es uno de los objetivos principales de la paradiplomacia, tanto para los actores subnacionales que la practican como para los socios con los que se relacionan. La paradiplomacia puede facilitar el intercambio de experiencias, conocimientos, recursos y buenas prácticas entre entidades territoriales que comparten desafíos similares o que tienen potencialidades complementarias. Así, la paradiplomacia puede contribuir al fortalecimiento de las capacidades locales, al fomento de la innovación y la competitividad, y a la mejora de la calidad de vida de las poblaciones. Por ejemplo, la Red de Ciudades C40 es una iniciativa paradiplomática que reúne a más de 90 ciudades del mundo para colaborar en la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero y adaptarse al cambio climático. Sin embargo, también puede generar desafíos, como la competencia desleal, la fragmentación del orden internacional o la vulneración de los derechos humanos.

La ética es otro aspecto fundamental de la paradiplomacia, ya que implica una responsabilidad compartida de los actores subnacionales con el bienestar de la humanidad y el planeta. La paradiplomacia puede ser un medio para impulsar agendas globales como los Objetivos de Desarrollo Sostenible, el Acuerdo de París sobre el cambio climático o la Agenda 2030 para las Ciudades. Además, la paradiplomacia puede promover valores como el diálogo, la solidaridad, el respeto a la diversidad y los derechos humanos, y la defensa de la paz y la democracia. Un ejemplo de esto es el Foro Global de Asociaciones Regionales (FOGAR), que agrupa a más de 30 organizaciones regionales que trabajan por el desarrollo sostenible, la cohesión social y la gobernabilidad democrática. La paradiplomacia puede ser una expresión de la responsabilidad global, de la solidaridad, del diálogo intercultural y del respeto a la diversidad. Pero también puede ser una fuente de conflictos, de injerencia, de hegemonía y de exclusión. Por ello, se requiere un marco ético que oriente la paradiplomacia hacia el bien común y el interés general.

La cooperación es el elemento que articula la paradiplomacia, ya que se basa en la construcción de redes y alianzas entre actores subnacionales y otros actores internacionales, como estados, organizaciones internacionales, sociedad civil o sector privado. La cooperación permite generar sinergias, complementariedades y beneficios mutuos entre los distintos niveles de gobernabilidad. La cooperación también implica un compromiso con el multilateralismo y el orden internacional basado en normas, puede estimular la cooperación multilateral, a través de redes o asociaciones de actores subnacionales; o bilateral, a través de acuerdos o convenios específicos. Puede potenciar la cooperación sur-sur, entre actores de países en desarrollo o emergentes, o norte-sur, entre actores de países desarrollados y en desarrollo. Un ejemplo de cooperación paradiplomática es el Programa Iberoamericano para el Fortalecimiento de la Cooperación Sur-Sur (PIFCSS), que apoya a las administraciones públicas subnacionales en el diseño e implementación de proyectos de cooperación sur-sur.

Por ejemplo, en Europa, la Unión Europea (UE) ha impulsado la participación de las regiones y las ciudades en sus políticas y programas, así como en sus relaciones exteriores con otras regiones del mundo. Esto ha permitido a los actores subnacionales europeos desarrollar una amplia red de cooperación e intercambio con otros actores subnacionales, tanto dentro como fuera de la UE, en temas como el medio ambiente, la cultura, la educación o la innovación. Esta paradiplomacia europea ha contribuido a reforzar la cohesión interna de la UE, así como su proyección externa como actor global.

En América Latina, la paradiplomacia ha sido un medio para que los actores subnacionales expresen sus demandas e intereses frente a los gobiernos centrales, muchas veces débiles o excluyentes. Regiones como Sao Paulo en Brasil, Antioquia en Colombia o Santa Cruz en Bolivia han desarrollado una intensa actividad internacional para promover su desarrollo económico y social, así como su autonomía política. Al mismo tiempo, han establecido vínculos de cooperación con otras regiones latinoamericanas o de otros continentes, especialmente en el marco de organizaciones regionales como el Mercosur o la Comunidad Andina.

