En términos generales, la relación entre México y Estados Unidos ha estado caracterizada por una cooperación estrecha, particularmente después de la Segunda Guerra Mundial. De hecho, ya en la década de 1930, Franklin D. Roosevelt había inaugurado la "Política del Buen Vecino". En este sentido, el Dr. Jorge Schiavon señala que esta política abogaba inicialmente por la no intervención de los Estados Unidos en los asuntos internos de otros países, pretendiendo que esta directriz de política exterior tuviera un alcance global. No obstante, la aplicación de la "Política del Buen Vecino" se restringió y delimitó exclusivamente al continente americano.
En el marco de dicha política, las significativas reformas de carácter revolucionario en México no suscitaron una respuesta de naturaleza radical por parte de su vecino del norte. En su lugar, la posición de EE. UU. fue más bien diplomática. Además, la Segunda Guerra Mundial propició una serie de acuerdos que robustecieron la capacidad de negociación del Estado mexicano frente a los Estados Unidos, ampliando su margen de maniobra para incrementar su autonomía relativa en el sistema internacional.
En sintesís, y suscribiendo la tesis del Dr. Schiavon, la cooperación con los Estados Unidos se produce en el marco de lo que él denomina "cortina de humo". Esto implica que los Estados Unidos toleran las formas autoritarias de los gobiernos mexicanos siempre y cuando México asegure la seguridad de la frontera compartida. Este concepto destaca que la cooperación bilateral se desarrolla bajo ciertas condiciones predeterminadas que, a la vez, reflejan la compleja interacción entre las dos naciones.
La tesis central de este análisis sostiene que las condiciones políticas internas de cada país pueden disolver la tradicional "cortina de humo", dando lugar a la política exterior de tit for tat que hemos presenciado recientemente. Este cambio ha sido evidente en las declaraciones del presidente AMLO, quien ha llamado a la comunidad mexicana en el exterior a no votar por el Partido Republicano. Esta posición ha provocado respuestas de los congresistas estadounidenses, quienes han incrementado la retórica antiinmigrante y han trasladado completamente la responsabilidad de la seguridad en la frontera sur al Estado mexicano. De no cumplirse estos requerimientos, amenazan con tomar medidas agresivas e intervenir por medio de las fuerzas armadas estadounidenses para combatir el tráfico de fentanilo.
Es notable el llamado de AMLO a la comunidad de mexicanos residentes en el extranjero a abstenerse de votar por el Partido Republicano.
Estas circunstancias se enmarcan en un contexto global donde los gobiernos populistas están ejerciendo presiones cada vez más invasivas sobre las instituciones democráticas y liberales. El triunfo electoral de figuras como Trump o el propio Andrés Manuel López Obrador son resultado de decisiones populares respaldadas por mayorías abrumadoras, mismas que han expresado un descontento generalizado con el llamado establishment y las élites políticas tradicionales. Este masivo respaldo popular ha debilitado las capacidades institucionales e instituido nuevos modelos y esquemas de hacer política. Estos nuevos paradigmas están encarnados por un líder o un outsider que promete el regreso a una época dorada y olvidada de grandeza, sintetizado en eslogans como "Make America Great Again" de Trump, o "la Cuarta Transformación" de AMLO. En conjunto, estos cambios en la política interna y externa están reconfigurando la relación entre México y los Estados Unidos.
En este contexto global de auge populista, un rasgo común emerge en los estilos de hacer política de estos líderes: la tendencia a socavar la credibilidad de las instituciones y de la autoridad científica o técnica, así como a descalificar a los opositores. Las narrativas juegan un papel central en este proceso y la administración política se transforma en una batalla continua por ganar y mantener adeptos, mientras se intenta desacreditar y silenciar a las voces críticas.
Esta dinámica introduce un factor crítico en la ecuación: la política de las emociones. Apelando a decisiones populares, pero a menudo imprudentes, estos líderes pueden capitalizar el descontento general y catalizar el cambio. Sin embargo, las consecuencias de estas decisiones en el largo plazo son aún imprevisibles, especialmente en lo que respecta a las relaciones interestatales.
En esta línea de análisis, es notable el llamado de AMLO a la comunidad de mexicanos residentes en el extranjero a abstenerse de votar por el Partido Republicano. Este hecho cobra relevancia especialmente en el marco de las elecciones de 2024 en ambos países, donde se vislumbra la posibilidad de un resurgimiento de las tensiones con el gobierno de Trump, o incluso con Ron DeSantis, otro aspirante a la presidencia. Ambos candidatos republicanos se caracterizan por promover una retórica antiinmigrante y un estilo de confrontación marcado.
