Disputas geopolíticas: el caso de China y Filipinas en el Mar de China Meridional

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Mar de China Meridional | Foto: time.com

El Mar de China Meridional (MCM) es una región estratégica en la geopolítica internacional y un foco de disputas que involucran soberanía, economía y seguridad. Así, este texto analiza los posicionamientos de dos actores clave en la región, China y Filipinas, cuyas crecientes tensiones han sido un factor determinante en la evolución del conflicto.

Ubicado en el Sudeste de Asia, el MCM limita con China, Vietnam, Filipinas, Malasia, Brunéi e Indonesia, y conecta el Pacífico con el Índico a través del Estrecho de Malaca, una de las rutas marítimas más transitadas. Su riqueza en recursos pesqueros y energéticos ha intensificado las disputas por los archipiélagos de Pratas, Macclesfield, Paracel y Spratly, reclamados total o parcialmente por China, Filipinas, Vietnam y Malasia.

En este sentido, el MCM tiene una gran relevancia geopolítica. Desde la perspectiva clásica de Alfred T. Mahan, el control marítimo es esencial para que un país se consolide como potencia, al permitirle acceder a recursos estratégicos, rutas comerciales y proyectar poder militar. En la actualidad, esto sigue siendo un factor importante de poder político, económico y militar en la macrorregión que autores como Ulises Granados (2022) llaman Indo-Asia-Pacífico.

Por otro lado, desde la geopolítica crítica, el conflicto del MCM es una disputa a partir de la construcción de significados geográficos y políticos. Según Gerard Toal, el espacio no es fijo, sino una construcción influida por relaciones de poder y discursos. Un ejemplo es su denominación: China lo llama Mar del Sur, Filipinas Mar de Filipinas Occidental y Vietnam Mar del Este. Cada nombre no solo refleja una reivindicación territorial, sino también un imaginario geopolítico.

Los intereses en el MCM se remontan a finales del siglo XIX y principios del XX, cuando Japón ejerció control sobre algunas de sus áreas a través del Estado y sus empresas. Sin embargo, tras la Segunda Guerra Mundial, la soberanía sobre estos territorios quedó indefinida, lo que provocó reclamaciones por los países vecinos. Durante la Guerra Fría, EE. UU. fortaleció su alianza con Filipinas y otras naciones del Sudeste Asiático para contener el comunismo, mientras que China consolidó su presencia en zonas como las Islas Paracel. Este contexto ha sido clave en la configuración de la competencia actual por este mar.

El gobierno de China reclama soberanía en el MCM basándose en antecedentes históricos que se remontan a la dinastía Han. Pekín argumenta que recuperó las Islas Spratly y Paracel tras la Segunda Guerra Mundial, apoyándose en la Declaración de El Cairo (1943) y la Declaración de Potsdam (1945), que estipulaban la devolución de territorios ocupados por Japón. En 1958, China emitió la Declaración sobre el Mar Territorial de China, incorporando a su soberanía las islas Pratas (Dongsha), Paracel (Xisha), Macclesfield (Zhongsha) y Spratly (Nansha). Posteriormente, en 2009, reafirmó su reclamación con la Línea de los Nueve Puntos (NDL, por sus siglas en inglés), una delimitación trazada en 1947 que abarca cerca del 80% del MCM. Aunque esta línea no está claramente definida en el derecho internacional, Pekín sostiene que tiene derechos soberanos dentro de ella y que las disputas deben resolverse sin la intervención de actores extrarregionales, lo que contrasta con la acción filipina, que ha buscado apoyo internacional para fortalecer su posición.

Desde la perspectiva china, sus reclamos en el MCM son esenciales para su soberanía y seguridad nacional, por ello, ha aumentado su presencia naval, paramilitar y civil. Además, la proyección marítima y el control de rutas comerciales son aspectos clave para impulsar estrategias como la Iniciativa de la Franja y la Ruta, fundamentales para su crecimiento económico a nivel regional e internacional.

En contraste, Filipinas reclama soberanía sobre las Islas Spratly desde la década de 1970 y ha recurrido a vías jurídicas y mediáticas para denunciar a China. En 1995, protestó por la construcción de estructuras chinas en Mischief Reef y, en 1997, instaló el buque Sierra Madre en las Spratly. En la actualidad, la Armada filipina mantiene operaciones en la zona.

Por otra parte, en 2002, la Asociación de Naciones del Sudeste de Asia (ASEAN) y China firmaron la Declaración sobre la Conducta de las Partes para fomentar la resolución pacífica de las disputas, aunque las tensiones aumentaron en 2009 cuando China reafirmó la NDL. Ante ello, en 2013, Filipinas llevó el caso ante la Corte Permanente de Arbitraje (CPA), argumentando que China violaba la Convención de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 y que tenía derechos sobre zonas económicas exclusivas.

En 2016, la CPA falló a favor de Filipinas, concluyendo que las reclamaciones de China carecían de base legal según el derecho internacional. No obstante, China no aceptó el laudo emitido, expresando que este no refleja su interpretación de la soberanía territorial según su historia y sus marcos legales. Además, Pekín consideró que la denuncia filipina fue una acción unilateral.

En 2024, Filipinas promulgó la “Ley de Zonas Marítimas” y la “Ley de Rutas Marítimas Archipelágicas”, con las que delimita sus derechos marítimos en el MCM. En respuesta, el Ministerio de Asuntos Exteriores de China rechazó ambas leyes, argumentando que violan su soberanía.