En Asia, la paradiplomacia ha sido un instrumento para que los actores subnacionales se adapten a los cambios geopolíticos y económicos que vive el continente. Así, ciudades como Shanghái en China, Tokio en Japón o Singapur han aprovechado su potencial económico y financiero para posicionarse como centros globales de negocios e innovación. Al mismo tiempo, han establecido alianzas estratégicas con otras ciudades asiáticas o de otras regiones del mundo, especialmente en el ámbito de la integración regional asiática o del comercio internacional. Estos casos muestran cómo la paradiplomacia puede tener un impacto positivo en el desarrollo de los actores subnacionales y sus sociedades, siempre que se realice con criterios éticos y respetuosos con el orden internacional.

Desafíos

La paradiplomacia también tiene algunos inconvenientes y riesgos. En primer lugar, puede generar conflictos o contradicciones con la política exterior del estado al que pertenecen los actores subnacionales, lo que puede afectar a la coherencia y la credibilidad del país. En segundo lugar, puede suponer una carga financiera y administrativa para los actores subnacionales, que deben contar con personal calificado y recursos suficientes para gestionar sus actividades internacionales. En tercer lugar, puede exacerbar las tensiones o rivalidades entre los actores subnacionales o con el gobierno central, especialmente si hay aspiraciones separatistas o autonomistas.

La paradiplomacia ha experimentado un auge en las últimas décadas, debido a factores como la globalización, la regionalización, la descentralización, la democratización y la digitalización. Algunos ejemplos de casos exitosos de paradiplomacia son: la participación de California en el Acuerdo de París sobre el cambio climático; la cooperación entre las regiones fronterizas de México y Estados Unidos en temas de seguridad, migración y desarrollo; la creación de redes de ciudades como C40 o Metropolis para abordar los desafíos urbanos o la diplomacia cultural de Barcelona o Quebec.

No obstante, también hay ejemplos de casos fallidos o problemáticos de paradiplomacia: la interferencia de Rusia en los asuntos internos de Ucrania a través de Crimea; el intento fallido de Cataluña de celebrar un referéndum de independencia en 2017; la suspensión de la autonomía de Hong Kong por parte de China o la falta de reconocimiento internacional de Taiwán.

Conclusión

La paradiplomacia es un fenómeno complejo y dinámico cada vez más relevante en el mundo actual, que ofrece oportunidades y desafíos para que los actores subnacionales participen activamente en la construcción de un orden internacional más justo, sostenible e integrado que también requiere un análisis ético riguroso y profundo. Sin embargo, esta participación también implica una responsabilidad ética, que debe basarse en los principios y valores universales que rigen el comportamiento humano.

Es necesario fomentar el diálogo y la coordinación entre los actores subnacionales y los gobiernos nacionales, para evitar conflictos o duplicidades en la acción internacional. Asimismo, se propone impulsar la cooperación y el aprendizaje mutuo entre los actores subnacionales de diferentes regiones del mundo, para compartir experiencias y buenas prácticas en temas de interés común. Finalmente, se sugiere promover la participación y el empoderamiento de la sociedad civil en la paradiplomacia, para garantizar su legitimidad y transparencia, así como su contribución al desarrollo humano y sostenible.

En este ensayo, se ha demostrado que existe una sinergia positiva entre ética, paradiplomacia y desarrollo, que puede potenciarse mediante una acción coherente, transparente, respetuosa y cooperativa de los actores subnacionales en el ámbito internacional. Es necesario establecer mecanismos de coordinación y cooperación entre los distintos niveles de gobierno para aprovechar los beneficios y evitar los riesgos de la paradiplomacia, de esta manera, podrán contribuir positivamente a la construcción de un orden internacional más democrático, pacífico y solidario.

Jesús Francisco Gómez GarcíaAutorThis email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.
Jesús Francisco Gómez García nació en la Ciudad de México el 2 de septiembre de 1992, estudió la carrera de Relaciones Internacionales en la Universidad Nacional Autónoma de México y realizó prácticas profesionales en el Centro Nacional de las Artes, en el área de planeación artística. Actualmente cursa el diplomado Las Nuevas Diplomacias: Local, Empresarial, de la Ciencia, Parlamentaria y de la Cultura.