La cuestión clave con respecto a la iniciativa de la cancillería mexicana de activar la red consular para informar a la comunidad mexicana y "defender a México" gira en torno al uso de la política exterior mexicana como instrumento para influir en el voto de la diáspora mexicana y ejercer presión a través de la diplomacia pública. De tal manera, resulta pertinente determinar la influencia del voto mexicano en las elecciones estadounidenses, considerando su sistema electoral basado en la asignación de electores por estado. Según Jorge Santibañez del "Mexa Institute", el voto mexicano es relevante en Texas y Arizona, donde los votantes mexicanos representan alrededor del 30% y constituyen el 90% del voto hispano.
No obstante, las comunidades mexicanas en el exterior no son homogéneas. Tomemos Texas como ejemplo. A pesar de tener un origen étnico común, no todas las personas se identifican como "latinas" o "mexico-americanas". El condado de Zapata, con un 94% de población de origen latino es un caso clave: el 98% se identifica como de raza "blanca" y en 2016 votaron mayoritariamente por el Partido Republicano, por primera vez en 100 años. Muchos habitantes de origen mexicano o hispano en Texas, con varias generaciones viviendo allí, se identifican como "Tejanos", reafirmando la idea de que no cruzaron la frontera, sino que "la frontera los cruzó a ellos".
Según las estadísticas del Pew Research Center, aunque los candidatos demócratas gozan de una preferencia del 58% entre los mexicanos con derecho a voto en los Estados Unidos, la administración de Biden es vista con desaprobación por un 52% de este grupo. Este nivel de descontento es incluso mayor entre la comunidad hispana en general, donde la desaprobación alcanza el 54%.
Por otro lado, una mayoría de la comunidad hispana (80%) coincide en que la economía es el tema que más influye en su decisión de voto. Asimismo, un estudio realizado por la Americas Society Council of Americas muestra que una porción significativa de los votantes latinos considera a los republicanos más capaces de gestionar asuntos económicos relevantes, como la inflación y el empleo. Esto refleja la importancia que tiene la estabilidad y prosperidad económica para los hispanos en Estados Unidos, acentuada por los retos adicionales que enfrentan debido a las difíciles condiciones en sus países de origen.
Estas estadísticas ilustran la complejidad del voto latino y propician interrogantes en lugar de plantear una hipótesis definitiva sobre la tendencia del mismo. En lugar de asumir una dirección clara del voto latino, podríamos cuestionarnos si es conveniente o incluso posible influir en el voto de los mexicanos registrados para votar en Estados Unidos. Al considerar varios factores, como su influencia relativa, la conformidad con nuestros principios de política exterior y la dificultad de alcanzar un consenso dada la falta de homogeneidad, debemos reconocer que los intereses de los mexicanos en el extranjero están fuertemente vinculados a la estabilidad y el bienestar de sus hogares en Estados Unidos.
Finalmente, es esencial considerar que las declaraciones de AMLO parecen ser menos una acción de política exterior calculada y más un recurso retórico para mantener la aprobación de sus seguidores. En efecto, estos comentarios provocativos y escandalosos podrían ser utilizados por DeSantis o Trump para revirar a AMLO y reforzar la narrativa del "peligro latino" que ha avivado sentimientos xenófobos en varias regiones de Estados Unidos. Esto tiene una repercusión directa en la comunidad mexicana residente en el extranjero. Por ejemplo, el FBI reportó un aumento del 21% en los crímenes de odio contra hispanos/latinos en 2018, correlacionado con los constantes ataques de Donald Trump.
Teniendo en cuenta los efectos potencialmente dañinos de las acciones y comentarios de AMLO, junto con los de líderes como Trump y DeSantis, vemos cómo estos pueden exacerbar las tensiones y alimentar una hostilidad creciente hacia los latinos en Estados Unidos, como lo demuestra el aumento en los crímenes de odio.
En conclusión, los estilos de liderazgo de figuras políticas como Trump y AMLO están cambiando no sólo la dinámica política interna, sino también las relaciones internacionales. La relación entre México y Estados Unidos, que históricamente ha estado marcada por la política de la "cortina de humo", parece estar evolucionando hacia una postura más de "ojo por ojo" o tit for tat. Esta tendencia subraya una profunda transformación en la dinámica de cooperación bilateral, lo que podría tener repercusiones significativas para el futuro de ambos países y para la comunidad de origen mexicano que reside en Estados Unidos.