El conflicto entre Rusia y Ucrania es una de las prioridades en la agenda de la Unión Europea (UE) toda vez que atenta contra la paz y la seguridad de Europa. Como dato histórico hay que recordar que después de la Segunda Guerra Mundial se crearon instituciones internacionales como la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) entre otros, con el fin de mantener la paz y la seguridad internacionales.
El mundo se dividió en dos bloques: el bloque capitalista liderado por los Estados Unidos y Europa Occidental y el bloque socialista liderado por la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y Europa del Este. Europa había evitado los conflictos bélicos de gran escala por más de 75 años. Sin embargo, desde la disolución de URSS entre marzo de 1990 y diciembre de 1991 los problemas en la región no han cesado. El conflicto entre Rusia y Ucrania no es nuevo, ya que con el objetivo de dar fin a la guerra de Donbás en el este de Ucrania, originada en 2013 se firmaron los acuerdos de Minsk por representantes de Ucrania, Rusia, la República Popular de Donetsk (RPD) y la República Popular de Lugansk (RPL).
El primer tratado fue negociado bajo el auspicio de la OSCE. Por desgracia el alto al fuego fracasó y fue por lo que se firmó el acuerdo Minsk II con la mediación de Francia y Alemania y la ratificación del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. En el Minsk II se estipuló la concesión de un estatus especial a la RPD y a la RPL, así como la retirada de las tropas y del armamento ruso.
El problema de los acuerdos de Minsk es que ni Rusia ni Ucrania los han respetado, ya que ambos países violaron el alto al fuego y se tuvo que redactar un memorándum para la implementación del pacto que incluía una zona desmilitarizada. Cada país interpreta Minsk II a su manera, lo que dificulta su correcta implementación.
Ahora bien, en el 2014 Rusia se anexó a Crimea y apoyó a las milicias separatistas de la RPD y de la RPL que reconoció como repúblicas independientes a finales de febrero de 2022. La situación es complicada ya que Rusia argumenta que no invade Ucrania, sino que va al auxilio de la RPD y de la RPL, que Ucrania no respetó los acuerdos de Minsk y que la OTAN rompió la garantía que le otorgaron en 1990 de no expandirse hacia el este. Ucrania por su parte señala lo contrario. Los miembros de la OTAN y de la UE manifiestan que las sanciones impuestas a Rusia son por socavar la integridad territorial, la soberanía y la independencia de Ucrania. Mientras el conflicto continue, los miembros de la OTAN solo le brindarán apoyo económico y militar a Ucrania para evitar que se desencadene una innecesaria tercera guerra mundial.
El escenario más viable para dar fin al conflicto podría ser el reconocimiento de Crimea como territorio ruso, la desmilitarización de Ucrania y de los países que tengan frontera con Rusia. Este conflicto ha demostrado dos cosas: la recuperación económica tras la pandemia de COVID-19 ha fracasado y la lucha contra el cambio climático también. Así las cosas, se puede decir que en un mundo globalizado e interconectado debe prevalecer la solidaridad, el respeto al Estado de derecho y a la seguridad de los Estados soberanos.