Desde la perspectiva filipina, las acciones de China representan un desafío para su seguridad, por lo que ha buscado apoyo en la ASEAN para una respuesta conjunta en el MCM. Sin embargo, las posiciones dentro del bloque son divergentes: Filipinas denuncia activamente a China, Vietnam adopta un enfoque más pragmático y Malasia evita la confrontación. Estas diferencias han llevado a la ASEAN a mantener un posicionamiento moderado, priorizando la diplomacia sobre el conflicto.

En suma, Filipinas refuerza su alianza con EE. UU. bajo el Tratado de Defensa Mutua de 1951, que garantiza asistencia en caso de un ataque en el Pacífico, incluyendo el MCM. Esta cooperación se inscribe en la estrategia geopolítica de EE. UU. en Asia, que ha evolucionado del Pivote Asiático de Obama hacia la visión del Indo-Pacífico, enfocada en un “orden basado en reglas” y la seguridad en rutas comerciales. Sin embargo, la exclusión de China ha llevado a que esta estrategia sea vista como un mecanismo de contención contra la segunda potencia económica global.

Por ejemplo, el ministro de Relaciones Exteriores de China, Wang Yi, sostiene que la estrategia de EE. UU. busca “asediar y contener a China” mediante alianzas que fomentan la confrontación. Además, argumenta que debilita la cooperación regional, mientras que el gigante asiático promueve una “comunidad de futuro compartido en Asia-Pacífico” basada en la integración y estabilidad. Así, China emplea el concepto de Asia-Pacífico y, aunque mantiene cautela en su discurso, insiste en que su enfoque prioriza la cooperación y evita una lógica de bloques en la región.

En este contexto, en abril de 2024, durante Balikatan, un ejercicio militar conjunto entre EE. UU. y Filipinas, Washington desplegó misiles Typhon en el norte del país. A finales de año, Manila mostró interés en adquirirlos, lo que Pekín consideró una amenaza. En 2025, Ferdinand Marcos Jr. afirmó que reconsideraría la presencia militar estadounidense si China cesaba sus reclamaciones. China no ha respondido oficialmente, y estas declaraciones podrían formar parte de la retórica política filipina, reflejando su percepción de amenaza en la región.

En adhesión, Filipinas ha fortalecido su cooperación en seguridad con Japón, que también enfrenta disputas territoriales con China. En 2024, firmaron un Acuerdo de Acceso Recíproco para facilitar el despliegue militar y Japón apoyó la modernización de la Armada filipina. En 2025, reafirmaron su compromiso con un Indo-Pacífico libre y abierto. Mientras Manila refuerza su posición mediante alianzas estratégicas, Pekín lo ve como un intento de internacionalización del conflicto.

Otro punto es que el enfoque de Filipinas varía según la administración en turno. Durante el gobierno de Rodrigo Duterte (2016-2022), Manila priorizó el acercamiento con Pekín favoreciendo la cooperación económica. En contraste, la llegada de Ferdinand Marcos Jr. en 2022 reforzó su alianza con Estados Unidos, aumentando la cooperación en defensa y seguridad, pero aumentando las tensiones con China.

Por otro lado, aunque EE. UU. ha aumentado su presencia en la región asiática, el primer mandato de Trump (2017-2021) tuvo un enfoque más aislacionista en comparación con las administraciones de Obama (2009-2017) y Biden (2021-2025). El gobierno filipino espera mantener los acuerdos alcanzados en 2024, aunque su continuidad dependerá de cómo la nueva administración de Trump (2025-) gestione su estrategia del Indo-Pacífico.

Además, Filipinas no puede alinearse completamente con un solo actor, ya que tanto China como EE. UU. son fundamentales en su economía. Estados Unidos es su principal mercado de exportación, según la Autoridad de Estadísticas de Filipinas, mientras que China es su principal proveedor de bienes importados, mayor inversor, socio en infraestructura y comparte acuerdos como la Asociación Económica Regional Integral. Por ello, aunque Manila fortalece su cooperación en defensa con EE. UU. y mantiene intereses estratégicos en el MCM, su relación con China sigue siendo crucial debido a su importancia económica.

Consideraciones finales

Desde una perspectiva geopolítica, la cooperación entre Filipinas y EE. UU. busca equilibrar la presencia china en la región, mientras que China refuerza su posición en el MCM por razones de soberanía y seguridad. En este contexto, la relación entre Manila y Washington, junto con la postura de los miembros de la ASEAN, será determinante en la evolución del conflicto.

Así, la disputa en el Mar de China Meridional refleja una competencia geopolítica entre actores regionales y extrarregionales por el control de zonas estratégicas, donde cada uno defiende sus propios intereses. Aunque ninguna de las partes parece buscar un conflicto abierto, la creciente militarización y patrullas han elevado el riesgo de incidentes que podrían escalar las tensiones. En este contexto, el futuro dependerá de la disposición de los actores para negociar concesiones, aunque la falta de consenso y los intereses divergentes hacen improbable una solución definitiva en el corto plazo.

De este modo, los planteamientos de Alfred T. Mahan sobre el poder marítimo siguen siendo relevantes en el MCM, aunque su aplicación no es absoluta. Más allá del control de rutas marítimas, la competencia también se desarrolla a través de la construcción de narrativas por parte de actores regionales y extrarregionales. La manera en que estos discursos moldeen alianzas y percepciones será clave en la configuración del poder en la región.

Eduardo García Torres
Eduardo García TorresAutorThis email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.
Egresado de la Licenciatura en Relaciones Internacionales por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México. Sus áreas de interés incluyen la región de Asia-Pacífico, política exterior de China y seguridad en el este y sudeste asiático. Actualmente cursa el Diplomado en Estudios sobre Asia 2025 del Programa Universitario de Estudios sobre Asia y África.