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La llamada telefónica sostenida por los presidentes Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y Joseph Biden del 22 de enero de 2021, la reunión virtual entre ambos mandatarios del 1 de marzo de 2021, así como la participación de López Obrador en la cumbre virtual sobre cambio climático del 22 y 23 de abril de 2021 convocada por el presidente Biden son muy indicativas del momento en el que se encuentra la relación bilateral México-Estados Unidos: fueron intercambios necesarios para ambos mandatarios que, aunque cordiales, fueron muy generales y relativamente fríos. ¿Qué conclusiones se pueden derivar de estos tres encuentros?

Para entender el tenor de estos intercambios, en primera instancia es necesario recordar las máximas prioridades de la administración Biden: primero y antes que nada, busca atender las tres profundas crisis nacionales que está enfrentando Estados Unidos: salud (Covid-19), económica (por la recesión generada por el Covid-19) y social (con niveles no vistos en décadas de fragmentación y polarización social y política); segundo, buscar solución a cuatro crisis internacionales: migración (fundamentalmente los flujos migratorios irregulares desde Centroamérica y México), de gobernanza global (por la crisis en las instituciones multilaterales), de cambio climático y la competencia por el liderazgo mundial (frente a China).

Aun ante las reiteradas acciones de AMLO hacia Biden y los demócratas del último año (visita a Trump en tiempos electorales en julio de 2020; retraso en la felicitación ante el triunfo electoral de Biden; ofrecimiento de asilo a Assange; carta de felicitación fría y más bien dirigida a la audiencia mexicana; caso Cienfuegos —sin proceso judicial en México, publicación del expediente confidencial y crítica a sistema judicial de Estados Unidos en la integración del mismo—; Ley de Seguridad Nacional obligando a agentes extranjeros, principalmente estadounidenses, a informar a la SRE sobre sus actividades y hallazgos; falta de condena a la toma del Capitolio pero crítica a las redes sociales por coartar la libertad de expresión del Presidente Trump, entre otros), la administración Biden aceptó tener la segunda llamada telefónica del presidente con un Jefe de Estado extranjero (tras Canadá) el 22 de enero de 2021 y la segunda reunión virtual (nuevamente, después de Canadá) el 1 de marzo de 2021, con México. Además, AMLO fue incluido entre los 40 líderes participantes en la cumbre virtual sobre cambio climático del 22 y 23 de abril de 2021. Esto es reflejo de dos puntos fundamentales: primero, Biden es un político profesional y, segundo, que entiende que su relación con México (y Canadá) es interméstica.

Con respecto al primer punto, el profesionalismo de Biden como político significa que conducirá las relaciones de Estados Unidos con el mundo (y particularmente con México) a través de las instituciones del Estado y sus burocracias especializadas. Esto es fundamental para México (y el mundo), ya que generará certidumbre y predictibilidad en las acciones externas de Estados Unidos. En lo referente al segundo punto, el que la relación sea interméstica significa que Biden entiende que lo sucede en las políticas internas de México y Estados Unidos impacta a la relación bilateral. Esto implica que la relación bilateral es de alta complejidad, ya que incluye todos los temas de agenda nacional de ambos países y una multiplicidad de actores de los sectores público (de los tres poderes de la unión a nacional, pero también gobiernos estatales y locales), privado (empresas transnacionales y medios), social (organizaciones sociales, sindicales y academia).

La suma de estos dos puntos demuestra que Biden está consciente de que requiere de la cooperación de México (y Canadá, además de otros socios estratégicos europeos y asiáticos), para la solución de sus máximas prioridades domésticas (particularmente las crisis de salud y económica) e internacionales (especialmente el tema migratorio, gobernanza multilateral, cambio climático y la competencia de China). Por ello, aun ante las acciones poco amistosas de AMLO, la administración Biden decidió llevar a cabo la llamada telefónica y la reunión virtual con México, sólo después de Canadá, además de invitar a México a la cumbre virtual sobre cambio climático.

Los comunicados conjuntos derivados de la llamada telefónica y la reunión virtual, así como el video de la segunda, son igualmente indicativos de los temas prioritarios en la relación México-Estados Unidos con la llegada de la administración Biden: aquéllos que requieren de la cooperación con México para atender las prioridades de política interna (crisis de salud y económica) y externa (migración, cambio climático y China) de Estados Unidos. Dado que se trataba de reuniones públicas, cada uno de estos temas fue tratado de manera muy general, pero con claras indicaciones del rumbo de la relación bilateral. Los detalles de su ejecución se definirán por los canales institucionales establecidos, en privado y fuera de los reflectores.

Con respecto a la cumbre de cambio climático, el presidente Biden tuvo la cortesía de invitar al presidente AMLO entre los 40 líderes convocados, mandando una clara señal sobre la importancia que los temas medioambientales tendrán en la agenda interna e internacional de Estados Unidos. Desafortunadamente, el presidente López Obrador no entendió la relevancia del evento, cometiendo tres fallas protocolarias de forma y fondo. Primero, cometió una gran descortesía: sólo escuchó las presentaciones del presidente Biden y la vicepresidenta Harris, incluyéndolas en el marco de su conferencia mañanera del 22 de abril, ausentándose durante las presentaciones de los demás jefes de Estado y gobierno participantes. Segundo, su mensaje no enfatizó los temas centrales de la cumbre: no habló sobre los compromisos de México para la reducción de gases de efecto invernadero y la promoción de energías limpias y renovables, sino que compartió la experiencia de su programa insignia de reforestación “Sembrando Vidas” y la reducción en la producción petrolera mexicana. Finalmente, tercero, sus palabras estuvieron fuera de contexto: incluyó un tema ajeno a la cumbre, la migración irregular de centroamericanos a través de México hacia Estados Unidos, proponiendo a Biden que invierta en la ampliación del programa “Sembrando Vidas” a Centroamérica, ofreciendo visas de trabajo temporales a quienes participen en este programa por tres años y luego residencia o nacionalidad estadounidense tras tres o cuatro años adicionales.

Dado que había conocimiento previo por parte de Estados Unidos sobre estos tres puntos, no es de sorprender que el presidente Biden haya abandonado la sala cuando hablaba el presidente mexicano. En diplomacia, la reciprocidad y el protocolo son la base de toda negociación y cooperación: si el presidente AMLO no tuvo la cortesía de escuchar a sus homólogos y dedicar su mensaje al tema central de la cumbre, no podía esperar un trato especial por parte de su anfitrión. Jorge Castañeda lo llamo “el terrible desaire de Biden a AMLO” en su artículo en Nexos del 22 de abril; yo lo llamo simple y llana reciprocidad diplomática.

En suma, los intercambios entre Biden y AMLO en los primeros 100 días de la presidencia del presidente Biden (llamada telefónica, reunión virtual y cumbre sobre cambio climático) son muy indicativos del estado actual de la relación bilateral: están llenos de retórica de cordialidad (amistad, vecindad, cooperación, compromiso), pero han sido excesivamente generales, sin establecer acciones precisas. Sin embargo, reflejan claramente que las prioridades en la relación bilateral con la llegada de Biden (por la complejidad de esta relación interméstica) serán aquéllas que requieran de la cooperación con México para solución de las máximas prioridades de política interna (crisis de salud, económica y social) e internacional (crisis migratoria, cambio climático, gobernanza multilateral y China) de los Estados Unidos. Todavía es tiempo, aunque cada vez el intervalo de cooperación se esté reduciendo aceleradamente, de que México entienda estas prioridades, buscando los mecanismos de concertación con Estados Unidos que sirvan para atender estas crisis compartidas entre ambos países, para promover el bienestar y desarrollo de México.

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